miércoles, 6 de marzo de 2024

Amar a la Iglesia es ver y curar sus heridas

Lo primero es pararse y examinar las heridas





¿Quién la defiende mejor el que calla y se hace cómplice o el que ve sus heridas e intenta contener la hemorragia?

A mí me preocupan menos los "pecados puntuales" de miembros concretos que los "pecados estructurales", esos que nos separan del "verdadero rostro de Dios" y de la comunicación con Él. No me preocupa que nuestra Iglesia no sepa mantener atractivos sus escaparates, como decía Martín Descalzo.

Me preocupa que el producto esencial de su existencia, Dios mismo, se esté falsificando. Ese es el gran problema. Nuestro tesoro no son las catedrales, los oropeles, el arte, las complejas doctrinas, las liturgias solemnes y las autoexaltadas autoridades. Nuestro tesoro es el "reino de Dios" que late en el fondo de todos los corazones, palpable para todos los que quieran descender y descubrirlo: "Dios mismo".

¿Recuerdas? "Por los frutos les conoceréis" (Mt 7,16). Y los hechos están ahí. Cada día hay menos fieles y menos Curas. Las iglesias se vacían. Los ritos absurdos se mantienen (la ceniza judía que ensucia, por ejemplo). Las rutinas y los bulos milagrosos constituyen el núcleo de la religiosidad popular, sometida y clerical. La mayoría de las rutinarias oraciones oficiales son abstractas e inentendibles y "no mueven" a nada.

Pero, sobre todo, se difunde, alimenta y predica una irracional "fe humana" en amuletos, magias, humanos poderes celestiales y multitud de ídolos (como el Cristo de Medinaceli, con un milagrito asegurado -¡qué tacaño!- sobre tres peticiones formuladas y el obligado besa pies). Nadie denuncia, enseña y disuade de esa idolatría a un leño revestido de nazareno y otras muchas...

No se predica ni difunde la "confianza evangélica" en el Abbá de Jesús porque no tiene fama de milagrero. Aquello fue un cuento sin milagros, es decir sin interés.


La masa prefiere los numerosos "tótem", que nos hemos fabricado, con un argumento egoísta, falaz y muy poco religioso: "Dicen que conceden favores".

Mi Iglesia católica -única que conozco- se ha convertido en el nuevo "Flautista de Hamelín" que conduce al disminuido Pueblo de Dios, por acción u omisión, al precipicio de la "idolatría egoísta y pasiva".

¡Que el "ídolo intervencionista y milagrero" me saque de mis problemas...! ¿Mi responsabilidad? Acudir al "dios intervencionista" y "pedir". En eso consiste la religión, ¿no? Así piensa una mayoría sin catequizar, sin guías que les iluminen.

A lo que hay que añadir la "blasfema prepotencia clerical" que enseña que ellos son la verdadera voz de Dios, sus únicos y auténticos intérpretes. Cuando en el Evangelio se lee: "llega la hora, y en ella estamos, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Jn 4,23). Es decir, desde su "profunda conciencia personal".

Pero para nuestros jerarcas no ha llegado esa hora. Muy al contrario, han atrasado el reloj y han multiplicado normas muy detalladas, superando incluso la más exigente tradición judía.


Nuestra Iglesia ha hecho realidad aquella famosa afirmación: "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y el hombre le devolvió el favor haciendo un dios a su propia imagen" (Friedrich Nietzsche después de Voltaire).

El que crea que exagero que asista a cualquier Misa y escuche atentamente cómo damos instrucciones a Dios:

- "Óyenos"

"Acuérdate"

"Escucha y ten piedad"

"Perdona como nosotros perdonamos"

"Acepta nuestro sacrificio"

"Déjate convencer por la intercesión de... poderosos humanos divinizados" 

- "Resuelve"

"Concede"

- "Ten misericordia", etc. etc.


La lista sería interminable y se resume en: "Resuélvenos los problemas" y te estaremos muy agradecidos...

Hemos entronizado el "dios perchero" a quien colgarle nuestras súplicas y ya hemos cumplido... Vamos a la iglesia a ver al "dios camarero", pedimos y que nos sirva, eso es todo...

Algunos argumentan: Es normal, es nuestra "forma humana" de expresarnos…

Pues eso, hemos "formateado a Dios a nuestra imagen y semejanza", le hemos rebajado a nuestra condición humana.

Quizás alguno me llame cafre porque crea que estoy ofendiendo a "su" Iglesia. Todo lo contrario. Estoy llorando por ella e intentando decir lo que muchos piensan y no dicen o no pueden decir, sometidos al "voto de adhesión jerárquica". Soy un ínfimo enfermero, con mi puñado de tiritas, llamando a mis hermanos a ver y coser la herida por la que se le va la vida y los fieles a nuestra Iglesia.


El gotero que la mantiene con vida no es otro que el "Dios del corazón", ese que late en el fondo de todo buscador sincero o de todo orante de buena voluntad. 

Porque es Dios mismo el que nos habita e inspira, por eso hacemos oídos sordos a tantas "necias y rutinarias palabras oficiales" y nos dejamos inundar por la "corriente de agua viva".

Estoy hablando del "Dios místico". Con razón se ha afirmado: "El cristiano del siglo XXI será místico o no será" (Karl Rahner). 

Quién y cómo es Dios, es la cuestión fundamental de cualquier religión. Los cristianos tenemos la respuesta clara y racional en el Evangelio. Pero es deprimente observar que nuestra oración, especialmente la oficial, no responde a la identificación que nos enseñó Jesús.

Si meditamos sinceramente y nos preguntamos "a quién oramos", deberíamos responder: "casi siempre a ídolos varios". Tenía razón el religioso y sabio José Mª Mardones: "hay que matar a nuestros dioses", todos esos testaferros que hemos ido apoderando sin más base que nuestra imaginación y tradición corrompida. 

En mis meditaciones intento reflexionar sobre este tema repetidamente. Será por eso que me considero un "asno de noria" repitiendo y repitiendo. A la luz de mi cajita de cerillas, mis lucecitas, intento demostrar que es la propia Iglesia (jerárquica), con sus consentidas desviaciones de la "piedad popular", la que fabrica ateos, en vez de iluminar y manifestar el verdadero rostro de Dios, revelado por el Señor. 

Hoy, como hace dos mil años, puede decirse: "Viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor" (Mt 9,36 – Mc 6,34).

Ese es mi caso sin duda. Y el de muchos fieles católicos.




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2 comentarios:

regue dijo...

Te quedó redondo pero yo le hubiera añadido al final la reflexión que hiciste en el correo de anuncio. Las añado yo ahora en el comentario:
Las 3 propuestas cuaresmales:

1. ORACIÓN: Solo la "oración de impregnación" (personal y profunda) puede transformar. Colgarle tus necesidades al "dios perchero" es puro placebo... Dios es tu Fuerza, no tu placebo imaginario, ni tu sirviente...

2. AYUNO: Lo que ilumina y transforma NO es privarte de alimentos. Come lo que necesites y no te perjudiques con excesos o venenos.

El AYUNO que necesitamos es PRIVARNOS de tantos ÍDOLOS como hemos engendrado por los siglos... Busca y encuentra al Abbá de Jesús. Por ahí está el Camino...

3. LIMOSNA: Lo que necesita tu entorno no son unas monedas tranquilizadoras de tu conciencia. Lo verdaderamente valioso son "tus dones" ("lo que recibisteis gratis, dadlo gratis").
Muchos necesitan tu LUZ, tu ENERGÍA, tu CONSTANCIA.
Vete a la esencia: PAZ, AMOR, BONDAD y AYUDA (empezando por ti mismo). Esos son los goznes del Evangelio.
Ahí lo dejó.

Antonio Manuel dijo...

Hay "sabios y entendidos" que se creen en posesión de la verdad y despotrican hacia otros sabios y entendidos sobre aquello que les "ofende" para su verdad. ¿Hacia quién dirige el autor del artículo, con su vehemencia y palabras "gruesas", sus proclamas?. Desde luego los destinatarios no son las personas sencillas que miran hacia Jesús, y a los Santos de su devoción, cuando buscan el consuelo a sus angustias o de sus esperanzas. Estos están más cerca del Padre, al igual que la gente sencilla que se acercaba a Jesús esperando el milagro. No comprendían, pero su Fe les salvaba.

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