lunes, 1 de febrero de 2021

Dios contra Dios

¿Y qué dice el Evangelio?

Ahora resulta que todos presumen de "nueva evangelización", incluso los que siguen atrincherados en Trento o en Abraham. El caso es figurar, aunque sea con los viejos cacharros y los preciosismos ornamentales.

Pululan hoy católicos expertos en apropiarse no solo del Evangelio, sino de la Iglesia, del Papa y de la mismísima Divinidad. Egocentrismo muy habitual y extendido en todas las religiones.

De ahí las abominables "guerras de religión", las "capillitas de élite", los "dueños de la verdad", los "corralitos de apariencias", los "propietarios de Dios"… Además de los "milagreros de turno" y los "exorcistas de inexistentes demonios". Todos luchando contra todos por el pedestal de "pluscuamperfectos" y "pueblo escogido". 

Es la guerra de Dios contra Dios, como en la película "Kramer contra Kramer". ¡Qué disparate! Quizás nuestra autoritaria Iglesia debiera mirarse el ombligo… Aunque ahora ha renacido con fuerza la "Fraternidad" de Francisco que es un rayo de esperanza. Y que, según algunos, será flor de un Papado fugaz por ausencia de una mantenida "transformación" de la cúpula. 

Este pobre predicador de secano -sin agrupar y libre como la luz- intuye que la "transformación" es el camino nuevo y viejo del Evangelio. Lo que no significa vivir como "in illo témpore", sino hacer el "camino de humanización" propuesto por Jesús de Nazaret. 

Lo esencial y actual del Evangelio -me parece- es conseguir una vida auténticamente humana: "He venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,10), cuya semilla es ese "reino de Dios" que todos llevamos dentro y no es propiedad de una religión o casta. Aunque necios maestros insistan en su "sacralización" y hayan deducido recetas mágicas, expiaciones absolutorias, sacramentos milagrosos, etc. Creo que todo es más sencillo y racional.

Nuestra especie es una raza híbrida, medio animal y medio humana, una especie de centauro -el Creador sabrá por qué-. Cuando históricamente ha prevalecido la parte animal todo ha sido violencia, errores, desgracias, sometimientos, etc. 

Cuando ha dominado la parte humana, con su inteligencia y su voluntad, la humanidad ha progresado con avances y retrocesos, porque somos muy limitados y nos deslizamos con facilidad hacia la parte animal, tanto individual como socialmente.
 
Permitidme meter las manos en harina durante unos minutos, aunque me salga un pan como unas tortas.

"La vida es transformación o no es vida". De ahí la frase evangélica: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto" (Jn 12,24).
 
El dolorismo[1] (perdurable todavía hoy y originado en la antigua interpretación de la cruz como expiación necesaria) ha entendido ese versículo como llamada al sacrificio, a la renuncia, a la necesaria muerte del cristiano. No tenéis más que analizar la cuaresma católica y la llamada "santa" semana con sus exhibicionismos de sangre. 

Otros han leído en ese versículo un anuncio de la pasión. Unos y otros se han enredado en el verbo "morir" y han ignorado la llamada a la "transformación" y la "vida".
 

Una semilla inerte sirve para muy poco. Algunas, si acaso, para ser deglutidas. Solo cuando puede germinar y sacar su "potencial de crecimiento" se puede decir que vive, crece, se multiplica y consigue la finalidad de su esencia. Lo mismo ocurre en el ser humano. 

Para mí es evidente que ese texto llama a la vida, NO al enterramiento y la muerte. Solo transformándose día a día -como el grano en el surco- puede el hombre crecer y dar el fruto que está llamado a dar. Sin comparaciones y egoísmos ideológicos, sin pretender lanzar a mi Dios contra el Dios del otro.

Para avanzar hay que dar continuos pasos, dejando que muera el anterior, sin apego a los pasos ya dados, sin retroceder. Solo así se puede hacer un camino, especialmente el camino de la maduración humana. Solo así, en continuada transformación, se puede llegar a ser lo que cada uno es de fondo.
 
La ascética cristiana -la puesta en orden de la persona- no hay que entenderla como un cortejo de muerte o un yunque de dolores, sino como una sucesión de partos. Algunos más dolorosos que otros, pero todos felices alumbramientos de vida.
 
La vida pugna por brotar desde nuestras entrañas preñadas de Dios
, aunque algunos no lo sepan, no lo sientan o no se hayan parado a escuchar ese gozoso latido interior. ¡Pobres! Vivirán su gravidez como un peso insoportable, como una búsqueda insatisfecha, como una duda acongojada… 

El Evangelio es el impulso para la transformación, puesto que la plenitud humana termina en Dios mismo: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). "Nos hiciste, Señor, para ser tuyos y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti" (San Agustín). 

Quienes han convertido el Cristianismo en rígido inmovilismo, o en seguimiento ciego de otros hombres (lo llaman fe), o en ritos, rutinas, cumplimientos externos, solemnidades sin consecuencias y monumentos turísticos, tendrán que dar larga cuenta de su engañosa dominancia. "¡Fariseo ciego, limpia primero el vaso y el plato por dentro, para que también por fuera queden limpios!" (Mt 23,26).

Quienes han convertido el Evangelio en una llamada a la muerte (dicen que a imitación del Crucificado, olvidando que fue el "inmovilismo de la religión" quien lo asesinó) en vez de una llamada a la vida habrán caído en el más terrible de los engaños: la corrupción de la Palabra de Dios.

El mensaje es todo lo contrario, es una llamada a la vida "humana", a la corriente vital que nos inunda desde el fondo. "Mediante el testimonio admirable de tus santos fecundas sin cesar a tu Iglesia con vitalidad siempre nueva" (Prefacio II de los santos). 

Quienes se han instalado en una religión de petición, en un anestésico de la conciencia, en una dejación de la responsabilidad personal, en el perchero para colgar nuestros problemas, en el opio del pueblo, han olvidado que la gestión de la vida y del mundo es cosa nuestra y que el Creador ya nos ha volcado todos sus dones: "Multiplicaos, llenad la tierra y dominadla" (Gen 9,7). 

No se puede tener engañada a la buena gente. Habría que repetir sin miedo: "La petición sin adhesión no sirve para nada". Lo que calienta no es pedir sol, sino ponerse bajo sus rayos. 

¡Por supuesto que necesitamos apoyarnos en el Dios amante y amado para vivificarnos! Decisión de nuestra gestión humana es estar en contacto con Él, dejarnos abrazar y mimar, ser permeables a sus luces y colores, agarrar fuerte su mano...

Pero nuestra tarea de toda la vida es gestionar el "proceso de transformación", la doma de nuestra animalidad, el ejercicio continuo para llegar a ser "humanos", la aceptación humilde de nuestra limitación y sus consecuencias irremediables... 

Se ha hablado tanto de lo "sobrenatural", se han construido tantas teorías, se han inventado tantos automatismos, que imaginamos lo "sobrenatural" como el cable del televisor por donde baja la gracia divina cuando pulsamos el mando y despertamos a Dios para que aparezca en la pantalla y nos escuche. Lo rezamos oficialmente: "¡Escúchanos Señor!". Qué error, qué tremendo error... 

No hemos llegado a comprender y experimentar que lo "sobrenatural" es lo más "natural" del mundo, que ya está en el interior desde que nacemos: "El reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21).Hemos perdido la noción de que la vida es el "proceso de transformación" en "humanos", el desarrollo de esa semilla que nace dentro de nosotros. 

Por eso el Hijo se llama a sí mismo "hijo del Hombre" (el Modelo, el Camino de transformación, la Verdad de nuestra realidad, la Vida humana y feliz a la que estamos llamados). La condición de "ser humano" no nos la da el haber nacido de una mujer, ni siquiera el disfrutar de inteligencia. Sino el proceso vital de transformación, la realización concreta e individual de la "imagen y semejanza" (Gen 1,26). 

Se ha hablado mucho de "conversión", que es la rectificación continua de nuestros errores. Pero poco de crecimiento, de "transformación", que es la finalidad de la vida: "llegar a ser tú mismo, solo tú mismo y plenamente tú mismo". 
Es decir, llegar a realizarte como el individual hijo o hija que el Padre creó "a su imagen y semejanza" con tus dones concretos, en tu ambiente concreto, con tu vocación concreta. Para ello hay que superar instintos, ambiciones, complejos, falsedades, ambientes negativos y heridas. 

El Evangelio está plagado de llamadas a la "transformación", más allá de la "conversión". Citaré algunos ejemplos: Cuando el joven rico afirma: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño" (Mt 19,20), está diciendo que ya está convertido. La continuación es: "Anda, vende todo lo que tienes… después ven y sígueme" (Mt 19,21). 

Cuando Pedro camina al lado de Jesús y ve que Juan les sigue, pregunta: "¿Señor y éste qué?" (Jn 21,21). La respuesta es similar: "Si yo quiero que éste se quede… ¿a ti qué? Tú sígueme". La llamada y el seguimiento siempre son personales, transformantes. Aunque después necesitemos el apoyo de la comunidad para contagiarnos y contagiar. 

Cuando Marta -convertida y entregada al servicio del Señor- se queja: "Dile que me ayude" (Lc 10,40), la respuesta es: "María ha escogido la mejor parte". La impregnación, la transformación, el proceso de desarrollo personal, es la parte esencial. Detrás vendrán inevitablemente los frutos. 

Pero no basta con desearlo. Hay que poner los MEDIOS que nos ayuden en esa transformación. Para mí son básicamente dos: la "oración personal" y la "formación sicológica experiencial". Hay que sumar espiritualidad (contacto con Dios, fuente de la sabiduría) y sicología humana (conocimiento de ti mismo, su criatura). Es imprescindible saber quiénes somos, de qué estamos hechos y a qué estamos llamados, cuáles son nuestros buenos funcionamientos, cómo decidir lúcida y libremente, etc. Es decir, cómo ser "humanos" equilibrados, libres y maduros, dominando al animal que arrastramos.

En nuestra Iglesia se ha dado muchísima importancia al SABER. De hecho estamos dirigidos por "sabios y entendidos", por "doctores", por los más intelectuales.
 


Si queremos conseguir esa "nueva evangelización" de que tanto se habla, habrá que priorizar el SER (muy por delante del tener, poder, saber o servir) porque "el camino del ser es el camino de Dios", el camino de la realización personal, de la máxima fructificación y eficacia, de la máxima ayuda a los demás. 

Lo esencial de un árbol no son las ramas, ni siquiera el tronco, sino las raíces vivas y profundas que generarán y alimentarán al resto. De ahí procede también la entrega de sus frutos (nadie puede dar lo que no lleva en sus raíces). 

Solo cuando prioricemos la "transformación personal" (en la catequesis, en la liturgia, en la oración, en los sacramentos, en la cadena jerárquica, etc.) habremos iniciado la "nueva y vieja evangelización", habremos encontrado el camino de la máxima eficacia personal y solidaria: "Dad limosna de lo de dentro y lo tendréis todo limpio" (Lc 11,41).
 

El Evangelio es camino de transformación, de conquista de la plenitud humana, de felicidad por la autorrealización
, que en eso consiste "la salvación" a que estamos llamados y NO el instantáneo y supuesto milagro de la sangre del Salvador: "Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa" (Jn 15,11).
 

El Evangelio es "un camino que hay que caminar", un camino de continua transformación, de gozoso descubrimiento interior, de permanente humanización. Eso es lo que significa "venga a nosotros tu reino" (Mt 6,10).

No viene por fuera y de arriba. Viene por dentro y de abajo, transformando, iluminando, pacificando, movilizando y alegrando. "Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino criatura nueva" (Gal 6,15). 

¡Te deseo buen camino!



[1] Dolorismo: 1 Creencia de que el dolor voluntario es siempre bueno, camino de expiación y santificación; que procurarse dolor es imitar a Cristo que abrazó su cruz. 2 Tendencia a causarse dolor por motivos religiosos o "masoquismo religioso".

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3 comentarios:

vallas74 dijo...

Totalmente de acuerdo, Hermanito!! Vengan y vean, dijo Jesús... Y esa es nuestra tarea. Para provecho propio y de nuestros vecinos...

regue dijo...

Pues ni tan largo que decías Jairo. Y viene muy bien ahora que va a comenzar la Cuaresma con su procesión de "ceniza", yo ya no lo hago, es inútil y antihigiénico (no ya ahora con la pandemia sino siempre) mancharnos la cabeza para hablar de conversión, cuando lo que tenemos que hacer es lo que tu dices la transformación desde dentro. Gracias de nuevo por tu reflexión. Abrazo y seguimos.

Antonio Manuel dijo...

... «Porque de dentro, del corazón, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre» ... (Marcos 7)

Toda obra humana está expuesta al riesgo de la mala conciencia personal.

"...Todos somos pecadores y podemos caer..." (Papa Francisco)

"...el que esté sin pecado que tire la primera piedra..." (Juan 8)

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