martes, 2 de julio de 2024

Mi querido amigo homosexual

 Reflexiones básicas

 

¡Qué barbaridad!
¡Cuánto desprecio, humillación, marginación, burla, insulto, vergüenza, ignominia, chacota, vilipendio, juicio y condena habéis sufrido, hermano mío, los de tu condición! Por contra, me has dicho cosas realmente admirables en tu carta rebosante de confianza, sentido común y religiosidad de la buena.
 

Te confieso, con la misma transparencia con que tú me has obsequiado, que no sé vivir sin verdad, coherencia y orden. Por eso no puedo admitir eso de la "opción sexual". La sexualidad no se puede elegir, viene dada por la naturaleza y no depende de la voluntad, como tampoco yo puedo elegir entre ser hombre o topo. 

Por cierto, qué vergüenza infame tienen los políticos torpes para hablar de SEXO, palabra preciosa y precisa. Se les llena la boca de "género", categoría gramatical de las palabras, demostrando que son del "género bobo". A cada realidad su nombre, si hubiesen estudiado Gramática. 

Y hablando de SEXO, hay que saber que existe la disfunción entre naturaleza e inclinación sexual, excepción de la propia naturaleza. Tú me dejas bien claro que lo tuyo no es una "opción" sino una "condición" con la que naciste y nada puedes hacer para cambiarla. No existen medicinas, ni tratamiento, ni gimnasia que puedan domesticar tu orientación sexual. Mereces, para empezar, todos mis respetos. 

En este tema, tan vidrioso para tantos, hay mucha herida abierta, mucha confusión, mucha oposición mental, mucha demagogia y mucha tergiversación interesada de los de una orilla y la otra. Y, sobre todo, mucha contaminación política que suele ser ignorante e interesada. 

No quiero herir ninguna susceptibilidad pero no puedo más que escribirte con total sinceridad, correspondiendo a la tuya. No sé hacerlo de otro modo. 

Desde la fraternidad humana y cristiana que nos une, déjame concretarte algunas luces: 

1ª) Ama la verdad: ¡Eres una flor rara! ¿Y qué? ¿Acaso no has nacido de un padre y una madre? ¿No es tu Padre el mismísimo Creador? ¿No existen en la creación flores raras, exóticas y preciosas? ¿No existen genios nada normales? No se puede partir de mentiras, es imposible construir negando la realidad. 

La homosexualidad es una excepción de la naturaleza, un resultado contradictorio e impredecible. No pasa nada por asumirlo. No sabemos por qué se dan rarezas en la naturaleza. Hay albinos entre los negros, hay quien nace ciego o sordo o sin brazos o sin piernas, etc. También hay quien nace con genitales masculinos e inclinación sexual hacia los hombres o a la inversa. Los que se empeñan en mostrar tal excepción como normal niegan la evidencia, se engañan (a sí mismos o a otros) y pretenden manipular a quienes sufren tal alteración. 

2ª) Acepta la realidad: Sólo partiendo de la aceptación serás capaz de liberar ese sufrimiento de ser distinto y contradictorio. Ese es el primer dolor que asalta a los homosexuales al darse cuenta que no sienten como los demás. 

Lo primero es "aceptarse a uno mismo", curar todo posible resentimiento contra los padres, uno mismo o Dios, que permitió tal excepción. Sé capaz de decirte "soy distinto" pero tan persona y tan digno hijo de Dios como todos los demás. 

Es imprescindible instalar esa aceptación propia en lo más hondo de la persona. Sólo desde ahí podrás soltar toda la culpabilidad que pueda generar tu subconsciente o el cruel ambiente humano que te rodea. 

Aceptar que "no eres como la mayoría", que sufres una contradicción biológica, un accidente de la naturaleza, te ayudará a aceptarte tal cual eres. Hay quien pretende negar esa "anormalidad" para no ofender a los homosexuales, como si la ocultación de la realidad eliminase la misma. Os hacen un flaco favor y un perjuicio sicológico tremendo, se engañan y os engañan. 

La mejor compasión es la auténtica estima, reconocimiento y afecto a quien tal anomalía padece. A un sordomudo de nacimiento no se le puede decir para consolarle que oye perfectamente. Eso es insultarle y reírse de él. Por eso hay que empezar llamando a las cosas por su nombre y aceptar lo que es irremediable, cuando es irremediable de verdad. 

3ª) No caigas en la necia ostentación: Se ha puesto de moda "salir del armario" con ostentación, vehemencia y alharacas. Es síntoma evidente de que no ha habido "aceptación interior", que todavía están acomplejados y avergonzados, necesitan autoafirmarse con violencia, enfrentamiento u ofensa.

Del armario del que hay que salir es el de tu propia interioridad, tu propio rechazo y tu vergüenza. La puerta es la "aceptación de la realidad de uno mismo". Has de integrar en tu personalidad que eres como eres, con naturalidad, con clarividencia, con realismo. Tú no elegiste nacer así, como no elegiste absolutamente nada de tu herencia biológica. 

Lo del orgullo gay es un ridículo drama que oculta, bajo su ropaje festivo, el insensato complejo de ser distintos. Pretenden reivindicarse frente a una sociedad intolerante pero consiguen lo contrario de lo que buscan con sus esperpénticos ropajes y manifestaciones degradantes. 

Ese tipo de manifestaciones margina aún más al "colectivo gay" por mucho que haya quien aplauda la fugaz fiesta o sea apoyada políticamente con claro interés de captación y manipulación. Los políticos utilizan el mismo método de adiestramiento del baile de los delfines o las peripecias de los primates. Y utilizan en su manipulación las subvenciones y fútiles aplausos, lo mismo que con otros colectivos. 

Para mí las personas homosexuales merecen mucho más respeto y trato digno. La "feria del orgullo" aumenta el rechazo y hasta el desprecio de la sociedad. Estas manifestaciones desbordadas no hacen más que "tirar piedras contra su propio tejado" como ocurre, a veces, con otro tipo de manifestaciones políticas. Si los propios manifestantes no se respetan a sí mismos, mal van a conseguir el respeto de la sociedad.

4ª) No te culpabilices: Hay siglos de historia que pesan contra vosotros. Durante mucho tiempo se pensó (y aún se piensa en algunos países) que todos los homosexuales lo eran por elección, por degradación, por perversión. Puede que haya un porcentaje en que así ocurra y evidentemente eso es rechazable. Quien pudiendo andar erguido anda boca abajo es un necio como mínimo.

Pero los que no pueden hacer nada contra su invariable y permanente "condición homosexual", como tú mismo, sólo pueden aceptarla y vivirla con la mayor decencia y orden posible.

Nunca hay que degradarse porque parte de una sociedad cruel considere pervertidas y degradadas a estas personas. Hay que superar "la propia homofobia", que existe más de lo que pensamos, a veces oculta en el subconsciente más arcano de uno mismo.

Y lo dejo aquí por el momento para no alargar demasiado la reflexión que me has pedido. Me queda entrar en el espinoso tema del EJERCICIO de la SEXUALIDAD, eso que nuestra religión todavía condena. Te sorprenderá mi inmersión en esa parte.

Con todo mi afecto 

Jairo del Agua


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4 comentarios:

José Manuel Sánchez Ribas dijo...

Jairo, muy valiente en este asunto, como siempre. Mi pensamiento es bastante similar al tuyo. Espero la segunda parte, para ver por dónde vas. Abrazos.

Confianza Desmesurada dijo...

Un abrazo. Gracias por abordar el tema con respeto aunque me hace ruido lo de la “anormalidad” entendiéndolo.
Y si… desde el respeto, la aceptación y el amor por el otro distinto, se hace más fácil empatizar y acompañar tanto dolor, tanta soledad, tanto esconderse… y crecemos todos!!
Quedo atenta a la segunda parte, interesante anuncio!!
La Bruja

regue dijo...

Como se dice en roman paladino "más claro agua". Me parece una reflexión muy ponderada y luminosa. Yo tengo compañeros homosexuales y lo viven con esa naturalidad y conciencia de uno mismo que tu indicas. Espero con ganas la segunda parte. Un abrazo

Antonio Manuel dijo...

En mi opinión, este artículo va en la dirección correcta.
Más naturalidad y menos exhibicionismo y alharacas. Siempre lo del sexo estuvo en el ámbito más privado de la personas. Su finalidad natural está muy clara. Sin embargo, si esta finalidad no es posible, no hay razón alguna para la discriminación de la persona que está dotada de alma y del destino espiritual según la promesa de Dios en Jesús.

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