lunes, 20 de noviembre de 2023

Culpabilidad y Pecado, medios de sometimiento - 1ª Parte

 Solo existen "causas" y "consecuencias", ni premios ni castigos divinos

  

Nuestro catolicismo actual mantiene una ideología religiosa muy parecida al primitivo Israel. Se considera la Pasión y Cruz "voluntad de Dios" y "pago por el pecado" (en vez de injusta condena humana a la coherencia y rebeldía).

Se dice que la Misa es un repetitivo "sacrificio incruento" de aquel "sacrificio de la cruz" (en vez de una comida fraterna e iluminadora). Nuestros altares de hoy son más bonitos y adornados pero emulan claramente a aquéllos. Son solo dos ejemplos.

La "culpabilidad" y el "pecado" (ofensa a Dios) siguen siendo mecanismos de control del poder religioso. La mejor forma de someter a un Pueblo creyente es utilizando a Dios.

Nuestros dirigentes han asumido la "evolución del mundo", se han subido al avión, se han calzado el móvil, han cultivado las artes, se han vestido de seda y ya no viven en chozas. Pero no han acertado a alejarse del primitivo AT y nos han instalado más idolatrías que los amorreos. Como la "bibliolatría", la "mariolatría", la "papolatría", la "intercesión", la "milagrería", la "magia" y todos los "ídolos antropomórficos" que inundan nuestras iglesias.

Con el agravante de estar instalados en una "religión egoísta", con la finalidad de que un "dios utilitario" (o sus poderositos "influencers") baje a cubrir nuestras necesidades.

Buscamos descaradamente "su poder", no su luz y sus genes en nosotros. En vez de buscar una "religión = religare" (para volvernos a unir al Padre) nos hemos situado en una "religión = rapiñare" (para conseguir prebendas).

Si Abraham levantara la cabeza, no nos admitiría en su fe monoteísta (conservamos el concepto, no la práctica) y se dedicaría a derribar nuestras coloridas capillitas. No le faltaba razón a aquel oyente sincero de una de mis charlas que me replicaba: "Vuestro Catolicismo actual más que la Iglesia de Jesucristo parece la de Juanita la Fantástica".

¿Por qué no lo notamos? Porque no conocemos otra cosa y el "instinto religioso" nos empuja a refugiar nuestra fragilidad e impotencia. Lo mismo que los seguidores del Tótem, del Sol o del Olimpo. ¿Entonces para qué vino Cristo?

En cualquier religión lo esencial es identificar a Dios: ¿Quién es? ¿Cómo es? Y desde ahí acertar a relacionarnos con Él. Son las obsesiones de mi ignorancia. Para conseguir resultados hay que saber avanzar por los siglos, no quedarse atascados en primitivismos y no apartarse de la coherencia. Nos lo advirtió Jesús: "Muchas cosas tengo que deciros todavía…" (Jn 16,12). Y nos avisó de los "signos de los tiempos" (Lc 12,56). 

Pero en vez de obsesionarnos por descubrir al Abba, nos hemos dedicado a vestir "vírgenes nacionalistas y milagreras", a incensar libros, a construir templos faraónicos, a decirle a Dios cómo debe ser, en vez de descubrir cómo es…

Hoy reflexiono sobre dos "medios de manipulación" totalmente asumidos por el Pueblo: la "culpabilidad" y el "pecado". La erosión de los siglos horada las conciencias más lúcidas. Y ocultamos el deterioro de la roca con otra manipulación: la "santa tradición". Algún teólogo actual y lúcido aporta sus "relecturas" para intentar reconstruir los deterioros, pero me temo que con poca eficacia a corto plazo.

¿Cómo empiezan nuestras Misas? Hurgando en la supuesta porquería que llevamos en los bolsillos. Menos mal que los que hoy asisten a Misa son santificables y pasan este punto sin romperse ni mancharse. Pura palabrería ritual.


Suelo insistir en que la LUZ es lo que de verdad ayuda a ver las sombras, es decir, tus errores, tu fragilidad y tu limitación. Algo totalmente consustancial a nuestra naturaleza.

Llamar a eso "pecado" ("ofensa a Dios", al que jamás podrás alcanzar) es cargar a los fieles con una "culpabilidad" injusta, debilitante y antipedagógica. Eso sí, es una herramienta terrible de sometimiento y control, que Moisés supo emplear a la perfección.

Empapados en aquello, los primeros católicos se olvidaron de a Quién seguían e inventaron el "fielato del confesionario", donde serás "absuelto" por el "poder de un humano divinizado". Así nos metieron de rodillas bajo el "poder y control" del Cura, es decir, nos hicieron clericales e infantes dependientes. Ese trámite siniestro de escupir faltas o faltillas con frecuencia, para limpiarnos, nos llenó de escrúpulos y debilidad sicológica.

Pero el gran daño fue alejarnos de la "fuerza inmanente de un Dios Amor", que todo lo tiene perdonado desde la eternidad, que te ha confiado el "volante de tu vida" en la que solo la "rectificación" (no la culpabilidad) puede enderezar tus pasos.

Nadie nos explicó que la "culpabilidad" es una obsesión fantasmal y que el resultado real de nuestros errores o desmanes son las "consecuencias", inmediatas o demoradas.

Os confieso que la Sicología, en la que me sumergí ya de adulto, me ha ayudado a comprenderme (y por ende a comprender a los demás) y a encontrar al "Dios verdadero" que me habita, me ilumina, me habla y me fortalece. Mientras que la "Teología de la Perfección" de mi juventud (del afamado predicador P. Royo Marín, O.P.) me suscitó "culpabilidad" hasta el escrúpulo perfeccionista.

Por eso defiendo que los Sacerdotes deberían formarse en esta disciplina humana y humanizadora (empezando por ellos mismos) y no tanto en "ideologías teológicas" anacrónicas. Entonces sí, el confesionario, o cualquier otro lugar, sería un encuentro para dar LUZ, CONSUELO y MOTIVACIÓN a quien lo necesitare, sin perdones ficticios. Mi madre, que fue santa y mártir, lo encontró en el confesionario de un frailecillo capuchino al que jamás fue a confesarse.

El origen de tanto dislate católico, del que no parece que se quiera salir, está en el "error radical" de pensar que Dios lo dirige, lo manda y lo castiga todo (mentalidad judía). Por tanto hay que procurar tenerle contento para que nos mande bendiciones (materiales sobre todo) y no castigos.

Es decir, nos situamos en una RELIGIÓN PASIVA, cuya finalidad es conseguir favores de Dios y vernos libres de castigos y desgracias. (No me cansaré de insistir en este garrafal error).

Ese posicionamiento nos hace tratar a Dios como una campana a la que llegamos por la "maroma de la súplica". Tiramos y tiramos para que el "dios campana" se entere de nuestras necesidades.

Si no obtenemos respuesta, malo, porque no estamos pidiendo bien o suficiente. Hay que repicar y repicar hasta "arrancar al dios campana" de su letargo para que suelte el favor solicitado.

Y puede que nos sintamos "culpables" porque estamos siendo castigados. Hay que recurrir entonces al "ayuno", la "penitencia", el "dolor de expiación", para convencer al "dios campana" que, al parecer, se alimenta de dolor humano.

Esta doctrina es irreal, irracional, diabólica e idolátrica. Lo diga Agamenón o su porquero. Y, como casi todos nuestros dislates, procede del "primitivo" Israel. ¿No ha sucedido nada desde entonces? ¿No debemos meditar en cristiano?

La realidad de nuestra relación con Dios, expresamente descrita en el Evangelio, es que Dios es Padre, Amor, Creador Inmutable, que jamás puede abandonar a su criatura.

Pero (ahí está lo que no queremos ver) nos ha creado "autónomos y libres", a su imagen. Nos ha cedido una pequeña parcela en el Universo, un "paraíso" (del que nunca nos expulsó, sería contrario a su esencia) en el que ha puesto todo lo necesario para nuestra vida.

Por tanto nuestra relación con el Creador se basa en una RELIGIÓN ACTIVA, en la que somos nosotros los que elegimos y decidimos. Todo lo que nos sucede son "consecuencias" de nuestras decisiones, de acuerdo con la "ley de la causalidad" que rige el mundo y forma parte de las "leyes de la naturaleza" (a tal causa tal efecto, si no siembras no recoges).

Todas las ideologías de todas las religiones no podrán tumbar esa realidad racional y experimentable.

Un Creador eterno -imposible otro- no puede cambiar, ni mudar de parecer, ni perfeccionar nada, ni conceder nada, ni meter la mano en el tiempo, porque está fuera de él. Todo lo tiene hecho, concedido y perdonado desde su ACTUALIDAD eterna. Esa "voluntad variable o caprichosa" que le atribuimos, sometida a nuestras peticiones, es un cuento del Olimpo.

El mundo y nuestra vida están totalmente en nuestras manos. Las consecuencias, gozosas o nefastas, dependen de nosotros. Y SÍ, las decisiones de unos interfieren en las de otros. Esa es nuestra hipoteca. De ahí la imprescindible y benéfica "fraternidad" de que el Papa habla en "Fratelli Tutti".


Algunas personas se asustan al oír estas cosas y se sienten desamparadas. Nada más contrario a la realidad. El Creador nos ha regalado la Creación entera, ha establecido un marco de actuación natural, un orden, unas "leyes naturales" ventajosas. Y se ha instalado en el interior de cada ser humano, se ha convertido en nuestro soporte y fuerza, nos ha regalado su "imagen y semejanza" para conquistar nuestra madurez e iluminar nuestra libertad.

El ser híbrido que somos vive su parte animal: "Comer - Copular - Jugar", como el resto de animales. Y suele minusvalorar su parte humana: "Inteligencia - Voluntad - Libertad". O las utiliza para satisfacer la parte animal solamente y enfrentarse a las "leyes de la naturaleza", que son las que nos defienden y aportan "orden", salud y progreso", es decir, felicidad.

Las "pasiones animales" y las "ambiciones cerebrales" hunden muchas veces en la inconsciencia las "pasiones espirituales": "Paz - Amor - Bondad - Ayuda" (a sí mismo y al otro), que son las que nos humanizan y aportan felicidad.

Son nuestra verdadera fuerza y el mayor parecido con el Creador. Cuando nuestra vida o nuestro mundo se tambalean acudimos a los ídolos de la mano de las religiones... y nada conseguimos. El éxito vendrá de nuestra "rectificación" y de nuestra "actuación", no de la de Dios que todo lo tiene hecho y bien hecho. Este es el olvido más grave de las religiones y, por supuesto, de la nuestra.

En resumen: Seguimos colgados del esquema teocrático de Israel, con castigos y premios de un "dios interviniente", que hace y deshace a su capricho, metiendo el cucharón en nuestros guisos.

Eso lleva a mucha gente a huir de esa "amenaza" (agnósticos y ateos) o a situarse en la falacia de la Religión PASIVA que proporciona el consuelo de la imaginación u obsesión subjetivas, a veces patológicas.

La realidad nos lleva a una Religión ACTIVA, con consciencia de nuestra "responsabilidad", de la "leyes que rigen la creación" y de las "consecuencias" de nuestras libres elecciones.

Que no es posible un "dios intervencionista" es evidente, pero no se quiere ver y menos predicar. Si Dios pudiera intervenir en el mundo y no nos librara de tanto mal como nos asedia, sería un "dios canalla" (lo contrario de la esencia del Dios Amor que creó, por expansión de sí mismo, hijos semejantes a Él).

Cuenta el eminente teólogo español Dr. Torres Queiruga que un médico tenía el extraordinario don de curar toda dolencia. Una monja de su Hospital le rogó insistentemente que curara a su sobrina allí ingresada. El médico la reconoció y la curó inmediatamente. Pero al resto de enfermos los dejó postrados en sus camas. ¿Ese médico era un santo o un canalla? Si pudiendo curar a todos, solo curó a la recomendada, es que era "un canalla inmisericorde".

¿De qué nos vale tanto Corazón de Jesús en nuestras iglesias, tanto recuerdo de la Divina Misericordia, etc. Si después nos inventamos y rezamos a un "dios canalla" de hecho, que pudiendo curar no cura?

La respuesta nos la ocultan: "Dios no interviene en este mundo más que a través de nuestras manos y nuestras decisiones".

Rogar por la Paz no sirve para nada. ¿Yo que puedo hacer? Esa es la pregunta clave ante las desgracias y desviaciones del mundo. La única respuesta posible es: "Ser Paz, promocionar la Paz, contagiar Paz, reclamar Paz". Cargarle a Dios con nuestras responsabilidades es un tremendo error.

Es comprensible que, cuando nos alcanza una desgracia o una necesidad, miremos al cielo y pidamos socorro. Es un desahogo, una esperanza. Por eso es tan difícil hacer comprender que del cielo no bajará nada, que ya bajó todo en la creación.

Acudimos a la ventanilla donde "nos dijeron" que estaban las soluciones. Y un hábito secular refrendado por los "sabios y entendidos" es dificilísimo de cambiar. Salvo que descubras en tu interior la "incoherencia" que les delata y descalifica.

El alzar los brazos al cielo es un placebo en toda regla. Arriba no hay nada. El "socorro" está dentro de ti, en la luz y la fuerza del Dios que te habita y nunca se aleja. Las "soluciones" tienes que discernirlas y decidirlas tú desde tu autonomía y libertad.

¡Cómo no lo vemos expresamente escrito en la "parábola del hijo pródigo"!

  


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