domingo, 28 de marzo de 2021

Sé que quedas conmigo aunque me dejas

Meditación para finalizar la Cuaresma y comenzar la Pascua 

 

Cuando termine la liturgia del Viernes Santo, ante la cruz desnuda y el sagrario vacío, tal vez sintamos tristeza, desolación y ganas de llorar. 

O tal vez solo sintamos la lánguida rutina de otros años y pensemos: ¡Qué bien, mañana no hay misa, vacaciones hasta el sábado por la noche o el domingo! 

Habrá quienes repitan como papagayos lo que les incrustaron desde pequeñitos: ¡Y todo esto pasó para conseguirnos el perdón, para expiar por nuestros pecados! "Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo" (Pregón pascual, con preciosa salmodia y letra impía). ¡Qué incoherente y secular dislate, Dios mío! 

Una mentira puede ser tolerable, si se dice de buena fe, puede incluso ser justificable si se origina en un "error sincero", es decir, el que se profesa creyendo que es verdad (caso de San Pablo y su visión judía de la muerte de Cristo). 

Lo que no se puede explicar es la "insistencia en el error por siglos" y encima imponerlo como esencia de la fe cristiana. Ir contra la "inteligencia profunda" (don supremo de Dios) es hacer la guerra al Espíritu Santo. Imponerlo a los que tienes que conducir e iluminar es flagrante "delito de rueda de molino" (Mt 18,6 y más). 

Justamente eso es lo que viene ocurriendo en nuestra Iglesia católica (y otras) con rutinario sometimiento de la "mayoría dormida" y escándalo de "minorías despiertas". Eso pasaba en tiempos de Jesús, eso fue lo que denunció y eso fue la "causa de su Pasión y Muerte", que estos días tergiversamos con malísima memoria y profana envoltura folklórica.



De ninguna manera fue un supuesto "designio del Padre" para redimirnos de nuestros pecados. A estas alturas de mi vida y de la historia cristiana sería un grave "pecado contra el Espíritu Santo" tragarme el veneno de la incoherente "expiación vicaria" y someterme a una "fe de prepotentes impostores" (aunque lo sean de buena fe e igualitos a los del "illo témpore"), bien encumbrados en sus antievangélicos signos de autoridad, incapaces de ver más allá de sus "letras muertas". 

A la buena gente del siglo XXI no se le puede hacer creer en un "dios mezquino" al que hay que doblegar para que perdone, pagándole con dolor y sangre. ¿No nos damos cuenta del "primitivismo aberrante" de esa fe irracional? 

¿Por qué esa terquedad de seguir siendo judíos? ¿Por qué esa insistencia en volver la vista atrás? Como en la historia bíblica nos hemos convertido en salobres estatuas incapaces de ver y caminar. 

Ayer mismo leí en la Eucaristía al profeta Isaías: "No recordéis lo pasado, no penséis en lo de antes. Pues voy a hacer algo nuevo; ya brota, ¿no lo sentís?" (Is 43,18). A los adoradores y embalsamadores del AT debería bastarles ésta y otras muchas profecías sobre el progreso humano -personal y grupal- para salir de su éxtasis inmovilista y ateo. Ateo, ciertamente, del "Dios de Jesús". 

Estamos en esta vida para administrar nuestra libertad, progresar y alcanzar la madurez humana: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). "Yo soy el Camino…" (Jn 14,6). "A vino nuevo, odres nuevos" (Mt 9,17). ¡Es tan claro el Evangelio! 

A Jesús NO lo mató el Padre, ni su propia voluntad de inmolación. Lo mataron los prebostes religiosos judíos que manipularon al Pueblo y al mismísimo Poder civil y militar. 

Lo mataron los que entendían la Religión como "su propiedad inamovible, pétrea, infalible", aunque estuviera llenita de errores y horrores. Los que se sentían "privilegiados encargados divinos" para imponerla al Pueblo con el poder, incluso, de matar al disidente. Lo mataron los ciegos que no quisieron abrirse a la Luz, que la rechazaron y la crucificaron para defender su tradicional oscuridad. Eso fue lo que mató a Jesús, porque la oscuridad (aún inconsciente) no soporta la luz. 

Pregunta solo para gente profundamente sincera y amante de la luz: ¿Se parece todo esto a nuestra "historia católica"? ("Quién no reconoce su historia está condenado a repetirla"). 


No podemos quedarnos mirando una imaginaria y tradicional "cruz expiatoria y redentora" de primitivos judeo-cristianos. No creo que sea muy religioso exprimir los sufrimientos del Ajusticiado, sazonados de sensiblería y espectáculo turístico. 

A mí, que soy muy primario, me parece que debemos mirarnos a nosotros mismos delante del Crucificado que grita "nunca más" y preguntarnos:

- ¿Soy sembrador de cruz o de luz? 

- ¿Soy cristiano o judío? 

- ¿Creo en el Evangelio o en la expiación judía? 

- ¿Creo en el "Dios Amor" o me domina todavía el "dios terror" del AT, capaz de matar a su propio Hijo para cobrarse los pecados de su creatura? 

- ¿Dijo esto Jesús o nos reveló todo lo contrario? ¿En la "parábola del hijo pródigo", por ejemplo? 

No me preguntéis por qué nuestros Jerarcas llevan siglos difundiendo incoherencias erráticas. Sé de dónde proceden esos errores, pero no me explico que sigan vigentes e impuestos en nuestra Iglesia. 

El poema-oración que hoy os ofrezco lleva 3 meditaciones implícitas:

 

1ª) El reconocimiento de nuestra limitación, de nuestra fragilidad, realidad que inunda nuestros ideales y buenas intenciones. Sin la humildad de reconocernos "en construcción", no lograremos encontrar los medios para salir del lodazal y caminar. 

2ª) La inaplazable necesidad de acudir a los "genes divinos" que laten en nuestro fondo, en ese ser positivo que vibra en nuestras aspiraciones profundas y que hay que concientizar y aflorar. 

Es el motor, la central nuclear de toda vida humana. Sin encontrar esa "esencia", sin manifestarla, solo lograremos sobrevivir como zombis, más o menos camuflados con perfumes seudoreligiosos. ¡Buscar y encontrar la vida divina que nos invade, eso es la religión! "He venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10). 

3ª) Aprender a elegir, a decidir, a vivir como humanos y ser constantes en dejarnos sembrar para crecer y dar fruto. 

¿Y el pecado? ¿Quién nos redime del pecado? ¿Quién paga nuestras culpas? 

Amigos míos, el pecado como ofensa a Dios no existe, solo existe como estorbo o fracaso en nuestro proceso para llegar a ser "humanos". De sobra sabe Él que somos "medio ángeles y medio bestias". Y de sobra lo sabemos nosotros porque se nos ha dado una inteligencia y una capacidad de discernir. 

La "doctrina del pecado" era el hueso de la ideología judía. La Ley, detallada y rígida, era el dique de contención incontestable para no irritar a Dios y castigar al pecador. La Expiación, con sus definidos sacrificios y ofrendas, el medio de conseguir perdón. Dios y el Hombre eran, en la práctica, conceptos secundarios. Nuestro Jesús lo denuncia constantemente. 

Nuestra católica Iglesia, sin embargo, sigue siendo judía en un porcentaje elevadísimo. Cualquier observador objetivo puede certificarlo.

Para los que hemos sido abducidos desde niños es más difícil por las "raíces sensibles y pasionales", la "necesidad de seguridad" (subconsciente) más el inculcado "elitismo nacionalista" del verdadero Pueblo elegido (herencia judía también). 

Hay teólogos que afirman que se han preferido como "maestros y fundadores" a Pablo y Pedro y se ha relegado al Maestro verdadero. La meditación profunda y libre del Evangelio ayuda muchísimo a ver la Luz. 

¿Entonces por qué esa insistencia en pedir perdón y falsear la Cruz? Os respondo con toda la seguridad, firmeza y paz de un "pecador" que busca la Luz: "No pedimos perdón para que Dios nos perdone. Pedimos perdón para RECONOCER nuestros tropiezos, CAMBIAR y ABRIRNOS al perdón preconcedido y eterno del Padre, que solo nos ama y todo lo ha creado para nuestro bien". 

La Pasión y Cruz son el mayor EJEMPLO de coherencia y vida consumada, NO un sacrificio expiatorio para obtener perdón. Alguien predicó, vivió y murió sin cambiarse de chaqueta, sin acobardarse ante el peligro, sin renunciar a sus valores, aunque sabía cómo terminaría. Eso se llama COHERENCIA y VALENTÍA. Nada de "redención automática", sino Camino para conseguirla, es decir, para llegar a ser "humanos" de verdad. 

Aquí tenéis la meditación-oración que os propongo. No es mía sino del acompañante espiritual de mi juventud: 

 

Sé que quedas conmigo aunque me dejas

Señor de la heredad, tres veces Santo,

y sé que de la Fe queda la guarda

en este pobre corazón humano.

  

Desde aquí veo alegres tus ovejas

triscar por el tapiz verde del prado,

y enjoyarse la boca de amapolas,

rubíes que la tierra va sangrando.

 

Sé que no he de temer. Que Tú me guardas,

que Tú las guardas. Pero… ¡Temo tanto

no haber hecho sustancia de mi alma

la lección de dolor que Tú me has dado! 

 

Me miraste una vez como jamás

a nadie habías, gran Señor, mirado

y se abrieron las fuentes de mis ojos,

heridas por la fuerza de tus rayos.

 

La boca me quedó, ya para siempre,

con un dulce sabor suave y amargo,

recuerdo inolvidable de aquel día

que supe, Cristo, que me amabas tanto. 

 

Mis negaciones eran en tu rostro

saliva, bofetada y latigazo,

y mis fuentes amargas desatadas

eran sobre mi rostro paz y bálsamo.

 

¡Señor no me abandones! ¡Tengo miedo!

Porque tanto sufrí y te quiero tanto.

 

Quise ser mármol para defenderte

y Tú me hiciste ver que era de barro.

Me ampararé, Señor, en lo sencillo,

en el vuelo tranquilo de los pájaros,

en el manso brotar de los arroyos,

en la oración serena de tus campos.

 


¡Tiernos, enamorados ruiseñores

enseñadme la paz de vuestros cantos!  


Tomillares y flores, que vivís

para aromar las plantas del Amado,

¡enseñadme esa ciencia inaprendida

de vivir siempre a vuestro Dueño amando,

de no guardar para vosotros nunca

ni un trino en vuestro pecho desgarrado,

ni un aroma en la tierra que os sustenta,

ni un color escondido en vuestro tallo!

 

¡Enseñadme la ciencia del amor

pobladores del aire y de los campos! 

 

Ciencia de plenitud y armonía,

unión de lo divino con lo humano.

Mientras la aprenda, seguiré temiendo

por no saber vivir tan sólo amando.

 

Se fue mi Labrador. Sin su presencia,

apenas late el corazón varado.

Sé que en potencia en todas partes vive,

pero me aplasta el peso de mi barro.

 

Tómalo Tú, mi Señor,

y haz de nuevo el milagro.

¡Conviérteme en tierra buena,

de tu Palabra en sembrado,

que la entienda y dé mi fruto

crecido y multiplicado! 

 

 

Fray José Mª Guervós, OP

  (Fragmento del auto sacramental "La Siega" de Lope de Vega.

Versos incluidos en la adaptación de Fray José Mª Guervós, OP)



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4 comentarios:

vallas74 dijo...

Gracias Jairo por hacernos presente en cada oportunidad que se presenta, que el Padre nos ama y, desde nuestro interior, nos llama y guía hacia él... Sólo tenemos que escucharlo y hacer Vida su llamado...

Antonio Manuel dijo...

Si se rechaza la "piedra angular" que sustenta nuestra Fe, el templo se vendrá al suelo. La Biblia es el Libro de Dios. La única interpretación válida de la Biblia nos la da el mismo Jesús. Si algo no se logra comprender, la respuesta está en el Evangelio. El Evangelio es la Plenitud. Y la iluminación del Espíritu Santo nos lo hace presente.

Antonio Llaguno dijo...

La piedra angular de nuestra fe no es la Biblia, ni de lejos.
La Biblia no es más que le experiencia de vida de unos cuantos autores vista a los ojos de su fe.
Y nada más.
Eso de libro sagrado o palabra de Dios es una truco muy viejo para hacer proselitismo e imponer criterios.
La piedra angular es el mensaje de Jesús, su ejemplo, su resurrección, y la experiencia propia de Dios de cada uno.
Y la Biblia es un documento estupendo para investigar y profundizar en esos pilares, pero no puede sustituir a ninguno de ellos.

Antonio Manuel dijo...

El propio Jesús hace referencia clara y profunda de la Biblia: Cátedra de Moisés, Jonás, Isaías,... y son numerosos los pasajes donde se habla de las lecturas y la enseñanza del propio Cristo.
No se puede sustituir lo que es un todo. En mi comentario no hablo de sustitución ni se pretende proselitismo alguno.

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