Para orar con el Resucitado
Aquel
domingo la aurora cayó como relámpago sobre la cueva donde le dejamos.
Salieron Pedro
y Juan corriendo. Y, tras ellos, todos nosotros hacia el lugar del entierro.
¡Y allí estaba,
de pie, con sus heridas limpias y frescas, junto a la roca movida que era la
puerta de un muerto!
Oculto entre
todos llegué a escuchar este diálogo:
Pedro:
Yo
también te
ofrezco
mi
sangre que, en tu servicio,
gastar
gota a gota quiero.
¡Piedra
soy, Tú eres el agua,
moldeame con tu beso!
Haz
de mí lo que te plazca.
En
Ti perderme deseo.
Si
lo mandas, en tu barca
sobre
espumas marinero.
Arado
de viento y brisa,
cosecha
de brisa y viento.
Espigas
de sal y algas,
parva
de arena y misterio.
¡Piedra soy, Tú eres el agua,
moldeame con tu beso!
Si
quieres, con tus ovejas
-mayoral
de tierra adentro-
mar
de espigas, peces de oro,
voluntariamente
quietos
entre
la tierra, cuajados
mañana
sobre los vientos.
Espuma
de oro en la tierra,
faro
de sol en el cielo.
¡Piedra soy, Tú eres el agua,
moldeame con tu beso!
¡Pastor
en la tierra firme,
o
sobre el mar marinero!
Y
a esta mi pequeña grey,
pobre
rebaño en destierro,
dale
el premio, a mí el castigo,
que
soy yo quien lo merezco.
¡Si
el pastor vigila bien,
no
se pierden los corderos!
Jesús: (Abriendo lentamente sus
brazos hacia todos nosotros que caímos de rodillas)
Venid
a mí los cansados,
venid
a mí los sedientos,
venid
los que tenéis hambre,
venid
los que vivís ciegos.
Yo
soy camino, soy luz,
agua
viva y alimento.
Bálsamo
en las heridas,
frescor
de los labios secos,
pan
reciente en vuestras almas,
sol
en vuestros ojos muertos.
Soy
el que es desde siempre.
Al
principio era en el Verbo
y
ese Verbo estaba en Dios,
y
era Dios. Las cosas fueron
hechas
por Él. Sin Él nada
se
hizo de cuanto fue hecho.
Vino
a salvar a los suyos,
pero
no le recibieron…
Aún
así se hizo carne,
para
salvaros, el Verbo.
Carne
que tembló en Belén,
en
un pesebre, entre estiércol.
Carne
que dejó su espuma
por
los mares galileos.
Y
dejó su huella blanca
sobre
los caminos negros.
Carne
sucia de saliva
por
amor; llena de cieno
por
amor; llena de heridas
por
amor; y que en el viento
se
desgarró aquel "nisán"
sobre
unos troncos sangrientos.
Carne
que dejó de ser,
para
hacerse en el Misterio
Vino
y Pan, para que fuerais
todos
capaces de cielo.
¡Ya
podéis saciar las hambres
y
empapar los labios secos!
¡Misterio
inmenso de amor,
inabarcable
misterio!
¡Seguidme!
Tras de la Cruz
está
la gloria. El sendero
si
tiene espinos, también
tiene
claveles abiertos.
Caminad
los redimidos
por
la luz de este Cordero
que
tras mi Cruz está el Padre,
que
añora vuestro regreso.
Y
el Hijo junto al Espíritu
-misterio
oscuro y excelso-
os
espera con los brazos
resucitados
y abiertos.
(Últimos versos del auto sacramental "La Siega" de Lope de Vega.
Adaptación libre de Fr. José Mª Guervós, OP - Trascripción y publicación de Jairo del Agua).