martes, 2 de abril de 2024

Si tú no resucitas, vana es la Resurrección de Jesús

 Las escandalosas incoherencias del "clericalismo católico" hunden la Iglesia

 

Este Domingo de Resurrección todo son felicitaciones: ¡Feliz, feliz, feliz… Ha resucitado!

Y se intercambian estampas, aleluyas, colores y pinturas famosas. Todo eso está muy bien después de tanta sangre, lutos y exaltación de dolores.

Pero sirve de muy poco o nada si tú no has resucitado. Para nada sirve tu "creencia errónea" de que te han perdonado los pecados por su sangre, de que se han abierto las puertas del cielo, de que el pecado original ha sido revertido, de que el Padre ya está contento con nosotros y nos ha devuelto su amistad por la expiación de la cruz. 

Todo eso, perdonadme el atrevimiento, son "doctrinas erróneas, incluso blasfemas". El Padre que me habita y me habla JAMÁS nos retiro su amistad, por mucho que se lea en el Génesis o se repita en el "esperpento litúrgico de la Misa". Ese "dios de quita y pon" es absolutamente falso. Como lo es el "dios bebedor de sangre" para emborracharse y olvidar su ira.

Todo eso no son más que ídolos primitivos de la religión primitiva de los judíos de antaño. Los primeros seguidores de Jesús eran judíos y nos trasladaron una interpretación de la Cruz acorde con su ideología y sus costumbres: Obsesión por el PECADO, necesidad de la EXPIACIÓN, para conseguir el PERDÓN.


Es imperdonable e irracional que nos sigan exigiendo que creamos ("fe de paja") y oremos con ese esquema por sometimiento a una Jerarquía desnortada. Para mandarles a hacer puñetas y encajes, que tanto les gustan, como ya están haciendo una mayoría de gente actual.

¿Y por qué conservan aquel esquema errado? Por MIEDO a perder la esencia de la tradición, por DESCONFIANZA en el Espíritu y por la LIMITACIÓN humana de aquéllos y éstos, sumada a la EXALTACIÓN de los primeros doctores y jerarcas (en especial tras Constantino).


Todo ello nos ha llevado a la canonización de otro ídolo: El Libro, que confina a Dios en una estática "obra humana" de un tiempo y un espacio.

Para asegurar su encierro y mantenerle prisionero, lo consagran como eterna "palabra de Dios". De esta forma levantan, con descomunal prepotencia e irracionalidad, la "bibliolatría". Y, con ella, oscurecen o borran la LUZ renovadora del Evangelio de Jesús.

¿Dónde hemos dejado al Espíritu que habita y habla en el silencio? ¿Dónde los "signos de los tiempo"? ¿Dónde el "progreso de la inteligencia humana" y la suma de avances, inspiraciones, interpretaciones y voces de tantos y tantos "profetas del cristianismo"?

Los ha silenciado la PREPOTENCIA de unos jerarcas que utilizaron las mismas armas que los enemigos de antaño. "A unos los echaron, a otros los apalearon, a otros los mataron, y finalmente mataron al heredero".

Lo cuenta el mismo Jesús en la "parábola de los viñadores homicidas" (Mc 12,1; Mt 21,33; Lc 20,9). La historia se repite, cuando nos empeñamos en no ver y conservar maneras primitivas.

(La terrible imagen adjunta de "El hijo de la vid" -Le fils de la vigne-, obra de James Tissot, que se conserva en el Museo Brooklyn, ilustra el pasaje en que los viñadores asesinan al hijo del propietario de la viña y dejan su cuerpo insepulto fuera de la finca. ¿Cuántos "profetas cristianos" han sido desterrados o asesinados fuera de la viña por la prepotencia e injusticia de unos jerarcas católicos, indignos del nombre de cristianos? Merece la pena meditar y no olvidar).

El Creador del mundo, el Padre de Jesús, lo tiene TODO perdonado y concedido desde la eternidad. Es su inmutable esencia. ¡Qué insensato empeño en presentarle como un títere cambiante!

Lo que falta es nuestra colaboración, nuestra adhesión, nuestro seguimiento activo y real de la "LUZ de Jesús", para administrar el mundo que se nos ha confiado.

Jesús no vino a "pagar nada", ni a "perdonar nada", "ni a abrir ninguna puerta del cielo"... Esos son engaños clericales e irracionales que desacreditan y contradicen nuestro cristianismo.

Vino a derramar una inmensa LUZ en el Camino de Humanización de los que nos creemos humanos... Lo dice Juan en el prólogo de su Evangelio. Lo dice el mismo Jesús: "Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir" (Jn 16,13). Pero nosotros, con nuestros "doctores", siempre mirando hacia atrás.

Para nada, absolutamente para nada, te sirve la Resurrección, ni la "semana sanguinolenta", ni las "imágenes sobrevaloradas", ni las "creencias milagrosas", ni siquiera el "bautismo", si no te comprometes, vives y sientes la LUZ de Jesús en tu interior. Si no reconoces que es la vivencia y el compromiso interior con los valores del Crucificado, lo que de verdad te hace cristiano.

¿Has descubierto la PABA dentro de ti? Pues esa es la síntesis: Paz, Amor, Bondad y Ayuda (empezando por ti mismo). Quizás estás convencido. ¿Pero lo riegas? No con agua bendita, ni con una "religión pasiva" que solo da instrucciones a Dios y le delega tus responsabilidades.


Esos valores, esa humanización, solo pueden regarse por inmersión, como los nenúfares. Para eso tienes que meterte en tu interior y dejarte VIVIR (¡que verbo por favor!), sentir, admirar esa huella que el Creador te regaló y tienes oculta en ti mismo: su "imagen y semejanza"

Ese es el "reino de Dios" de que nos habló el Señor, que solo se contagia por ósmosis, por desbordamiento de tu interior, para llegar a pocos o muchos. Todo lo demás es purpurina, palabrería, creencia vana, manipulación o sometimiento.

¡Bendito el día y hora en que oí a Teresa de Jesús hablar de sus dificultades para sumergirse! Y qué regalo su "determinada determinación" de hacer oración todos los días, hasta conseguir bañarse e impregnarse en esa esencia que portamos dentro.

Te bastará empezar a bañarte cinco o diez minutos diarios en tu silencio interior. Puedes usar música si te ayuda a zambullirte.

Poco a poco irás disfrutando del baño y te olvidarás del reloj. (¿No lo haces con el cuerpo que se comerán los gusanos? ¿Y qué pasa con el espíritu eterno que portas?). Luego vendrá el "manso rebosar" para que tu vida interior llegue a otros.

Esa es la auténtica resurrección, la vida del Resucitado dentro de ti. Ese es el mismo dinamismo del Creador: "Vivir y rebosar". Decía San Ireneo "La gloria de Dios es que el hombre viva". Pero el Espíritu es hoy más explícito: "La gloria de Dios es entregarse".

De ahí nace la Creación entera. De ahí te llega el "dinamismo de crecimiento y entrega" con que naciste. Por desgracia, muchos lo entierran y sobreviven como zombis.

¿Y que estamos haciendo, Dios mío, al considerarte "adicto a la sangre, dolor y lagrimas" como precio a tu perdón? ¿A dónde llega nuestra locura, incoherencia, inconsciencia y sometimiento a "guías ciegos e insensatos"?


Me dices que alabas, que agradeces, que suplicas, que cumples todas las prescripciones y ritos de los guías. ¿Y con todo ello no anestesias tu conciencia?

"Rema mar adentro" (Lc 5,4) y ACEPTA sencillamente la "entrega de Quien te habita", te habla, te resucita y te llama a una humanización real y nueva. La del Evangelio de Jesús.



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miércoles, 6 de marzo de 2024

Amar a la Iglesia es ver y curar sus heridas

Lo primero es pararse y examinar las heridas





¿Quién la defiende mejor el que calla y se hace cómplice o el que ve sus heridas e intenta contener la hemorragia?

A mí me preocupan menos los "pecados puntuales" de miembros concretos que los "pecados estructurales", esos que nos separan del "verdadero rostro de Dios" y de la comunicación con Él. No me preocupa que nuestra Iglesia no sepa mantener atractivos sus escaparates, como decía Martín Descalzo.

Me preocupa que el producto esencial de su existencia, Dios mismo, se esté falsificando. Ese es el gran problema. Nuestro tesoro no son las catedrales, los oropeles, el arte, las complejas doctrinas, las liturgias solemnes y las autoexaltadas autoridades. Nuestro tesoro es el "reino de Dios" que late en el fondo de todos los corazones, palpable para todos los que quieran descender y descubrirlo: "Dios mismo".

¿Recuerdas? "Por los frutos les conoceréis" (Mt 7,16). Y los hechos están ahí. Cada día hay menos fieles y menos Curas. Las iglesias se vacían. Los ritos absurdos se mantienen (la ceniza judía que ensucia, por ejemplo). Las rutinas y los bulos milagrosos constituyen el núcleo de la religiosidad popular, sometida y clerical. La mayoría de las rutinarias oraciones oficiales son abstractas e inentendibles y "no mueven" a nada.

Pero, sobre todo, se difunde, alimenta y predica una irracional "fe humana" en amuletos, magias, humanos poderes celestiales y multitud de ídolos (como el Cristo de Medinaceli, con un milagrito asegurado -¡qué tacaño!- sobre tres peticiones formuladas y el obligado besa pies). Nadie denuncia, enseña y disuade de esa idolatría a un leño revestido de nazareno y otras muchas...

No se predica ni difunde la "confianza evangélica" en el Abbá de Jesús porque no tiene fama de milagrero. Aquello fue un cuento sin milagros, es decir sin interés.


La masa prefiere los numerosos "tótem", que nos hemos fabricado, con un argumento egoísta, falaz y muy poco religioso: "Dicen que conceden favores".

Mi Iglesia católica -única que conozco- se ha convertido en el nuevo "Flautista de Hamelín" que conduce al disminuido Pueblo de Dios, por acción u omisión, al precipicio de la "idolatría egoísta y pasiva".

¡Que el "ídolo intervencionista y milagrero" me saque de mis problemas...! ¿Mi responsabilidad? Acudir al "dios intervencionista" y "pedir". En eso consiste la religión, ¿no? Así piensa una mayoría sin catequizar, sin guías que les iluminen.

A lo que hay que añadir la "blasfema prepotencia clerical" que enseña que ellos son la verdadera voz de Dios, sus únicos y auténticos intérpretes. Cuando en el Evangelio se lee: "llega la hora, y en ella estamos, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Jn 4,23). Es decir, desde su "profunda conciencia personal".

Pero para nuestros jerarcas no ha llegado esa hora. Muy al contrario, han atrasado el reloj y han multiplicado normas muy detalladas, superando incluso la más exigente tradición judía.


Nuestra Iglesia ha hecho realidad aquella famosa afirmación: "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y el hombre le devolvió el favor haciendo un dios a su propia imagen" (Friedrich Nietzsche después de Voltaire).

El que crea que exagero que asista a cualquier Misa y escuche atentamente cómo damos instrucciones a Dios:

- "Óyenos"

"Acuérdate"

"Escucha y ten piedad"

"Perdona como nosotros perdonamos"

"Acepta nuestro sacrificio"

"Déjate convencer por la intercesión de... poderosos humanos divinizados" 

- "Resuelve"

"Concede"

- "Ten misericordia", etc. etc.


La lista sería interminable y se resume en: "Resuélvenos los problemas" y te estaremos muy agradecidos...

Hemos entronizado el "dios perchero" a quien colgarle nuestras súplicas y ya hemos cumplido... Vamos a la iglesia a ver al "dios camarero", pedimos y que nos sirva, eso es todo...

Algunos argumentan: Es normal, es nuestra "forma humana" de expresarnos…

Pues eso, hemos "formateado a Dios a nuestra imagen y semejanza", le hemos rebajado a nuestra condición humana.

Quizás alguno me llame cafre porque crea que estoy ofendiendo a "su" Iglesia. Todo lo contrario. Estoy llorando por ella e intentando decir lo que muchos piensan y no dicen o no pueden decir, sometidos al "voto de adhesión jerárquica". Soy un ínfimo enfermero, con mi puñado de tiritas, llamando a mis hermanos a ver y coser la herida por la que se le va la vida y los fieles a nuestra Iglesia.


El gotero que la mantiene con vida no es otro que el "Dios del corazón", ese que late en el fondo de todo buscador sincero o de todo orante de buena voluntad. 

Porque es Dios mismo el que nos habita e inspira, por eso hacemos oídos sordos a tantas "necias y rutinarias palabras oficiales" y nos dejamos inundar por la "corriente de agua viva".

Estoy hablando del "Dios místico". Con razón se ha afirmado: "El cristiano del siglo XXI será místico o no será" (Karl Rahner). 

Quién y cómo es Dios, es la cuestión fundamental de cualquier religión. Los cristianos tenemos la respuesta clara y racional en el Evangelio. Pero es deprimente observar que nuestra oración, especialmente la oficial, no responde a la identificación que nos enseñó Jesús.

Si meditamos sinceramente y nos preguntamos "a quién oramos", deberíamos responder: "casi siempre a ídolos varios". Tenía razón el religioso y sabio José Mª Mardones: "hay que matar a nuestros dioses", todos esos testaferros que hemos ido apoderando sin más base que nuestra imaginación y tradición corrompida. 

En mis meditaciones intento reflexionar sobre este tema repetidamente. Será por eso que me considero un "asno de noria" repitiendo y repitiendo. A la luz de mi cajita de cerillas, mis lucecitas, intento demostrar que es la propia Iglesia (jerárquica), con sus consentidas desviaciones de la "piedad popular", la que fabrica ateos, en vez de iluminar y manifestar el verdadero rostro de Dios, revelado por el Señor. 

Hoy, como hace dos mil años, puede decirse: "Viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor" (Mt 9,36 – Mc 6,34).

Ese es mi caso sin duda. Y el de muchos fieles católicos.




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martes, 6 de febrero de 2024

"ENCONTRAR al Abbá de Jesús. Más allá de errados clericalismos"

 

Después de "ORAR al Dios de Jesús. Y abandonar los ídolos" sale ahora a la luz mi último libro: 

"ENCONTRAR al Abbá de Jesús. Más allá de errados clericalismos".

Los que me conocéis ya sabéis que hablo alto y claro, sin pelos en la lengua. Estoy convencido que "la racionalidad y la coherencia" son consustanciales a la religión auténtica.

Si nos conformamos con una "seudoreligión primitiva y mágica" estamos totalmente perdidos y nuestra fe es puro humo.

Este nuevo libro, al igual que los anteriores, recoge las meditaciones que he ido publicando en mi Blog desde hace ya unos cuantos años. Y ya lo podéis obtener, como siempre gratuitamente, con solo pedirlo a mi correo electrónico: jairoagua@gmail.com

Mi amigo, el conocido teólogo español Andrés Torres Queiruga, ha tenido a bien escribir unos párrafos que he incluido al final. El Prólogo es del párroco José Luis González Regueiro, antiguo alumno de Andrés, al que muchos conocéis porque realiza una magnífica labor de actualización de la Liturgia católica, y en especial la de cada Domingo, que suelo enviar todas las semanas a los que me la habéis pedido.

Para los que queráis tener una opinión previa del libro, os adjunto lo que el profesor Torres Queiruga me ha enviado (las  imágenes y colorines son míos).


Carta a modo de Epílogo


Querido Jairo: Todavía no hemos tenido ocasión de encontrarnos lo que se dice personalmente, como hemos soñado en alguna ocasión. Pero no pierdo la esperanza de que pueda acontecer algún día.

Mientras tanto han ayudado ocasionales contactos epistolares, y sigo con atención tus escritos, siempre frescos y claros, como esa "agua" que has elegido para acompañar tu nombre (también es bíblico y simbólico por sí mismo). 

Tu tono y tu estilo recuerdan la energía algo desgarrada y el poco convencionalismo de los antiguos profetas. Como ellos, vas a lo esencial: a lo que muerde en la carne, la vida. También como a ellos te preocupa limpiar la imagen de Dios: esa de cuyo nombre Martin Buber dijo que era la más enlodada y maltratada de todas las palabras. 

Tú no cejas en tu empeño de liberarla de prejuicios, acaso bien intencionados, pero que más de una vez amenazan con presentarlo casi como un monstruo de crueldad. No soportas, con razón, que se le pueda describir como capaz de considerar culpables a todos los seres humanos por un supuesto pecado que no cometieron; y, peor, dispuesto a castigarlos, si fallan, con un "infierno eterno e inmisericorde". 

Sabes que algo se está avanzando. Pero no persistes por capricho o resentimiento. Sobre todo, no te contentas con despotricar o protestar sin construir. Como el hagiógrafo que, ya en los primeros años cristianos, valiéndose del recuerdo y del nombre de Pedro —otro que también sabía enfadarse en estos asuntos—, escribió en una carta dirigida a cuantos confesaban al Dios de Jesús: "estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones" (1 Pe 3,15). 

Eso es lo mismo que te urge a ti. Y de eso precisamente va la preocupación que rezuma cada página de este libro, peculiar en la ligereza de la forma, tajante y desinhibido en las afirmaciones, pero de muy hondo compromiso en su fondo. 

Te preocupa que el imaginario cristiano esté poblado de interpretaciones obsoletas, que amenazan con hacer de la fe una narración de mitos infantiles, demasiadas veces heredados por adultos que los mantienen sin cambio desde la primera comunión, cuando la hubo. Y, en general, una comprensión de la fe que obedece a tópicos escuchados en sermones sin actualizar e interpretaciones que circulan sin reflexión ni control. 

No te has resignado personalmente a la fe rutinaria de tantos que, en el fondo, nunca se han preocupado por creer y comprender con la conciencia y la responsabilidad de creyentes adultos, dentro de la cultura actual y a veces frente a ella. 

No te resignas a que desde la predicación, la enseñanza y la catequesis —e incluso en una parte extensa de la teología— se sigan repitiendo "doctrinas" cuya letra contradice la entraña misma de aquello que se profesa. 

He aludido al "infierno", pero basta repasar el índice de tu libro, para ver que el problema afecta a cuestiones fundamentales que cimientan el edificio de la fe y que deberían presidir la imagen de un Dios Abbá, de entraña maternal y amor infinito. 

De ahí tu insistencia en renovar el "problema del mal", borrando la idea monstruosa de que Dios lo permita pudiendo evitarlo e incluso pueda mandarlo directamente. 

En unión íntima con ese problema tratas la cuestión de la "oración de petición", empeñada en convencer a Dios, incluso "refrescándole continuamente la memoria —¡acuérdate!— y animándole a que sea bueno y misericordioso, a que cumpla sus deberes"

(Te confieso que cada vez me asombra más que la teología no tome en serio este martilleo inacabable de frases increíbles en cuanto se dedique un segundo a examinarlas, pero que deforman de raíz la imagen divina, minándola poco a poco y haciéndola literalmente increíble). 

Desde ese núcleo, que nace de tomar en serio la fe en la "creación", dejando de verla como un concepto abstracto, llamas a verla nacida de la misma entraña divina, buscando únicamente el bien para sus creaturas, apoyándolas en su realización y llamándolas a colaborar con su Creador como hijas e hijos autónomos y responsables. 

De ahí tu insistencia en el "perdón divino", que desculpabiliza para abrir a la vida, en confianza íntima y fraternidad entregada. 

Y tu llamada enérgica a la "organización comunitaria de la Iglesia" (llamada que a veces, todo hay que decirlo, debería ser menos destemplada, pues también de hermanos se trata en este asunto).

Con sobrada razón, insistes en que necesita con urgencia ser menos jerárquica y esencialmente igualitaria, sin ansias de pompa ni poder, en servicio y ayuda, colaborando con todos, abierta a los pobres y preocupada por el mundo.

Desde esta perspectiva, otros temas importantes van recibiendo su toque interpretativo: los "sacramentos", la "moral" como aliento positivo, la misma "muerte" desde la autonomía humana y el amor divino. 

Tu enumeración no pretende ser "sistemática", pues centras el esfuerzo en mostrarles a todos envueltos y vivificados por esta relación viva con el "Dios de Jesús". La enuncias casi letánicamente en tres títulos: el Dios "coherente" de Jesús, el Dios "inteligente y compasivo" de Jesús, el Dios "justo" de Jesús. 

Bien sé, porque me lo has dicho, hace ya mucho tiempo, que mi teología te ha ayudado a ir configurando esta visión. Por eso quiero decirte que, a tu vez, tú me lo has pagado con creces. 

Ante todo, porque tu recepción me anima personalmente en mi trabajo, en cuanto que de algún modo confirma que no va por mal camino y puede ayudar a una comprensión (algo) mejor y más actualizada de la fe. 

Y, sobre todo, porque, sea cual sea el acierto desde nuestra coincidencia, muestra la verdadera dialéctica eclesial que debe regir el anuncio de la fe entre el servicio específicamente teológico y las demás mediaciones eclesiales. 

El "sensus fidei", ese mismo "instinto de la fe" que a todos nos habita, entra así en la colaboración fraterna, aportando aquellas riquezas que solo se pueden alcanzar conjuntando las distintas perspectivas. 

Ninguna es mejor que otra, pues todas se unen y confunden en la comunión del servicio fraternal. En él confluye la mediación por el servicio oficial de los pastores, catequetas, profesores de religión o animadores de grupos que asumen expresamente esa tarea en distintos contextos. Y confluye la de aquellos creyentes que, como tú, asumiendo su fe de manera crítica y responsable, se sienten llamados a trabajar en este campo desde sus diversos lugares, capacidades y perspectivas. 

Este libro, unido a la incansable labor que por escrito y de palabra la acompaña, representa un caso ejemplar de la fecundidad de esta colaboración. 

El apartado final, a modo de colofón, se encabeza con un subtítulo expresivo: "Del grito de un pobre laico soñador a la llamada del Papa actual". Y concreta: "Papa, muy realista, convoca un Sínodo, nada menos, para escuchar al Pueblo de Dios". 

Has acertado, querido Jairo. Por ahí, justamente por ahí, va la gran llamada de nuestro papa Francisco a la "sinodalidad" como un gran signo de nuestro tiempo eclesial, abriendo al futuro y a la esperanza. 

Tú has hablado bien del "Abbá de Jesús". Preside el título con justicia de este librito luminoso, y tengo la convicción de que para muchas personas puede ser aliento cálido y guía actualizada para ponerse en camino. 

Andrés Torres Queiruga





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miércoles, 10 de enero de 2024

Culpabilidad y Pecado, medios de sometimiento - 2ª Parte

 La ideología seudo-religiosa es pura política de sometimiento


En resumen: El pecado no existe. Es el invento de unos hombres para hacerse obedecer por otros hombres, bajo amenaza de castigo divino.


El pecado (ofensa divina) es una quimera tan falsa como "el coco, el saca sangres o el hombre del saco" que los padres inventan para atemorizar a sus hijos y hacerse obedecer.

No entraré en las motivaciones políticas y seudo-religiosas de ese invento que pueden ser buenas y eficaces, aunque falsas de toda falsedad.

Los Cristianos lo hemos heredado del cordón umbilical judío, que no hemos sabido cortar. Por eso seguimos siendo "niños esclavizados" en vez de adultos liberados por el mensaje de Jesús.

Lo que existe es el "error humano" que elige lo que perjudica, creyendo que beneficia. La voluntad solo puede optar por el bien o lo que cree un bien (la satisfacción de los instintos animales incluida), pero que puede resultar un daño o mal para uno mismo o para otro. Muchísimas veces optamos de forma inconsciente, con el error asegurado.

Ejemplos habituales: La opción por el tabaco, el alcohol, el riesgo, la ira, la venganza, el robo, el crimen, etc. Todos los quebrantos del "orden de la naturaleza".

 

El error se combate con formación, cultivo y docilidad a la "conciencia profunda" donde late nuestra humanidad.

Y, naturalmente, la sociedad debe defenderse de los inconscientes y degradados que dañan a sus miembros, estableciendo leyes que garanticen el respeto, el orden y la seguridad.

Pero nada tiene que ver todo eso con Dios, que ya estableció en su obra creadora unas "leyes y orden naturales" cuyo quebranto tendrá consecuencias, pero no culpabilidad religiosa que corroe más que ayuda.

La culpabilidad ata, retiene, frena el crecimiento y la responsabilidad. La culpabilidad es fruto de la "conciencia cerebral" mediatizada por la religión. El dolor por el error y el daño causado es fruto sano de la "conciencia profunda". 


Los Pastores no hay caído en que muchos rechazan a la Iglesia como "autodefensa contra la culpabilidad" que no les deja vivir y les somete.

Identifican culpabilidad con Iglesia. Esa es una de las causas de la huida y rechazo a la Iglesia.

Lo que ayuda es "el reconocimiento de lo positivo del ser humano" creado a "imagen y semejanza" del Creador.

De hecho, la moderna Sicopedagogía prioriza ese camino, incluso la Sicopedagogía Penitenciaria que aplica la "rehabilitación del delincuente", finalidad humana de la privación de libertad.

Era inevitable que en los Evangelios, escritos por judeo-cristianos en el marco cultural del judaísmo, se hablase del pecado. Por eso se atribuyen a Jesús palabras que jamás pudo pronunciar por incoherentes. Como las que se citan en la consagración del cáliz: "Que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados".

Esa mención no hace más que recoger la "teoría judía" de la Redención. Por desgracia, perpetuada por la doctrina católica, sin rectificar las gravísimas incoherencias que contiene (1).


Si leemos con atención los Evangelios, nos daremos cuenta que cuando se menciona el pecado es más para hablar del "perdón" que de ofensa divina.

Y con Juan Bautista, que introduce la predicación de Jesús, ya se menciona el "bautismo de conversión" y no de perdón. El bautismo cristiano debería ser "bautismo de adhesión", no de perdón.

También ahí hemos naufragado en el "primitivismo" que impera en la doctrina oficial y que nos han impuesto por los siglos de los siglos.

Lo que habría que destacar en la vida cristiana es la "identificación y rectificación de los errores", insistiendo en la formación de una lúcida "conciencia profunda"

Y, además, insistir en la identificación de lo positivo, los "dones y potencialidades" que hemos recibido. Con esa luz se identifica mucho mejor el error, que se empeñan en llamar pecado (ofensa a dios, que debe ser muy pequeñito para poder alcanzarle).

La identificación de los "valores humanos" que laten en el fondo, en síntesis: "Paz, Amor, Bondad y Ayuda", es el camino eficaz. Y no bañarnos continuamente en el barro de supuestos pecados, bajo la excusa de examinar el barro.


Los golpes de pecho, por supuestos pecados, para evitar el mazazo divino solo sirven para huir del de la maza.

Pondré un ejemplo visual: Imagina una ciudad inundada por el agua. ¿Qué solución sería racional? ¿Analizar el agua una y otra vez para ver su grado de contaminación? ¿O construir infraestructuras sólidas para contener las inundaciones? Que se lo pregunten a los holandeses…

Algo parecido pasa con los errores humanos reales, no los inventados. Lo importante es la "rectificación" y la "identificación y cultivo de lo positivo" que servirán para evitar los errores.

Os cuento, finalmente, un caso real de un lector que me escribe: 

<< He leído con embeleso los cinco capítulos que bajo el titulo "El Dios que me habita y me habla", figuran en el borrador que me enviaste de tu libro digital "ENCONTRAR al Abba de Jesús. Más allá de errados clericalismos".

No soy capaz de agradecerte nuevamente por pasar por estos "sotos con presura". Gracias porque, conforme iba leyendo, me iba inundando una paz, una alegría interior que me han desbordado. Me he sentido en muchos pasajes perfectamente retratado. Me has puesto frente a mis miedos, frente a mis temores más íntimos y me has soltado en manos de un Amor que siempre ha estado ahí.

El lastre que muchos católicos llevamos del "Dios castigador" es un lastre tan asumido que muchas veces hasta lo ves como normal. Siempre machacándome, siempre en estado de continua insatisfacción.

Solamente una vez me di cuenta del dolor que nos han generado. No quiero cebarme con los que me enseñaron, porque seguro que intentaron hacerlo lo mejor que sabían. Pero, tal vez, los mandamases, los de arriba, esos sí fueron culpables de unas orientaciones dañinas. Sea como fuere, ya es pasado.


Mi último aldabonazo ha sido cuando mi hija, una niña feliz, responsable, bien educada, asistía a clases de catequesis y, súbitamente, se volvió triste. La descubrimos su madre y yo llorando en su cama porque el catequista le había hecho "ver sus pecados". Estaba angustiada.

Gracias al amor y paciencia de su madre, las cosas no pasaron a mayores... Pero esa vez, como he dicho, sí me dolió por ella y… por mí.

Yo había arrastrando esa sensación durante mucho tiempo, me veía reflejado en ella, pero a mí nadie supo sacarme del entuerto. Aquel sentimiento de culpa lo interioricé, y así hasta hoy. De vez en cuando salta, te atrapa, consciente o inconscientemente y es un lastre bastante grande.

Por eso tus letras han sido un racimo de alegría. Gracias. Que el Dios Amor te siga inspirando porque de eso, todos los que te leemos, saldremos ganando >>.

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(1) En "Monografía de la Redención" y otras meditaciones me extiendo sobre este tema central para los Cristianos, totalmente tergiversado por la "doctrina oficial católica", anclada todavía en la incoherente expiación del judaísmo.

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Si tú no resucitas, vana es la Resurrección de Jesús

  Las escandalosas incoherencias del "clericalismo católico" hunden la Iglesia   Este Domingo de Resurrección todo son felicita...