miércoles, 20 de octubre de 2021

Encontrar al Dios coherente de Jesús

Por el camino de la interioridad y la racionalidad

 

Vivimos en la época de la racionalidad y la sostenibilidad. Queremos explicarnos todo y queremos que todo lo bueno sea permanente, sostenible, eterno. 

Sin embargo, arrastramos "imágenes de Dios" anticuadas, incoherentes, antropomorfas, ancestrales. Nos encanta conservar ruinas y desenterrar arqueología mirando hacia atrás. 

Hemos olvidado los "signos de los tiempos" (Lc 12,56) y un Universo evolutivo que camina hacia adelante. Como decía un teólogo reciente "un enano a hombros de un gigante siempre verá más que el gigante que le sirvió de atalaya"Pero nos empeñamos en bajar a los zapatos del gigante, en vez de otear el horizonte. 

Esta anomalía racional de vivir la religión con tortícolis aguda tiene varias causas: 

1ª) Una "dependencia de la tradición" exagerada y sacralizada, incluso de los errores de la tradición, lo que suelo llamar "tradición de barro". Querer mantener la "historia congelada" y negar la esencia evolutiva del ser humano es una incoherencia mayúscula. Querer mantener una "imagen de Dios", descrita en "libros milenarios y divinizados", es un insulto a la inteligencia y al Evangelio. 

2ª) Un "clericalismo" exagerado y enfermizo, promotor de esa "tradición de barro" citada. Confiar enteramente algo tan importante como nuestra relación con Dios a las opiniones, ideologías, modas, cuadrículas e imposiciones de terceros es infantil e incoherente. 

Si esas personas, además, afirman que "mandan" por delegación directa de Dios, entonces hay que sospechar… Es el mismo argumento de los "brujos de tribus primitivas" y de todo falso guía religioso: Imponerse a la "racionalidad y libertad" del ser humano con amenazas explícitas o veladas de sus "dioses". 

"La fe se propone, no se impone", decía un reciente Papa santo. Pero lo que llaman "fe católica" es pura "imposición", sin concesión alguna a la "autonomía y libertad" de la criatura humana. 

3ª) La negación del Evangelio o la interpretación interesada de algunos pasajes. En él se contiene el legado (predicación y ejemplo) de Jesús de Nazaret, a quien seguimos los cristianos. Pero hay muchas "intromisiones de los autores" e "incoherencias" que hay que detectar y saber interpretar[1]. Sin embargo, otros pasajes como la "parábola del hijo pródigo", encierran todo un tratado intuitivo de Teología básica sin las complejidades en que se enredaron después teólogos circunflejos. 

4ª) El abandono o secuestro del Espíritu Santo. ¿Por dónde nos han explicado que llega esa "paloma"? ¿Cómo se la convoca? ¿Con peticiones? Pues NO, se trata sencillamente de "la capacidad, exclusiva del ser humano, de pensar, razonar, intuir y llegar a conclusiones lúcidas". No solo desde la cabeza, sino desde el ser intuitivo y sensible (la interioridad habitada). Por ahí está llegando siempre el Espíritu Santo sin necesidad de pedirlo. Solo hay que buscarlo dentro, primer paso para encontrarlo. Dios no es un "prestamista a plazos", es un "torrente desbordado" sobre sus criaturas. 

Tratándose de Dios siempre nos quedaremos cortos y nunca lo abarcaremos. Pero la "interioridad humana" está preñada de la presencia de ese Espíritu, que la creó a su "imagen y semejanza" y la inunda de gozo cuando nos sumergimos en ella. 

Querer sustituir esa "capacidad humana" con libros sacralizados, tradiciones, ideologías congeladas e imposiciones no parece coherente. Como siempre repito, "los postes indicadores pueden ser muy útiles para avanzar por el camino adecuado, pero pararse a adorarlos es truncar el camino". 

Si preguntamos a los católicos por qué lo son, muchos responderán que nacieron en un ambiente católico, que se educaron en el catolicismo, que se han habituado a sus prácticas religiosas, que están confortablemente instalados, que es la única religión verdadera, que buscar ("buscad y hallareis" – Mt 7,7) conlleva inseguridad, disconfort y sería un pecado poner en duda su fe. 

Habrá algunos que respondan que da lo mismo, que lo importante es tener una religión para poder pedir por sus "necesidades" y obtener el "apoyo divino". Creo que todas las religiones están ahí inútilmente enganchadas. 

Por desgracia, nuestra fragilidad y limitación humanas han incubado dioses aberrantes para agarrarnos. Recordemos tan solo la atávica costumbre de sacrificar vidas humanas, de la que no se libraron ni los monoteístas judíos. 

A medida que el ser humano ha sido capaz de disminuir su grado de "fragilidad" (las enfermedades, por ejemplo) y ha aumentado su "poder" sobre el entorno (explotación de recursos naturales e invención de nuevos instrumentos, por ejemplo) ha disminuido exponencialmente el recurso a divinidades y religiones. 

De ahí que se culpe a la Ciencia de tal alejamiento, puesto que ella ha sido el motor de citados progresos. ¡Nada más contrario a la realidad! 

La Ciencia no hace más que evidenciar a Dios y derribar ídolos, muchas veces con la oposición de los religiosos que defienden a ultranza sus irracionales supersticiones. También en nuestra Iglesia Católica, también. No hay más que darse un paseo por la Historia o por los actuales programas de formación de nuestros Curas. 

La verdadera causa del olvido de Dios en nuestros días está en que nos enseñan e imponen un "dios incoherente e insostenible". Es decir, un "dios falso, circunstancial, tergiversado, sacralizado y prefabricado". Y por tanto no coherente, convincente y sostenible. ¡Gravísimo pecado contra el Espíritu Santo! El mayor error de nuestro Catolicismo y de muchas religiones. 

En nuestro caso, por querer mantener la inmadura imagen del primitivo "dios de los judíos", muy distante y distinto del Abba de Jesús. Es el insistente intento de remendar los "odres viejos" para llamarlos falsamente cristianos, tentación de la que no pudieron evadirse los primeros escritores porque no pudieron superar su "cultura judía". Era parte de ellos mismos. 

¿Alguien recuerda por qué crucificaron a nuestro Maestro? Desde luego NO fue para conseguir el perdón de los pecados, ni para abrir los cielos, ni para ofrecerse como víctima, ni para redimirnos por la cruz salvadora. Fábulas que nos han contado por asumir y entronizar como "divinos" a determinados escritores "sagrados". Explicaciones incongruentes de "judíos convertidos" (hoy santificados) para justificar el escandaloso fracaso de "su mesías". 

Lo mataron porque negó al "dios legalista, prepotente, atemorizante y castigador" de los jerarcas judíos, porque fue un verdadero peligro para su devaluada religión. Lo mataron por hereje y por decisión humana, nada de "voluntad del Padre". Esa es la verdad coherente e histórica. 

No basta decir con bien intencionado voluntarismo: Yo creo en Dios, yo amo a Dios. ¿A qué Dios? Primero hay que "sondear e identificar a Dios", hay que bajar al "reino" de Jesús o al "salón oscuro" de Tagore para palparle a ciegas, dejarte sentir tu parecido y bañarte en la fuente de tu humanidad. 

Solo tras esa "impregnación" (por eso hablo siempre de "oración de impregnación" y nunca de "petición") podrás decir que crees en Dios. Solo cuando tu humanidad sienta una "adhesión instintiva" a la Madre que te engendró y te sostiene, aunque no intervenga, porque respeta la "autonomía y libertad" con que te creó. 

En contradicción con ese proceso religioso y humano nos han inundado de ídolos, fábulas, magias, supersticiones, etc. Totalmente incoherentes e increíbles. 

Nada más empezar a leer "Matar a nuestros dioses" del religioso José Mª Mardones me encuentro menciones como éstas: 

- "Distorsión de la verdadera imagen cristiana de Dios" 

- "A menudo Dios es una carga pesada, muy pesada" 

- "Esas imágenes de Dios no son el Dios de Jesús, sino su negación" 

- "Hay que cambiar nuestras imágenes de Dios… Frecuentemente ni lo hacemos, ni nos ayudan a hacerlo en la Iglesia". 

Desde la actualidad en la que escribo me siento empujado sin remedio a insistir en las básicas "imágenes coherentes y sostenibles". Aunque repita y repita como un borrico de noria. 

Debo rebatir, una vez más, las blasfemas "imágenes incoherentes e insostenibles" que todavía reinan en nuestra Iglesia. A pesar de que muchos teólogos y curas "convertidos al Evangelio" emiten ya en otra onda. Pero no parece suficiente, los "guías ciegos", que se han apoderado de la Institución, siguen anclados en un pasado oscuro e inamovible.

Ya es difícil creer en un Ser infinito y eterno, origen de toda la creación. Encerrados en nuestra realidad de "tiempo y espacio" somos incapaces de imaginar siquiera un Alguien que esté fuera de ese marco. 

Por eso hay que recurrir a la observación de lo creado y a nuestro propio interior, a nuestra propia naturaleza, a nuestra coherencia inteligente.  

La mayoría, guiados por la manipulación de "gurús religiosos", no sale de su piel, es decir, de sus "necesidades superficiales y corpóreas". Recurren a los "ídolos de su cultura" para reclamar ayuda para su evidente fragilidad y limitación. 

Es la "religión primaria y egoísta" de que ya he escrito en anteriores meditaciones. Se caracteriza por ignorar la "autonomía y libertad" de la creación y del hombre, como rey de la misma. Y minusvalora el don supremo que se nos ha dado: la INTELIGENCIA, para sustituirla por el "sometimiento a otros hombres" que llaman "fe". 

Se prefieren las creencias impuestas, la magia, el milagro, la fábula, el rito, el precepto, el libro… Es decir, la renuncia a la "autonomía y libertad", gestionadas por la INTELIGENCIA, para colgarse de lo enseñado e impuesto por terceros. 

Es una "conducta infantil", fácilmente manipulable por los conductores de las distintas religiones. También la Católica, también. Cuando se llega a la edad de reflexionar, probablemente esa "religión primaria y egoísta" entre en crisis y muchos jóvenes se den cuenta de la manipulación incoherente. 

Sin embargo, nuestra propia "experiencia adulta" nos demostrará que poseemos una "libertad y autonomía" que no nos enseñaron a gestionar. Entonces muchos abandonaran las ideologías que les predicaron y los "dioses y diosecillos" que les impusieron y que no se sostienen a la luz de la inteligencia.

Y es que solo un "Dios coherente" puede ser sostenible. Para encontrarlo hay que superar el cuerpo y adentrarse en el interior. Ahí te darás de bruces con un "Dios personal e íntimo", fuente de sabiduría y fuerza, motor de nuestros sentimientos humanos. Innumerables citas evangélicas lo corroboran. Por ejemplo, todas las que hablan de "encontrar" o del "reino de Dios". 

Por desgracia, nuestros propios "gurús religiosos" nos han colgado de un ausente "dios intervencionista y milagrero": Dios arriba en su trono y nosotros abajo, en nuestro destierro terrenal pidiendo socorro. 

Casi toda nuestra actividad religiosa consiste en convencerle para que "baje" y nos socorra. O en insistir a la Virgen y a los Santos para que le convenzan. ¡Pero, hermanos míos, si Dios ya está convencido! Somos nosotros los que tenemos que convencernos de su convencimiento. Si no necesita bajar porque nunca se fue. 

Al error del "dios intervencionista" sumamos el error de pensar que personas, humanas como nosotros, tendrán más misericordia que el mismísimo Dios y le persuadirán de que "actúe" y nos socorra. Lo cual es una blasfemia, consentida y cultivada por los responsables religiosos, que oficialmente han instaurado la absurda "intercesión" [2]. 

Con estos mimbres ya tenemos formada la imagen de un "dios campana" al que hay que repiquetear, con la larguísima soga de nuestras peticiones, para que se entere de cuáles son nuestras necesidades. O le despierten sus enchufados del cielo. 

O la imagen de un "dios perchero" en el que colgamos las necesidades propias o de nuestros prójimos. Las frases: "te encomiendo" o "rezo por ti" son tan habituales como absurdas. 

Estamos expresando que nosotros somos más compasivos que ese "dios despistado" al que hay que "llamar la atención" para que se acuerde de ti. Y con esa "encomienda o recomendación" nos sentimos liberados y satisfechos de nuestra solidaridad. Lo practicamos a diario en las oraciones oficiales. 

En la "parábola de buen samaritano" se le olvidó mencionar al evangelista que Jesús les dijo que el clérigo que pasó de largo iba repitiendo "te encomiendo a este pobre herido, te encomiendo a este pobre herido…" 

Otra imagen habitual es la del "dios tacañón" al que hay que arrancarle (sic) los favores a base de martillear. Cuando oigo o leo esa diabólica frase: "Le arrancaron a Dios el milagro con su insistente oración"… os aseguro que me entra un sudor frío y una desazón increíble. ¿A qué "dios de piedra" reza esta gente con escoplo y martillo? 

O la escandalosa imagen de un "dios inmisericorde" que necesita ser continuamente empujado por sus cortesanos para que nos mire desde allá arriba y deje caer alguna brizna consoladora. 

Estas y otras imágenes, de las que siempre hablo, no son más que vomitivos del Dios verdadero al que suplantan. Son irracionales e incoherentes, contrarias al Abba revelado por Jesús. 

Os prometo que no puedo entender (debo ser muy muy burro) que clérigos tan estudiados y doctorados consientan o promuevan una "piedad bárbara, primaria, incoherente y absurda" y se llamen cristianos. No estoy exagerando. Muchísimos católicos somos o hemos sido "idólatras". 

Copio al religioso Mardones: "Son imágenes que nos encontramos fácilmente en la pastoral, en la catequesis, en las homilías, en conferencias, en programas de radio y en charlas cotidianas" [3] 

¿Todos estos "dioses", con los que convivimos, concitarán muchas adhesiones y atraerán a los alejados, jóvenes, dubitativos, ateos…? Creo que no, solo causarán muchas deserciones, indiferencias, sarcasmos y rechazos. 

Ya nos incriminó Pablo: "Por vuestra causa es blasfemado el nombre de Dios entre las gentes" (Rom 2,24). Y, anteayer, el Vaticano II ya reconoció que "el ateísmo o no creencia de muchos está causado por las malas imágenes que ofrecemos de Dios". 

¿Entonces? ¿Por qué se quiere mantener oficialmente un "dios insostenible, falso, utilitario e incoherente"? No tengo respuesta, para mí es inexplicable. Solo hallo un paralelo en el Evangelio: "como decís que veis, seguís en pecado" (Jn 9,41). La negación del Evangelio es flagrante y evidente en nuestros días. 

La misma incoherencia de los "monumentos faraónicos" frente al portal de Belén, al hogar de Nazaret, a la desnudez de la Cruz. La misma mentira de "una Iglesia pobre para los pobres" repleta de oro, plata, piedras preciosas, arte, museos, orfebrerías, retratos obispales y demás "valores materiales"… Me hiere profundamente que vivamos hoy, de hecho, en las antípodas del Evangelio. Es todo lo que puedo decir. 

¿Por qué católicos de buena voluntad siguen acudiendo a esos "ídolos incoherentes e insostenibles"? Eso tiene más fácil explicación: 

Porque nos lo inocularon de pequeños y eso es muy difícil de cambiar. Salvo que se haga un camino de búsqueda y maduración personal al que pocos nos empujan. 

Han sacralizado la "piedad popular" y ahí nos suelen abandonar con todas nuestras supersticiones, egoístas devociones, cadenas mentirosas y folclores seudoreligiosos. 

Porque nuestra indigencia, nuestra limitación y nuestra fragilidad nos empujan instintivamente hacia un "algo o alguien poderoso" que nos pueda socorrer. El "instinto religioso" es connatural al ser humano, así lo corrobora la experiencia y la historia. 

Como no siempre nos predican al Dios verdadero hay que buscarle personalmente con insistencia. Trabajo que una mayoría no intenta. Casi siempre nos apoyamos en la "divinidad" que nos enseñan o nos imponen los poderosos. 

Nuestra necesidad de "agarrarnos a un clavo ardiendo" nos mantiene en rutinas religiosas y en devociones superfluas, difundidas como milagrosas. Se practica una religión como quien "juega a la lotería", a ver si nos toca el milagro. Esa es la religión de muchísimos. 

Pero pocos, muy pocos, buscan la "experiencia interior" de un Dios, en quien somos y existimos, cuyo trato nos aporta luz, energía y amor, las tres piedras básicas de toda auténtica religión. 

Es decir, nos solemos conformar con la externa "copa de la religión" (de la forma y tamaño que los jefes imponen) pero sin el "vino de la espiritualidad", del contacto y experiencia personal con un Otro que nos trasciende, acompaña y abraza. 

De ahí que lo esencial de la Buena Noticia sea la "revelación" de un Dios Padre y Madre que nos habita y nos conduce a la "liberación" del yugo del poder religioso. "El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2,27). 

Alguno objetará: Tu Dios interior y personal es muy individualista. Los católicos somos Comunidad de creyentes. 

Y yo le replicaré: ¿Amigo mío, qué es lo que da "calor de hogar" a la Comunidad? ¿Los troncos bien apilados en la leñera o los que arden en la chimenea concreta e individual de cada católico?


[1] Está a disposición de todos mi breve "Monografía sobre la Biblia" con algunas aclaraciones básicas. Puede pedirse gratuitamente a jairoagua@gmail.com

[2] Interceder: "Hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal".

[3] "Matar a nuestros dioses", Cap. 1 Imágenes idólatras de Dios.




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4 comentarios:

Antonio Manuel dijo...

Tras la lectura de este artículo, se puede concluir que el "juicio sumarísimo" hacia el desempeño de una religión, es en realidad una acusación global a una sociedad opulenta, relativista, libertina... La caricatura es la parábola de la actualidad. Si eliminamos todas las referencias hacia Dios, religión, ritualidad, etc. y ponemos los "hilos" motores de las relaciones humanas en el orden social de la opulencia, la autosuficiencia, etc. todo encajaría igualmente.

vallas74 dijo...

Carissimo! Nada puedo agregar a tu reflexión que hago totalmente mía...
Abrazos!!!

regue dijo...

Amigo y hermano mío, no tenía pensado decir nada aquí, pero voy a subrayar tres párrafos que resuenan más en mí:
Tratándose de Dios siempre nos quedaremos cortos y nunca lo abarcaremos. Pero la "interioridad humana" está preñada de la presencia de ese Espíritu, que la creó a su "imagen y semejanza" y la inunda de gozo cuando nos sumergimos en ella.
La Ciencia no hace más que evidenciar a Dios y derribar ídolos, muchas veces con la oposición de los religiosos que defienden a ultranza sus irracionales supersticiones. También en nuestra Iglesia Católica, también.
No basta decir con bien intencionado voluntarismo: Yo creo en Dios, yo amo a Dios. ¿A qué Dios? Primero hay que "sondear e identificar a Dios", hay que bajar al "reino" de Jesús o al "salón oscuro" de Tagore para palparle a ciegas, dejarte sentir tu parecido y bañarte en la fuente de tu humanidad.
Y es que solo un "Dios coherente" puede ser sostenible. Para encontrarlo hay que superar el cuerpo y adentrarse en el interior. Ahí te darás de bruces con un "Dios personal e íntimo", fuente de sabiduría y fuerza, motor de nuestros sentimientos humanos. Innumerables citas evangélicas lo corroboran. Por ejemplo, todas las que hablan de "encontrar" o del "reino de Dios".
Casi toda nuestra actividad religiosa consiste en convencerle para que "baje" y nos socorra. O en insistir a la Virgen y a los Santos para que le convenzan. ¡Pero, hermanos míos, si Dios ya está convencido! Somos nosotros los que tenemos que convencernos de su convencimiento. Si no necesita bajar porque nunca se fue.
Este último párrafo lo remarcaría en mayúsculas. Un abrazo

Antonio Manuel dijo...

Dios y yo. Yo y Dios... ¡ Qué soledad !
Amarás a Dios con todo tu ser,... y al PRÓJIMO como a TI mismo.
Si no ves a Dios en tus hermanos, tu prójimo, NUNCA le encontrarás.
A Dios lo tenemos muy cerca, está en tu hermano... Si te miras a tu interior, y no ves lo que tienes a tu lado, NUNCA encontrarás a Dios.

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