lunes, 22 de febrero de 2021

¡Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa!

 La culpabilidad hunde, el reconocimiento levanta.
La rectificación construye autoestima, la culpabilidad la corroe.

 

Hace ya un tiempito recibí este correo: 

<< Querido Jairo: Llevo mucho tiempo callado, pero hoy no puedo reprimir mi alegría al leerte porque me he empapado del capítulo "El Dios que me habla" [1] de tu libro "Meditaciones desde la calle". 

No puedo sino darte nuevamente mil gracias por pasar por estos "sotos" con presura... Gracias, porque conforme iba leyendo me iba inundando una paz y una alegría interior que me ha hecho sentir bien.

Me he sentido en muchos pasajes perfectamente retratado. Me has puesto frente a mis miedos, frente a mis temores más íntimos y me has soltado en manos de un Amor que siempre ha estado ahí. 

El lastre del "dios castigador", que muchos católicos llevamos, es un lastre tan asumido que muchas veces hasta lo veo como normal. Siempre machacándome, siempre en estado de continua insatisfacción, siempre bajo la sombra de la culpa. 

Hace poco me di cuenta del dolor que nos han generado nuestros educadores católicos. No quiero cebarme con ellos, no. Sé que intentaron hacerlo lo mejor que sabían. Pero su inmovilismo, su falta de búsqueda, su bloqueo mental y ausencia de evolución, ésa que sueles mencionar en tus escritos, quizás fueron las causas de unas orientaciones dañinas.


Se me hizo evidente cuando mi hija, una niña feliz, responsable, bien educada, asistía a la catequesis y súbitamente se volvió triste.

Una noche la descubrimos su madre y yo llorando en su cama porque el catequista la había hecho "ver" sus "pecados". Estaba angustiada. Gracias al amor, la paciencia y las explicaciones de su madre, las cosas no pasaron a mayores... 

Pero esa vez, te lo aseguro, sí me dolió. Me dolió por ella y por mí que llevo todavía clavada la "culpa" en mi subconsciente.

Yo había arrastrando esa sensación durante mucho tiempo, me veía reflejado en ella, pero no tuve tanta suerte. Nadie me habló de crecimiento, de lo positivo que llevo dentro, de responsabilidad y agradecimiento al Padre. Pero sí de culpas, de pecados, de ofensas a Dios, de castigos eternos, de penitencias reparadoras, de sacrificios expiatorios... 

Aquel sentimiento lo interioricé y así hasta hoy en que no he logrado anular al "dios del mazo" ante el que me siento vulnerable e indefenso. De vez en cuando ese viejo sentimiento me asalta, me atrapa y es un lastre, un dolor, un temor, que me impiden acercarme al Dios Amor del que nos escribes permanentemente. 

Por eso tu libro y ese capítulo en particular ha sido un racimo de alegrías. Gracias y que el Dios Amor te siga bendiciendo porque está claro que, con el cultivo de ese tu don, todos ganaremos. Un abrazo con todo mi agradecimiento >>.

La experiencia de este lector es muy común. Muchos padecemos temores y dudas muy parecidos, aún permaneciendo fieles a nuestra Iglesia. 

Hay otros muchos que han rechazado a la Iglesia como autodefensa ante una "culpabilización" que les chupa la sangre, ante unos "juicios" de "gente de iglesia" que les han estigmatizado o hundido. Es la escandalosa y anticristiana "contradicción de los buenos".

¡Qué bueno fue para mí irme saliendo de esa cadena de plomo y descubrir que el "pecado" no es ni puede ser una ofensa a Dios! Sencillamente porque no le podemos alcanzar ni herir de ningún modo. Es absurdo pensar que quien se aleja de tierra firme está ofendiendo a la costa. Tan solo se adentra, bajo su responsabilidad, en los imprevisibles peligros del mar. 

Además, para que haya ofensa, debe haber un ofendido. Y he aquí que nuestro Dios, el Abba de Jesús, no podría ofenderse jamás porque su esencia es amar y perdonar. 

Si no podemos alcanzarle ni hacer que se ofenda, entonces es totalmente ridículo pensar que su venganza será terrible, que nos responderá con rayos y truenos, enfermedades o terremotos, como creían nuestros ancestros y muchos mortales de hoy. 

Esa es una imagen antropológica de un inexistente "dios castigador". El Dios verdadero, el revelado en el Evangelio y el que late en nuestro corazón, no puede ser más que Amor gratuito e infinito, derramándose en sus creaturas "racionales y libres", semejantes al Padre que las engendró. 

Del uso de esa "racionalidad y libertad" dependerán los resultados de nuestra vida. Por tanto, deberíamos hablar más de "responsabilidad" que de "culpabilidad". 

La primera ley que nos deberían enseñar es la "ley de la causalidad", a tal causa tal efecto. Si nos dedicamos a apedrear nuestro tejado, no podemos pensar que Dios nos castiga con goteras.

Si no respetamos y cuidamos nuestro cuerpo, no podremos acusar al Cielo de las enfermedades consiguientes. Si no sembramos, no tendremos cosecha para comer. Y así sucesivamente. 

Con la salvedad de que la creatura humana tiene comienzo pero no tiene fin y las "consecuencias" pueden llegar tras la muerte. El que llega "inmaduro" tendrá que pasar por la incubadora, eso que llamamos "purgatorio" e "infierno", que no sabemos en qué consisten. Solo sabemos que son la "consecuencia" de nuestra irresponsabilidad e inmadurez humanas. Y deducimos, con toda lógica, que de errores "temporales" no pueden derivarse consecuencias "eternas", sino limitadas y proporcionadas. Por eso no creo en infiernos eternos. 

Todos nuestros "pecados" no son más que "quebrantos de nuestra humanidad" con los que nos causamos "daño" o hacemos "daño" a otros. Y ese "daño" tendrá para el causante consecuencias más o menos graves, permanentes o fugaces, visibles o invisibles, según la gravedad y persistencia del "daño" causado. 

Otra vez la "ley de la causalidad", así de sencillo. Esta lección básica NO se nos enseña suficientemente y se nos sigue amedrentando con una supuesta "culpa" por ofender a un Ser divino, invisible, inalcanzable y etéreo. 

Más que arrojarnos al "vertedero de la culpa" (así comienzan nuestras Misas) o a la fiebre de un "perfeccionismo patológico" (confesión frecuente) -desequilibrio más emparentado con el orgullo que con la virtud- deberían enseñarnos a descubrir nuestros talentos, nuestras potencialidades, nuestros cimientos interiores, lo positivo. Es el paso previo y motivador para ejercer nuestra "responsabilidad". 

Nos han repetido: "Reconoce que eres un cabroncete -a veces un cabroncete de pacotilla- y llora, porque si no, vendrá el "dios saca sangres" y te vas a enterar…" Doctrina judía cimentada en el "pecado" y el "castigo divino", de la que somos incapaces de despegarnos… Seguimos siendo más judíos que cristianos. 

Cuando nos deberían repetir: "Eres un "dios pequeñito y frágil" pero parecido a tu Padre y, si quieres, puedes volar y ser feliz alcanzando tu madurez humana". Por eso nuestras Misas deberían empezar: "Reconozcamos nuestros dones". 

Los católicos hemos descuidado la búsqueda de ese "caudal humano positivo" y su enorme energía. Y nos hemos dedicado a cazar y clasificar pecados como quien colecciona mariposas. Nos hemos anclado en "lo negati".

Hemos inventado incluso la "autoagresión" como medio para satisfacer a un "dios sediento de sangre y dolor"No hay más que pensar en la Cuaresma y las propuestas oficiales.

¡"Guías ciegos"! (Mt 23,16) ¡Pero qué sabio es el Evangelio y cómo lo hemos tergiversado y judaizado! 

Lo primero que deberíamos enseñar a nuestros hijos es a descubrir su rica personalidad, sus íntimas aspiraciones, sus dones individuales, sus capacidades humanas. Desde ahí podrán vislumbrar una básica y consecuente religiosidad: agradecer, adorar, admirar a ese Ser que se derramó en el arco iris de su alma. 

Porque, hijos míos, vuestros padres no os dimos más que un cuerpo, con todas sus fragilidades y condicionamientos genéticos. Pero las sublimes potencialidades humanas, que portáis dentro, no son obra nuestra. Tan solo contribuimos dándoos un "ambiente humano" propicio para que se desarrollaran. 

Cuando les hablemos de "pecado" hay que explicarles muy bien que pecado es "hacer daño" a uno mismo o a otros. Y que esos "daños" (pecados) provienen de no utilizar y desarrollar las capacidades humanas que se nos han regalado para hacernos felices y hacer felices a los demás. 

Habrá que empezar por mostrarles la naturaleza humana "positiva" que todos portamos dentro antes de hablarles de arrepentimiento o conversión, pues quizás no haga ni falta.

Cuando uno descubre sus luces, es muy difícil permanecer en las sombras. Cuando uno experimenta "el gozo de hacer el bien", es imposible aferrarse al suplicio de hacer daño o hacerse daño.

Ese camino les llevará a la "responsabilidad" más que en la "culpabilidad" de romper unas cuadrículas aprendidas. Eso les llevará al convencimiento práctico de que solo el desarrollo personal nos acercará a la felicidad y aportará felicidad a los demás. 

No es verdad que nuestro ser esté empecatado o nazcamos corrompidos. Eso es un mito ancestral y falso. Nacemos con un "fondo preciosísimo", indescriptible, con libertad y capacidad de discernir. Aunque soportemos la cáscara de una naturaleza animal instintiva y frágil.

 

¿Aprenderemos algún día a vivir en positivo, a hablar de responsabilidad, de causalidad, de cultivar los talentos? 

¿Llegaremos a fijarnos en lo positivo que hace crecer a las personas, sin juzgar, tan solo ayudar? 

Huid de una Cuaresma triste y llorona. Extended las alas y vivid como águilas, no como ratas asustadas. 

Lo volveré a repetir: Nuestra religión cristiana es una religión humanizadora, positiva, luminosa y alegre, o no es la de Jesús.

¡Alejaos de quien os predique lo contrario!



[1] "El Dios que me habita y me habla" (5 partes): Esta meditación la encontrarás en mi Blog: https://jairoagua.blogspot.com/ (publicada el 24-05-2020 y siguientes semanas).

Estos son mis Libros Digitales. Puedes pedirlos a jairoagua@gmail.com

Lo recibirás en tu correo-e gratuitamente.



7 comentarios:

vallas74 dijo...

Me acuerdo de la felicidad que sentí cuando mi hijo mayor, cuando tenía unos seis años, me dijo: no hay malas palabras. Las palabras se hacen malas cuando las usamos para insultar a otro...

Antonio Llaguno dijo...

Yo creo que a Dios sí podemos alcanzarlo y que Él sale constantemente a nuestro encuentro si lo sabemos ver.
Entre otras cosas prque nos necesita.
Él ya ha hecho todo lo que puede hacer para que seamos felices, no puede hacer más.
Nos ha hecho libres e inteligentes y su Hijo Jesucristo nos ha mostrado el Camino, la Verdad y La Vida que Dios sabe que es lo mejor para nosotros.
A tu reflexión sobre la causalidad yo añado dos más, que se deducen de ella y que la Iglesia hace mucho tiempo que nos mostró como caminos de la praxis cristiana peroque hemos olvidado.
Primero el principio de solidaridad. Nadie va a ayudar a los más desfavorecidos más que quienes se encuentren con Dios en su camino y lo reconozcan. Y me la pela cual sea su "religión". Toda persona que ayuda al necesitado es reflejo de Dios (que tampoco es cristiano, por cierto)
Y después el principio de subsidiariedad, es decir que los necesitados no deben recibir limosna sino deben ser integrados y ayudados por todos nosotros para hacerse responsables de su propia vida. Un misionero que conocí hace años me dijo cuando organizamos una colecta para hacer una carretera en Africa: "Antonio, no les mandes la totalidad del dinero que necesitan (habíamos recaudado más de lo previsto). mándales la mitad. El resto lo deben conseguir ellos. Deben entender que la solución es ser capaces de salir ellos mismos de su situación y tú ayudarles a hacerlo"
Estos dos principios conforman la doctrina social de la Iglesia.
Y es que Dios solo puede actuar a través de nosotros.
Dios no es todopoderoso, es topdoamoroso que no es lo mismo.

regue dijo...

Hermano y amigo Jairo, decías en el correo que nos enviaste para avisarnos de la meditación, que te ayudemos a no desanimarte. Pues bien, el correo con el que empiezas tu meditación da gracias al final por tu don, ese de descubrir la verdad del Dios Amor que nos habita e impulsa, que no nos culpabiliza sino que nos ayuda a reconocer nuestros dones y la infidelidad a esos dones, que nos descubre que somos seres luminosos. Así que no te desanimes y sigue sembrando, como te dije en otras ocasiones por teléfono, si ayudas a dos o tres ( y por lo que ves ya somos más) eso se expandirá como las hondas en un estanque. "Sin saber quien recoge sembrad las buenas acciones, palabras sonrisas..."
Y Antonio Llaguno suscribo lo que dices en tu comentario. Un abrazo.

Juanjo dijo...

Muchas Gracias Jairo. Muchos pensamos como tú. No estás solo ni mucho menos. Poco a poco la Iglesia irá evolucionando, pero va muy lenta es verdad. En realidad la Iglesia somos todos y cada uno piensa de una manera distinta.
Yo te daría un consejo. NO te preocupes. No te exasperes, no te muestres cabreado. Acepta que hay otros que ven las cosas de otra manera. Nosotros lo vemos de otra forma, y debemos estar contestos por ello.

Antonio Manuel dijo...

El Evangelio nos muestra de manera diáfana que Dios es Amor. También nos muestra que actitudes nos alejan de Dios. Jesús lo dice con claridad cuando anuncia la venida del Espíritu Santo, y promete que Dios no te negará su "influencia en ti" cuando pidas que el Espíritu Santo ilumine tu corazón.
Dios creó al hombre libre para elegir amar o no a Dios y al prójimo. Si no se ama al prójimo, tampoco se ama a Dios. Y Jesús lo dice con claridad, y expone cuáles son las consecuencias de tu conducta buena o mala.

Daniel dijo...

Gracias hermano Jairo por tus reflexiones.

Coincido en mucho, pero a las cosas y las acciones que uno hace se las debe llamar por su nombre, y al PECADO se lo llama PECADO, al pan pan y al vino vino.

¿Qué es el Pecado?
Se resumen en la tabla de los mandamientos dada por Dios, tu Dios, mi Dios y el del Señor. Y punto.

¿Qué genera el Pecado?

Lo primero: UN DAÑO a otro ser y a uno mismo. Y si pasas por la vida sembrando daño cosecharás dolor, sufrimiento, infelicidad, tristeza, angustia, desesperanza, ....

Y por qué se genera todo esto en nosotros, y nos hace INFELICES, simple, porque por nuestra propia voluntad nos ALEJEMOS de DIOS. Si nos alejamos de El pasa eso, oscuridad e infelicidad, ese es nuestro castigo, un castigo propio.

El Pecado cometido, el daño cometido, se redime cuando se lo hace consiente, cuando se lo asume, y eso pasa por el dolor y lágrimas. En esas lágrimas de esa niña estaba la redención, el consuelo de Dios. El hacer consiente el pecado, el daño en presencia de El, produce dolor, llanto, arrepentimiento, PURGA; el decir como no poder volver el tiempo atrás.
Equivocados están aquellos que dañan, y que no quieren llamarle pecado, y ni una lágrima, nada de dolor, muchos pecados no solo dañan sino que MATAN a las personas que siguen viviendo, generando y activando el espíritu de rencor, ... cuánto mal.... Muchos no se arrepienten, no lo hacen CONSIENTE, es más justifica su daño, en se amparan en que Dios no castiga.... Claro que no castiga, el que se está castigando es él mismo, alejándose más de Dios y siendo más infeliz, más triste y amargo, más ¨herido¨.

Da par más, pero creo que se entiende....
Bendiciones para todos y todas.

Antonio Llaguno dijo...

Daniel, ya que te pones a resumir lo que es y lo que no es pecado, en vez de recurrir al decálogo que según tú fue entregado por Dios a Moises (y que en su expresión actualno corresponde de forma torticera al decalogo del deuteronomio sino a una "interpretación" posterior de la Iglesia tardía podrías haber recurrido al resumen que hizo el propio Jesucristo.
Amaras a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Sin castigos, sin venganzas, sin consecuencias. Solo Amor.
Como diría un antoguo profesor mío, el Amor es el calibre Pasa - No Pasa.
El Amor pasa, lo que no es Amor no pasa.
Es tan simple que hasta mi perro lo entiende.

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