jueves, 14 de julio de 2022

Diccionario de religión sin mitos - 2ª Parte

GRACIA  -  HEREJE  -  INFIERNO

 "La religión amenaza y asusta. La espiritualidad da paz interior" (Teilhard de Chardin, jesuita, 1881-1955).

Sigo con mi escueto diccionario, que podríamos llamar de "conversión". Tan necesaria e imprescindible en tantos puntos que, si no se produce, nuestra Iglesia quedará reducida a escombros, conservados y liderados por ultra fanáticos adictos al mito, la magia y la redención del pecado, muy alejados del Evangelio. "El que tenga oídos…" (Mt 13,9). 

GRACIA: Es el caudal de luz y energía que late en el interior habitado del ser humano con independencia de su religión. 


Como con otras muchas dádivas del Creador, nuestra Iglesia se la apropia, la define, la zarandea y la reduce a "gracia ritual", es decir, asociada mayormente a un rito o sacramento. De ahí la fórmula teológica "ex opere operato" (por el hecho mismo de realizar la acción o en virtud del propio rito realizado). 

A los próceres de nuestra Iglesia les cuento este chiste: "Un Cura se quejaba a otro de las molestias y destrozos que las palomas le causaban dentro de la iglesia, en la que habían logrado colarse. No encuentro el método de echarlas, confesaba. El amigo Cura le contestó con sorna: ¡Confírmalas! Y luego comprueba cuántas quedan dentro". Desde mi ignorancia laica este chiste me pareció una lección teológica magistral. 

Si el rito fuese lo esencial, yo sería el mayor santo de la historia. Sin embargo, fue mi descubrimiento del "Dios Torrente", o mejor, el "Dios Géiser" el que realmente me ayudó a madurar espiritualmente. Descubrí que el acercamiento al Abba de Jesús se consigue con "apertura" a esa "Gracia" que se derrama siempre y en todos. 

Comprendí que es la "actitud de apertura" a ese Torrente Creador, el dejarse inundar desde dentro, lo que realmente da vida y transforma. 

Es decir, la búsqueda continua y la profundización, la bajada al "salón oscuro" (que diría Tagore) para encontrarse con todos los tesoros que Dios tiene a disposición de sus hijos, la "vuelta" a la casa del Padre. Y esto, precisamente esto, es lo que significa "religión": "religare" o volver a unir. 

Después vendrá encontrar los medios para bajar y abrirse. Para algunos podrán ser los ritos sagrados. Para mí es la "oración de impregnación o inmersión". Ya sé que los humanos tendemos a la superficie, a lo material, instintivo y temporal. Por eso hay que dotarse de un buen "cinturón de plomo", es decir, de los medios que nos ayuden a bajar y permanecer en el fondo.

A mí éstos me han sido muy útiles: Silencio - Soledad - Comodidad (si el cuerpo chilla, te saca; qué disparates aquellos de los garbanzos bajo las rodillas o los brazos en cruz y tantos). - Olvido del reloj (en la medida de lo posible o pon una alarma como cuando vas a la siesta, pero intenta "dormir" tu superficie mientras oras). - Música (la que más te ayude a bajar a tu "fondo preciosísimo" si el silencio no basta). - CONSTANCIA (la "determinada determinación" de Teresa de Jesús). 


Hay que aprender a bucear y no se consigue en un día. Y si quieres "peces" hay que bajar todos los días. Porque, insisto, nuestro cuerpo y sicología son tan volátiles que se van por inercia a la superficie (la carne a sus apetitos, la imaginación a sus locuras, la sensibilidad a sus emociones superficiales e incluso la inteligencia a sus problemas y curiosidades materiales). Obsérvate y comprueba. 

Ahí, en el fondo, está la Gracia, como un inmenso mar de luz y energía que te irá inundando y rebosará mansamente al exterior en tus obras y actitudes humanas. Ahí está para todos los seres humanos sin excepción. Por eso los místicos de cualquier religión se entienden tan bien. 

Sin tanta tinta y letra muerta como se ha vertido para explicar lo inabarcable. ¿O te crees capaz de explicar la esencia de Dios? No podemos comprender su esencia, solo podemos tocar los efectos. Quizás no haya concepto más estudiado, volteado, escudriñado e instrumentalizado que este de la Gracia. Pero lo importante no es definirla, sino vivirla y saborearla.

 

HEREJE: Es la persona, habitualmente religiosa, que aportando luces sobre su religión contradice o excede la doctrina oficial "impuesta" por los líderes que le expulsan de la Comunidad por pensar libremente y no someterse. 


En realidad es un "profeta", que detecta errores, aporta nuevas luces y se atreve a exponerlas, aún sabiendo que la "prepotencia jerárquica" le condenará y expulsará. 

Es una persona que se atreve a decir o escribir lo que piensa, un crítico de lo establecido, que intenta hacer avanzar las prácticas o ideas de la religión que ama. El AT relata el destino que sufrieron todos sus "profetas" por contradecir al poder establecido. 

Hoy día, con el reconocido derecho a la "libertad de pensamiento" hay menos persecuciones y expulsiones que en anteriores lustros. Pero los jerarcas que ocupan el poder y los dogmáticos no suelen aceptar un análisis sereno, racional y objetivo de los "nuevos iluminadores", a los que llaman despectivamente "herejes". 

Hay una larga lista de escritores y teólogos contemporáneos que han sido censurados, privados de sus cátedras, arrinconados o llamados al orden. Aunque no hayan sido declarados "herejes" oficialmente, de hecho han sido expulsados o maniatados.

Sin embargo, algún Papa reciente escribió algo tan sensato como esto: "La verdadera obediencia no es la obediencia de los aduladores, que evitan todo choque y ponen su intangible comodidad por encima de todas las cosas. Lo que necesita la Iglesia de hoy y de todos los tiempos no son panegiristas de lo existente, sino hombres en quienes la humildad y la obediencia no sean menores que la pasión por la verdad; hombres que den testimonio a despecho de todo ataque y distorsión de sus palabras" (Joseph Ratzinger, "El verdadero pueblo de Dios", Herder, p. 293).


Claro que una cosa son las manifestaciones y otra la realidad. El "inmovilismo" y "prepotencia" en que se ha estancado nuestra Iglesia se contradice con el espíritu de su Fundador. 

Mientras la Iglesia busca su "seguridad" mirando hacia atrás (como la mujer de Lot), Jesús fue y es una "novedad dinámica" que no hemos abarcado. 

Él mismo nos avisó: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir" (Jn 16,12). 

Hemos olvidado esto, como hemos olvidado que el mayor y más luminoso "hereje" de la historia fue Jesús de Nazaret. ¿O por qué crees que lo mataron? 

Una teóloga austriaca muy joven, Judith Gruber, acaba de afirmar en un curso sobre el Sínodo: "El conflicto nos permite discernir algo genuinamente nuevo sobre la iglesia, el mundo y Dios… La eclesiología sinodal, en otras palabras, da cabida al desacuerdo y al conflicto en la concepción teológica de la iglesia". Bienvenida al club, hermana Judith. 

Pero la tradición de la Iglesia no se ha caracterizado por tolerar y analizar el conflicto. Esa es la realidad histórica. 


INFIERNO: "Es el resultado de elegir el mal, la consecuencia de las malas decisiones personales o grupales".

Citaré algunos ejemplos para visualizar los "verdaderos infiernos": 

En el plano personal: 

- Quien decide no estudiar o no formarse para ejercer un trabajo probablemente sufrirá el paro, la pobreza y el hambre. 

- Quien se adiciona al tabaco u otras consumiciones nocivas, probablemente caerá en la enfermedad y la muerte prematura. 

- Quien no respeta al prójimo, probablemente cometerá delitos, sufrirá cárceles y desprecio social. 

- Quien ama el riesgo, probablemente caerá en el peligro que no evita. Cuando conduces un vehículo, practicas un deporte de riesgo, frecuentas lugares, actos o personas nocivas, etc. posiblemente desembarcarás en la enfermedad, la invalidez, la pobreza o la muerte prematura. Con enorme dolor para inocentes, como podrían ser padres, esposas, hijos…

Y añade la larguísima lista de infiernos que conoces o has experimentado.

En el plano grupal o social: 

Casi todos los "infiernos de la pobreza, el hambre o limitación de libertad" tienen su CAUSA en la mala ELECCIÓN (consciente, inconsciente o ignorante) de líderes políticos. O el SOMETIMIENTO a "libertadores" que conducen al país o al grupo a la miseria material, espiritual o ambas. (Ejemplos de actualidad: Cuba, Venezuela, Corea Norte y tantos otros). 

Todos estos "infiernos" son el resultado de la implacable "Ley universal de la causalidad": A tal causa, tal efecto, que la sabiduría popular recogió: "El que siembra vientos recoge tempestades". Dios no puede intervenir porque no puede limitar la "libertad" que nos regaló al crearnos. Estos "infiernos reales y temporales" son exclusiva responsabilidad nuestra porque somos los administradores autónomos del mundo.


El "infierno trascendente" de que hablan las religiones es el más eficaz medio para controlar a las masas por el TEMOR a un Ser Supremo castigador. 

Para controlar a los israelitas el sabio y santo Moisés estableció unos razonables límites que concretó en "diez mandamientos". Para que fueran obedecidos, los atribuyó a Yahvé. 

Completó su argumentario para dominar a aquel pueblo semibárbaro con la "alianza" (privilegio de los israelitas), su "quebranto" (pecado) y el "holocausto o sacrificio" como medio para obtener la "justificación y el perdón" aplacando a la divinidad. 

Y así estableció un "sistema de gobierno dictatorial y teocrático" en el que el Dictador era Yahvé ("dios celoso, milagroso y vengativo") y él mismo su Representante en la tierra ante el "pueblo elegido". Así consiguió el control del Pueblo fundamentado en el TEMOR al castigo divino, con el añadido de la "zanahoria" de la elección privilegiada. No pudo hacer otra cosa en aquella primitiva época. Solo instaurando el control del "policía divino" podía educar y conducir a un Pueblo arcaico quebrantado y dolorido por sus muchas carencias. 

Me entran escalofríos al recordar cómo este esquema, con muy pocas variantes, lo hemos heredado los católicos, a pesar de las rectificaciones y novedades de la Buena Noticia.

Estas creencias sobre los mandamientos y el infierno eterno persisten en nuestra cultura religiosa porque son un buen "resumen de reglas" para conseguir un "orden personal y social". Tenía razón aquel santo franciscano, con altas responsabilidades en su Orden, cuando me confesaba: "Los católicos somos todavía hoy más judíos que cristianos". 

Sin embargo, nadie ha vuelto para contarnos lo que ocurre después de la muerte, ni nadie puede escudriñar más allá del tiempo y el espacio que nos limita. Es un misterio en el que el ser humano no puede penetrar. Pero, además, el mito del "infierno eterno" contradice la imagen del Padre que nos reveló Jesús y sus enseñanzas sobre el perdón.

La gran pregunta, inaccesible para los humanos, es el destino de los malhechores cuando parece que no les alcanza la universal "ley de la causalidad", es decir, las consecuencias de su daño (pecado). ¿Han logrado burlar, aparentemente al menos, la "ley de la causalidad" y mueren con un déficit de humanidad sin sufrir las consecuencias? Nunca del todo. El sufrimiento de los "malhechores que triunfan" en este mundo no es fácil de verlo y evaluarlo. 

El mito del "purgatorio" es otra respuesta a la necesidad humana de venganza, de que el pecador pague por todos sus pecados. Pero la verdad es que solo Dios sabe cómo se las ingeniará para no perder a ninguna de sus criaturas cuando desembarquen en la eternidad. Los orientales han sustituido nuestro "purgatorio" por la "reencarnación" (que no parece ni justa, ni racional; más parece un cruel juego con el ser humano ciego -puesto que no recuerda sus anteriores vidas- bajo la pretensión de madurarlo). 

La verdad es que no sabemos nada de nada del más allá, ni cómo se realizará esa "purificación" que a nosotros nos parece tan esencial. Hay que aceptarlo humildemente. Hablar de estas cosas es tan absurdo como discutir sobre el sexo de los ángeles. 

Implantar el TEMOR a la divinidad como medio de control es deleznable, inhumano e irreal. Al menos para nosotros los cristianos. 

Lo único que nos interesa saber es que cuanto más me humanice y viva mis "tesoros interiores" (ese parecido divino que todos portamos) más feliz seré en esta vida, probablemente más próspera, y más cerca del Padre terminaré mis días. 

"Buscad el reino de Dios y su justicia, lo demás se os dará por añadidura" (Mt 6,33). Y no olvides que ese "reino de Dios" es lo que late dentro de ti y te hace humano.


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3 comentarios:

vallas74 dijo...

Sigue desgranando alfabeto, Jairo! Muy buena manera de motivar la reflexión crítica!!

regue dijo...

Cada día me gusta más este diccionario, debería estudiarse en los seminarios. Me has dado temas para charlas. Un abrazo Jairo

felix dijo...

Llevo un buen rato intentando encontrar la primera parte del diccionario y no la encuentro.
Encuentro interesantes y, lo que es más importante, necesarias las ideas que repartes en este diccionario, que son continuación de un ideario desarrollado en tus libros y publicaciones.
Gracias, un abrazo y que Dios te siga bendiciendo.

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