lunes, 16 de mayo de 2022

¡¡ Es tiempo de escucha !!

Del grito de un pobre laico soñador a la llamada del Papa actual

 

En los comienzos de mi periplo de escritor publiqué este artículo. Bastantes años después un Papa, muy realista, convoca un "Sínodo", nada menos, para escuchar al Pueblo de Dios. 

Confieso mi desconfianza en lo que se cocina desde muy arriba, sobre todo si las cacerolas y coladores los manejan los Obispos. Suelen divagar y guisar abstracciones sin mancharse las manos. El tiempo nos dará los resultados. Pero no deja de ser una iniciativa valiente de un Papa sencillo y pegado al Rebaño. 

Tenemos en contra el tradicional problema de nuestra Iglesia: LENTITUD, cuando no INMOVILISMO, junto con el CLERICALISMO reinante. Todo ello mamado en los Seminarios por nuestros próceres de más o menos alcurnia. Si del "Gobierno de la Iglesia" dependiera el pan nuestro de cada día, ya nos habríamos muerto de hambre. Es la triste realidad. De hecho, ya hay una generalizada "inanición religiosa y humana" que se visualiza en las "continuas deserciones". Que pregunten a los jóvenes… 

Mi propuesta de entonces es el pórtico de cualquier acción realista y concreta en un grupo: lo primero ESCUCHAR. De hecho todas mis publicaciones están acrisoladas en la "escucha de las confidencias de mis lectores", empezando por la esencial "escucha interior" de quien nos habita. Vamos a lo que escribí, totalmente vigente hoy. 


En tiempos de oscuridad siempre nacen estrellas que iluminan y orientan. Ha habido épocas de mártires, de fundadores monacales, de predicadores, de teólogos, de misioneros, de místicos, de formadores, de solidarios ayudadores, etc. 

Así se ha ido tejiendo la historia de esta Iglesia nuestra hasta conseguir un brocado de sublime belleza y variedad. Véase, si no, la multicolor pluralidad de instituciones, movimientos y grupos integrados en el mosaico eclesial. 

La Jerarquía de clérigos -los laicos no hemos llegado todavía a la mayoría de edad- se las ve y se las desea para aglutinar tanta diversidad en tiempos en los que la autoridad está en crisis, mientras la libertad y el individualismo se reivindican como valores irrenunciables. Hace, por tanto, muy bien nuestra Jerarquía en hablar para todos. Es su deber y es su derecho. Aunque los políticos quieran silenciarlos cuando denuncian partidistas decisiones antinaturales y degradantes. 

Con todo, lo que debería caracterizar al siglo XXI es la escucha. Ya no valen las viejas formas autoritarias, ni los miedos opresores, ni la conciencia oficial, ni los nocivos servilismos, ni las manipulaciones piadosas. Los católicos -sin dejar de ser católicos- estamos descubriendo la autenticidad, la libertad y la conciencia individual. Es más, estamos descubriendo la liberación que trae la Buena Noticia (2Cor 3,17). Caminamos hacia la madurez humana y religiosa. 

Desde distintas praderas se oye gritar: ¡NO a la religión que aplasta, que aliena, que tergiversa o suple la responsabilidad y libertad personal! ¡ a la religión que ensancha, que moviliza, que promueve, que ilumina los dones individuales, la responsabilidad personal y la conciencia profunda! A partir de ahí el respeto y eficacia grupal vendrán por añadidura.

 

Esta diversidad eclesial y el imparable avance hacia la conciencia personal constituyen un puzle difícil de encajar y mantener. No valen las trampas infantiles de colocar sólo las piezas del tamaño y color preferidos. Eso va contra el Evangelio. Las negras, las escurridizas, las ocultas, las perdidas, debieran ser piezas buscadas y preferidas (Lc 15,1). 

Sin embargo, se cae frecuentemente en la tentación de quedarse con los grupos fáciles y arrinconar las piezas individuales, a pesar de que éstas constituyen la mayoría. Los que sólo somos católicos podemos vernos obligados a caminar por la cuneta. Un amigo me contaba hace poco la sorpresa de quienes, al preguntarle a qué grupo pertenecía, le oyeron contestar: "Yo sólo pertenezco a la Iglesia Católica y a mi mujer". 

Ante tales dificultades, muchos responsables eclesiásticos se duelen y desasosiegan. Olvidan algo esencial, que las piezas de este puzle hablan, emiten señales sobre el lugar exacto en que encajan. 

Habitualmente son nuestros pastores los que hablan y no dejan hablar. No han aprendido, podido o querido escuchar. Complacidos en su "imaginario manso mar de lana", han olvidado escuchar las aspiraciones, necesidades y heridas de sus ovejas. Está escrito: "el buen pastor conoce a sus ovejas" (Jn 10,14). Pero no puede haber conocimiento sin previa, atenta y profunda escucha. 

Por tanto es urgente promover y priorizar la escucha.

Los teólogos tendrán que bajar de sus elucubraciones para escuchar y dar respuesta a la vida que late en los individuos y en los grupos. 

Los maestros tendrán que distanciarse de las teorías para escuchar y enseñar a dar pasos concretos. 

Los presbíteros en general (tantas veces ceñidos a "los suyos", a la defensiva, apartados para no contaminarse, demasiado ocupados o instalados en el pedestal de la "casta sacerdotal") tendrán que aprender a liberarse ellos mismos para poder después escuchar y liberar la vida que puja en el fondo de cada ser humano. 

Hemos acumulado tanto saber y doctrina en nuestra Iglesia, tenemos tantas cosas que administrar y defender, que olvidamos el objetivo de la venida de Cristo y la misión eclesial: "He venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,10). 

Y, por favor, que no nos confundan los profesionales de la abstracción, el retorcimiento y las etéreas interpretaciones. Se trata de la "vida humana", la de aquí abajo, la interior y la exterior, la de todos los días. Sólo cultivando la "vida humana" en cada persona se podrá decir que se nos está salvando y preparando para la vida futura.


No me resisto a citar algunos medios de escucha, contrastados y sencillos, para empezar: 

- La utilización de "buzones de sugerencias" (físicos o virtuales) en todas las parroquias e instituciones. 

- Las "encuestas a los fieles". 

- Los "balances de grupo" como medio respetuoso de pulsar lo que va, lo que no va y los deseos de cada miembro de un grupo. 

- La "formación experiencial" de los Sacerdotes en Sicopedagogía del Crecimiento y, especialmente, en la Relación de Ayuda. 

Y que nadie se apropie del Espíritu Santo, ni los de arriba ni los de abajo, porque el Espíritu se manifiesta en lo profundo de todo corazón sincero. Sólo escuchando el latido de lo mejor de cada persona podremos vislumbrar la luz multicolor del Espíritu, "que sopla donde quiere…, no sabes de dónde viene ni adónde va" (Jn 3,8). 

Puestos a escuchar, prestemos especial atención a las voces simples: "porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has manifestado a los sencillos" (Mt 11,25). Así podrá brotar una corriente continua de escucha atenta, respetuosa y recíproca, como si de una mutua transfusión de vida se tratara. ¿No será ésa la comunión de los santos? 

Lo sé. Termino una exposición pobre, ignorante y apasionadamente laical. Pero he cumplido el mandato de la voz: "¡Es tiempo de escucha! ¡Escríbelo!". Ahora el que tenga oídos para oír que oiga.



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4 comentarios:

regue dijo...

Amén hermano Jairo. Suscribo tu meditación, ya que la actitud de ESCUCHA es fundamental hoy, sobre todo en los dirigentes de nuestra Iglesia. Pienso que está meditación aporta mucha luz y sugerencias concretas en el camino sinodal emprendido por el Papa Francisco. Un abrazo

vallas74 dijo...

Escuchar es la parte menos practicada del diálogo... Ese diálogo que estamos esperando desde que el Concilio nos hizo ilusionar con su posibilidad...
Ojalá esta vez se concrete!!

Joaquín dijo...

La escucha activa, poniéndonos en el lugar del otro, sin juicios, nos llevará a la comprensión. Es fundamental entender para poder avanzar y vivir la experiencia. Pero el ego mno nos deja escuchar, porque ya va con su discurso y su juicio hecho de antemano. Es mas anteponemos nuestra comodidad y el miedo al cambio, a tratar de escuchar y comprender.
Cuando oramos ocurre lo mismo, vamos con nuestro discurso que recitamos y no nos paramos a escucharlo. No dejamos que Él nos hable, nos susurre, nos acoja. Le decimos a Dios lo que necesitamos ahora y como lo necesitamos.
Nosotros ¿Qué podemos ofrecerle a Dios? Nosotros lo único que podemos es ir con nuestras manos vacías porque es lo único que tenemos. y lo único que podemos hacer es pedir que nos habrá nuestros oídos para que comencemos a escuchar y por consiguiente nuestro corazón se abra. EFFETÁ

Antonio Manuel dijo...

Escuchar en estos tiempos y en estas sociedades opulentas es lo único que hacemos, bueno... algunos también hablan o escriben. Todo lo que se "escucha" en nuestra sociedad, poco o nada tiene que ver con el mensaje de Dios. Se silencia a Dios porque el modo de vida que nos damos nos lleva directos a un individualismo egoísta. Por las reflexiones de San Agustín (año 430 d.C.) lo que sucede no es novedoso... Dice el santo:
- A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo... A fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo... A fuerza de tolerarlo todo, terminas aceptándolo todo... A fuerza de aceptarlo todo, finalmente lo aprobamos todo.
Y como posdata: Estamos ante una sociedad "muerta".
Dar la espalda a la Iglesia, la única que habla del amor de Dios al hombre, se produce no por sus deficiencias, que puedan servir de disculpa, sino por que ahora nos promueven otros dioses que nos adormecen en nuestros egoísmos.

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