La culpabilidad hunde, el reconocimiento levanta.
La rectificación construye autoestima, la culpabilidad la
corroe.
Hace ya un tiempito recibí este correo:
<< Querido Jairo: Llevo mucho tiempo callado, pero hoy no puedo reprimir mi alegría al leerte porque me he empapado del capítulo "El Dios que me habla" [1] de tu libro "Meditaciones desde la calle".
No puedo sino darte nuevamente mil gracias por pasar por estos "sotos" con presura... Gracias, porque conforme iba leyendo me iba inundando una paz y una alegría interior que me ha hecho sentir bien.