martes, 20 de julio de 2021

Otro Jeremías llora en la barca de Pedro

 "Mi alma llorará en secreto por vuestro orgullo; llorará sin descanso y mis ojos derramarán lágrimas, porque el rebaño del Señor es conducido al cautiverio"          (Jer 13,17). 

 

Hay católicos que defienden con uñas y dientes las piedras de su catedral o del Vaticano. Es decir, la estructura, la Iglesia material o el concepto de institución. Pero no tienen el menor reparo en agredir, despreciar o humillar a las "piedras vivas" que difieren de sus planteamientos. 

El Señor no nos dijo que defendiéramos ninguna estructura, ni templo alguno y menos que lo llenásemos de ídolos. Lo que dijo fue: "Amaos unos a otros como yo os he amado" (Jn 15,12). "Cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40).

 

A los católicos de hoy nos apasiona nuestra estética material mucho más que la espiritualidad de Jesús. No hay más que observar el despilfarro en templos antiguos y modernos. 

Tenemos que reconocer nuestra tradicional afición a grandiosos monumentos, imágenes suntuosas -con sus doradas coronas-, altas cúpulas, filigranas, sitiales, arte, museos y manifestaciones folclóricas más que religiosas. Y a ser posible sacarles beneficios. Leo la noticia: "La Iglesia de Sevilla perdió 14 millones de euros durante el coronavirus por el cierre de la catedral" 

Hoy pasé por el madrileño barrio de San Antonio de la Florida. Hay dos ermitas gemelas, una dedicada al culto y la otra a "museo" porque contiene pinturas de Goya y su sepultura. Una iglesia sin culto es un monumento pagano. A eso hemos llegado. 

Muchísimo más grave, son las mentiras de obligada difusión en nuestras iglesias. Atados a párrafos o historias de la Escritura se nos "exige" leer públicamente, por ejemplo, que "Dios ordena matar" (Gen 22,2).


Pues debo ratificarme: Ni Dios mata, ni jamás ordena matar. Lo diga la Biblia o el "sursum corda". Porque no existe ninguna letra sagrada escrita al dictado divino.

Lo que corre por nuestra Biblia es el "permanente intento de Dios por comunicarse" con un pueblo y raza concretos (nuestros ancestros), como lo intentó y seguirá intentando con el resto de pueblos y razas. No existen los "privilegiados", sino los que se creen "privilegiados". 

O, visto a la inversa, lo que la Biblia cuenta es "la búsqueda del Dios verdadero por parte del hombre", a veces de forma errática, primitiva e inhumana. Pablo lo dice claro: "Quería que lo buscasen a Él, a ver si al menos a tientas lo encontraban, por más que no está lejos de ninguno de nosotros, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,27). 

Afirmar que "todo" lo que dice la Biblia es divino, como las "órdenes de matar" por ejemplo, es una barbaridad, de las muchas que contiene el AT, escrito por y para un pueblo ignorante y bárbaro en un tiempo histórico inmaduro.

Proclamar hoy eso como "palabra de Dios" es un grave escándalo que Curas, con dos dedos de frente, deberían evitar rotundamente. "Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valdría que le ataran una rueda de molino al cuello y lo tiraran al mar" (Mt 18,6). 

Y no me vengan con alambicadas "hermenéuticas" porque les diría lo que me enseñó mi abuelo, un santo castellano sin pelos en la lengua: "Ni interpretaciones, ni leches. Lo que es mentira es mentira y no se puede hacer pasar por verdad". Por tanto, hermanos queridos, podéis confesar con rotundidad y sin temor alguno: Dios NO mata, Dios NO manda matar. Ni a Isaac, ni a Jesús para pagarle una "deuda", ni a San Periquitín de los Altos Montes. 

Si los "fieles laicos" -como se nos llama con aire de superioridad- no somos capaces de quejarnos, de levantar la voz, de indignarnos cuando se nos da gato por liebre, es que estamos traicionando -léase alto y claro: traicionando- al Espíritu Santo, cuyo primer fruto es el "sentido común" y la "coherencia". Hasta las dóciles ovejas, con las que se nos compara, tienen el poder de berrear. Y la Escritura es en esto clara y rotunda: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5,29).

 

Traicionar al Espíritu Santo por someterse a lo que ordenan unos jerarcas -religiosos o civiles- es muy grave. Tenemos poca memoria. Hemos olvidado quiénes empujaron al pueblo a gritar: ¡Crucifícalo, crucifícalo! (Jn 19,6). 

Hay que "discernir" antes de proclamar lecturas blasfemas, escritas para otro pueblo y otro tiempo. Lo dice Pablo: "No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de profecía. Revisadlo todo y quedaos sólo con lo bueno" (1Tes 5,19). Y esto es válido, incluso, para lo escrito por él mismo, inmerso en una cultura y unos principios judíos en una etapa histórica todavía primitiva. 

No nos han enseñado a "discernir" y "decidir" autónoma y libremente. Nos han empujado a "obedecer" las consignas de unos clérigos cuadriculados y uniformados que nos han formateado a su imagen y semejanza. Eso se llama "clericalismo" y es una fórmula segura de "manipular" y "someter" porque aseguran que hablan y mandan en nombre de Dios… En vez de "formar conciencias", nos han grabado rutinas e inundado de miedos. Hablo en general, hay muchas excepciones gloriosas.


Lloro, lloro desconsoladamente, sobre mi Iglesia. Han "sacralizado" las farolas, los postes indicadores (escritura, magisterio y tradición), renunciando a las "progresivas luces" del Espíritu. 

Han congelado la Historia y han olvidado que vivimos en una "evolución permanente". Y no será que nuestro Jesús no advirtiera sobre los "signos de los tiempos" 

Leo poco, oro mucho, observo y lloro al ver una Iglesia dividida. Cada cierto tiempo escribo lo que medito, por si sirviera a alguien. Oigo en mi interior los remos de la barca de Pedro: Unos chapotean hacia adelante buscando la madrugada. Otros reman hacia atrás buscando el crepúsculo que ya se fue. Todos afanados en golpear el agua para que la nave surque la vida.

Pero mi barca no se mueve. Está como anclada al fondo del mar, a merced de los vientos, de los monstruos marinos y de los miedos a la oscuridad. Unos gritan: ¡Es por ahí, lo dicen los libros y siempre se ha hecho así! Otros claman: ¡Es por allá, se lee en las estrellas y se siente en el corazón! 


¡Pobre mi Iglesia! Tan grande, tan bonita… Pero dando vueltas en medio de la bahía. Se nos olvidó la voz del Maestro: "¡Boga más adentro!" (Lc 5,4). Los timoneles sacan las cartas marítimas de antaño. Insisten en que no hay singladuras nuevas, en que todo está dicho, redicho, descubierto y cerrado. 

Atentan contra el Espíritu Santo -del que se han apropiado- y contra el Evangelio que nos lo revela: "Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras" (Jn 16,12). 

Nótese que dice "os guiará" y no "os descubrirá" la verdad completa. Para esa plenitud tendremos que esperar "al cielo nuevo y la tierra nueva" (Ap 21,1). 

Los patrones no quieren correr aventuras, ni llegar más lejos. Mejor estarse quietos. Sus esquemas mentales, su formación congelada, no les permiten mirar adelante y confiar. Lo quieren todo atado y bien atado. Repetición sobre repetición. Sin darse cuenta que navegar en círculos no nos lleva a ninguna parte, que los marineros se marean, se cansan, se desesperan, desertan o se enrolan en otras naves...


En el horizonte se sigue oyendo, envuelta en la voz del viento, "¡Boga más adentro!" (Lc 5,4). 

Ese es el panorama de nuestra Iglesia actual. Nuestros dirigentes han optado, en su mayoría, por dar más crédito a los movimientos llamados neo conservadores que a los que quieren seguir navegando. 

Cualquier Sicólogo les apuntaría la solución: "Las tensiones y los conflictos sólo pueden solucionarse con comunicación y mucho amor".

Pero están demasiado ocupados con sus tareas administrativas, organizativas y económicas para poder dedicarse a dialogar. Además ya comunican con sus cartas pastorales, encíclicas y homilías. No importa que no las lea nadie o sean incomprensibles para la mayoría. ¡Ellos ya cumplieron! 

Comunican hacia abajo y ya está. No importa que sigan con cuentos o abstracciones ininteligibles para el hombre de hoy, incluso incoherentes con el Evangelio. La vida real, las aspiraciones y necesidades de los fieles, sus quejas, su falta de formación actualizada, sus errores, sus dolores, sus soledades, los absurdos fardos que soportan… Todo eso no importa, al parecer.


Lloro por mi Iglesia y lloro por sus Pastores. El amor a mi Pueblo me quema las entrañas. No lo puedo evitar. Vengo insistiendo con tozudez que no basta la "comunicación descendente" y que es imprescindible la "comunicación ascendente". 

Ni siquiera se han implantado los simples y baratos "buzones de sugerencias" en las Parroquias, el Cura no tiene tiempo para esas cosas. No se han dado cuenta que es imposible dirigir un grupo humano sin escuchar. 

¿Alguien se ha dado cuenta de las veces que nuestro Jesús pregunta? Pero los encaramados en la "casta sacerdotal" no necesitan preguntar, se lo saben todo. Solo hablan y hablan, muchos solo parlotean subidos escalones arriba, mientras "las ovejas" allá abajo obligadas a permanecer silentes y obedientes. A la "clase de tropa" no llega el Espíritu Santo, patrimonio exclusivo de los que están del presbiterio para arriba.

 

¿Cómo no voy a llorar viendo la barca de Pedro, tan frágil y dividida, dando vueltas en círculos pequeños y cerrados? ¿Tan difícil es leer los "signos de los tiempos"?

¿Tan imposible es actualizar la doctrina, la liturgia, los leccionarios, la formación de los fieles? ¿Acaso no hay ya abundantes avances teológicos lúcidos y sensatos? 

Y hablo de Teología sensata, hablo de racionalidad y coherencia, NO de los "sastres de Dios" que ya conocen todas sus medidas con precisión. No hablo de los que nos interpretan el Evangelio con "realismo absoluto" porque estuvieron presentes en su filmación. 

No podemos seguir navegando en círculos. Hay que avanzar. La tentación asoma entre mis lágrimas: ¿Para qué voy a escribir mis versos y cantar mis canciones? ¿Para qué voy a encender mis luces? 

Si ya se arremangan en popa para arrojarme por la borda, para negarme el derecho a remar e, incluso, a permanecer en la barca... ¡A los tiburones con él! ¡Que a éste le entiende la gente y pueden aprender a protestar!

¡Es un bocazas y hiere nuestros castos oídos! ¡Que niegue ser católico y le perdonaremos la vida, pero echadle de la barca ya! ¡Empujadle, empujadle por la borda y no le permitáis hablar! 

"¡Jerusalén, Jerusalén... Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido! Pues mirad, vuestra casa se os quedará desierta..." (Mt 23,37).

"¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño!"   (Jer 23,1).



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3 comentarios:

maría yugdar dijo...

Hola Jairo!!
Luego de las últimas homilías que sufrí -ya hace tiempo-, comencé a tomar un ansiolítico + un antialérgico ante cualquier riesgo de someterme a otra... Francamente, la falta de respeto indiscriminada a TODO, incluidas: la religión, a la Palabra, a los hermanos y a la creación misma (Dios) que nos quiso inteligentes, hizo que por miedo a una sobredosis, dejara de frecuentar el rito. Porque una cosa es preparar la homilía a kerosene (hay quienes todavía la preparan) pero... ¿Preparar una homilía? O sea: ¿Trabajar? Por eso, la cosa difícilmente cambie en nuestros tiempos -y en nuestra iglesia-. También es parte de nuestra cultura, por ejemplo cuando un padre/madre ya cansado, le da con el gusto al chico o le pone el iPod frente a sus narices para que se deje de chillar... ¡Satisfacción inmediata! ¡Santo remedio! ¿¡¡¡Educar?!!! Por el tata, Nooooo!!! Es mucho trabajo!! ¡Me estreso y el médico me dijo que no me estresara!
Preparar una homilía, estudiar, educarse y educar, *cuestionar el estatus-Quo/ENFRENTARSE AL ESTATUS-QUO* son prácticas que van en contra de nuestra paz mental.
Predicar el AT sin conocimientos bíblicos es equiparable a predicar sobre la Pasión de Cristo en base a la última película afín de Hollywood.
René Trossero decía que algunos ateos son los más elocuentes testigos de Dios porque niegan y rechazan la imagen deforme que le han presentado muchos de los que nos llamamos cristianos..
La pregunta -creo- es: ¿Cómo generamos las ganas?
No abandones!!

vallas74 dijo...

Coincido contigo, Jairo! Es hora de que la barca de la Iglesia entre a dique seco para actualización de su manual de navegación... Hace falta abrir la mente para descartar todo lo que no nos permite evolucionar en humanidad y así continuar lo que Jesús comenzó...

Antonio Llaguno dijo...

A veces me pregunto ¿Qué es lo que tuvieron Agustín de Hipona o Tomás de Aquino que no tienen los hombres y mujeres de hoy?
¿Por qué sus criterios o incluso sus opiniones y obsesiones pueden convertirse en doctrina y no las de los hombres y mujeres de hoy?
¿Por qué ellos, que solo tenían a Platón y Aristóteles para cotejar el mensaje de Cristo con el conocimiento del mundo pueden crear dogma y los hombres y mujeres de hoy no?
Tenemos una Iglesia anclada doctrinal y dogmáticamente a estructuras filosóficas y científicas 8es un decir) o a conceptos del mundo, Universo y ser humano que son ¡¡¡Medievales!!! en el mejor de los casos.
Un niño de 10 años de hoy en día tiene un mejor y mayor conocimiento del mundo y su entorno que los dos filósofos juntos.
Un niño de 10 años (salvo que sea hijo de un carcólatra) sabe perfectamente que la cigüeña es el vientre de su mama que tiene unas cosas llamadas óvulos y recibe otras de su padre llamadas espermatozoides y juntas fabrican un niño o niña y ninguna de las dos partes es más importante que la otra.
Eso no lo sabían ni Agustín ni Tomás.
Un niño de 10 años sabe que estamos formados por unas cosas muy pequeñas llamadas átomos y que el Universo nació por un pedo enorme que se llamó Big Bang.
No sabe mucho más, pero eso es ya mucho más de lo que sabían Agustín y Tomás.
¿Por qué seguir teniendo los criterios de estos dos señores como Dogma?
¿Por qué no pensar que esa fue la interpretación que dieron de la forma más honesta posible pero que hoy tenemos más luz y con más luz, se ven más cosas (como sabemos los que tenemos mala vista)?
¿Por que seguir engañándonos a nosotros mismos con una doctrina y tradición sacrosanta e inmutable, cuando en su nombre se han cometido las perversiones más abyectas (Cruzadas, Inquisición, etc...)y además no ha dejado de cambiar en 2000 años?
Recordemos que esta misma Iglesia hace cerca de 1600 años se levanto un día arriana y a los pocos años dejó de serlo, luego volvió a ser arriana por un periodo muy pequeño y al final acabó condenando el arrianismo.
O que las mujeres en los años 40 no podían entrar en la Iglesia (templo) si estaban con la regla y hoy nadie defendería esa estupidez.
O que durante los 400 primeros años de la Iglesia, los cristianos se dedicaron a discutir sobre estupideces como el sexo de los ángeles.
O como podemos seguir creyendo que estamos condenados por un pecado original cometido por una mujer ¡¡¡Que no existió!!!
O que quieren que creamos que Dios es tan miserable y mezquino como para condenar a ¡¡¡Toda la Humanidad!!! por que una mujer se comió una manzana que era de su propiedad.
decía Uta Ranke Heineman en su libro "Dios y Amen" que no permitamos nunca que la doctrina insulta a nuestra inteligencia.
Si lo hace es que es mentira.

Si tú no resucitas, vana es la Resurrección de Jesús

  Las escandalosas incoherencias del "clericalismo católico" hunden la Iglesia   Este Domingo de Resurrección todo son felicita...