lunes, 6 de mayo de 2024

Las 3 Conciencias y las 3 Fes

 La Iglesia estética, mágica, de boatos clericales, amuletos y cuentos infantiles quedará para turistas, arqueólogos y pueblos primitivos

 

En nuestra Iglesia (jerárquica) se promueve más la OBEDIENCIA y la CULPABILIDAD que la LIBERTAD y AUTONOMÍA de personas adultas con una "conciencia madura". Se siembra generalmente la inconstancia de una "fe infantil".

Voy a resumir, bajo un punto de vista sicológico y real, las CONCIENCIAS y el reverso de la FE que vivimos con cada una.

1.- Conciencia y Fe SOCIALIZADA 

Llamamos conciencia a la "capacidad de distinguir el bien del mal". O, dicho de otra forma, "distinguir lo que nos construye como personas de lo que nos destruye", aunque pueda ser placentero para cuerpo, sensibilidad o yo cerebral.


Nacemos sin más bagaje que los instintos biológicos primarios, sin conciencia. A lo largo del crecimiento recibimos un "adiestramiento" más que una educación hasta que llegamos a un "uso de razón" progresivo.

En una primera etapa es la "influencia de la familia" la que nos formatea. La formación, educación y madurez de los padres y familia serán la influencia positiva o negativa, constructiva o destructiva. Se empezará a desarrollar una "conciencia de imitación", un "mimetismo total", una "conciencia socializada". Si los padres tienen una fe religiosa, ésa será la que se nos pegue. 

Más tarde, la escuela, los compañeros (sobre todo los más cercanos), los profesores, los contenidos curriculares y los medios de comunicación serán los que ampliarán nuestra "conciencia socializada", llamada así porque es el seguimiento de la sociedad que nos rodea, un gregarismo más que una conciencia auténtica. "¿Dónde va Vicente? Donde va la gente".

El "instinto religioso" con que nacemos empezará a manifestarse, a poco que se estimule en el ambiente cercano, y los niños adoptarán las devociones y hábitos de sus padres y educadores. Dependerá de la forma de inculcarles esa religión primera para que los niños conecten con el "instinto religioso" primario o lo adormezcan o lo rechacen.

En esa etapa se puede hablar de "fe inducida", facilitada por el "instinto religioso" y la fantasía infantil de unos Seres celestes.

Un ambiente materialista y ateo puede entorpecer o anular ese "instinto religioso" que todos llevamos dentro. Siempre permanecerá la inquietud y la duda en la adultez, aunque se oculte y se milite en un ateísmo social.

En estas primeras etapas la "valoración de la autoridad" es total, sobre todo la religiosa, que se instaura y auto publicita como divina. Todo grupo ansía un líder que le dé seguridad.

La "fe socializada o inducida", por tanto, es la "creencia en la ideología impuesta" por el grupo religioso a que pertenecemos, con sus aciertos y sus errores racionales o antropológicos. Es una "fe clerical" basada en la obediencia acrítica de lo que diga el Clero. "Yo, lo que me diga el Cura", me respondía rotundo un catedrático de universidad ante una iniciativa mía para la formación de novios.

Muchos católicos viven toda su vida en esta etapa, sin plantearse más que un "seguidismo primario y ritual" por exigencia del "instinto religioso", sumado al "ambiente cultural" que respiraron y la "necesidad de seguridad" que da el grupo y sus líderes. 

Es una "fe infantil", mero barniz y sometimiento acrítico, acompañada a veces de un "apasionamiento de grupo" que afianza la seguridad del creyente superficial y atado. 

El quebranto de esta conciencia social y primaria en alguna de sus muchas vertientes (familiar, profesional, económica, matrimonial, moral, etc.) generará CULPABILIDAD.

 

2.- Conciencia y Fe CEREBRAL

 

Se llama "conciencia cerebral" al conjunto de ideas, ambiciones cerebrales y normas de vida que uno genera para orientar su conducta, tener éxito y seguridad en la vida. También, seguridad religiosa.

Se va formando tras la fase de contra dependencia adolescente. Y seguirá muy condicionada por el "ambiente humano" y la "necesidad de reconocimiento" que todos tenemos. No es, por tanto, una conciencia autónoma y libre. Las ideologías, en especial la religiosa, le afectarán y aún más la necesidad de supervivencia en el grupo.

Nuestra conciencia ya no se regirá solo por lo que nos influye o influyó socialmente, sino que aplicaremos determinados "conceptos cerebrales" a nuestra vida. Tal vez consolidaremos ciertos valores morales o ciertos principios de conducta, muy influidos por nuestras preferencias religiosas.

 

La formación religiosa recibida reforzará una "fe cerebral" con sus rigideces intelectuales, sus dogmatismos y sus amenazas. Pero, con mucha probabilidad, dominará en gran medida la "fe social" absorbida en las primeras etapas.

La "autoridad religiosa" (bien reforzada por el autobombo y los signos de ostentación clericales) seguirá teniendo una influencia determinante. Sus rígidas estructuras intelectuales (doctrinas) tendrán muchísimo peso, más por MIEDO a salirse del tiesto y ser reos de las penas clericales (temporales o eternas) que por coherencia y convencimiento auténticos.

Esa "fe cerebral y abstracta" se refuerza con las obligaciones rituales y devocionales en aquellos que llamamos practicantes. En esa etapa dinámica algunos conectan más intensamente con el "instinto religioso primario" y se sienten impulsados a vivir la Transcendencia de forma más íntima y vital. Lo que les facilitará un descenso a su interioridad y el paso a la siguiente etapa.

Esa "fe cerebral" es muy frecuente entre los profesionales de la religión, con una larga y disciplinada formación intelectual, con éxitos curriculares y con el consiguiente reconocimiento oficial y, tal vez, ascenso en la jerarquía religiosa.

Si no hay una auténtica bajada a la vivencia y al cuestionamiento racional por medio de la "oración personal profunda" (contacto directo con la Trascendencia vivida) podrán permanecer toda su vida atados por el "dogmatismo de la autoridad establecida", bien sometidos por el voto de obediencia.

Muchos, en la madurez, sufrirán en silencio las incoherencias racionales de su profesión y se sentirán atrapados por la comunidad religiosa o grupo en que cayeron o eligieron. Algunos abandonarán. Otros se desequilibrarán o arrastrarán una "fe cerebral" y "obligaciones rituales" que ya no alimentan su vida real y comunitaria.

 

3.- Conciencia y Fe PROFUNDA

 

La "conciencia profunda" es la brújula del ser en crecimiento. Llamamos "SER" a lo más profundo de la persona, al "lugar de nuestra identidad, vocación esencial, lazos íntimos y apertura a una Transcendencia". Es como la huella dactilar de tu interioridad, siempre original y distinta.

El "SER" se somatiza en la zona ventral. Se manifiesta en las sensaciones y aspiraciones profundas de la sensibilidad. Hay quien lo llama "alma" por su invisibilidad física, aunque no sicológica. También se llama "corazón" porque es realmente el origen y motor de los sentimientos más profundos y nobles de la persona.

La "conciencia profunda" es la mejor guía de conducta porque sintetiza todas las instancias de la persona (inteligencia, sensibilidad, cuerpo y ser) para orientarlas hacia el bien, hacia la mejor actuación de uno mismo. Es decir, analiza y decide desde la totalidad de la persona y no se deja arrastrar por el "ambiente humano o material", aunque los tiene en cuenta.

Se caracteriza por su "libertad real" y su voluntaria "adaptación" a lo que más conviene al crecimiento personal, que es, a su vez, lo más beneficioso para el grupo.

La "fe profunda" es la "fe de adhesión" a los valores humanos que te constituyen, se descubren en el ser y te hacen sentir pleno y feliz.

En algún momento de tu progresividad descubres que son "valores heredados" de un Creador que te hizo así y que están dotados de un "dinamismo de crecimiento" que nunca termina. Muy habitualmente se descubren a través de un "líder humano" que los vive y enseña con coherencia.

Hay una íntima e instintiva adhesión entre lo que se cree y lo que se siente en el fondo del ser y que ilumina, unifica y alimenta la "vida íntima" en la que uno se reconoce heredero de un Padre que lo inunda, ilumina y vitaliza todo.

Ya no cree o imagina con la "fe infantil" que heredó, ni con la "fe intelectual" que aprendió en los libros, ni siquiera con la "fe social" que rige en su mundo. Todo aquello lo aprovechará en la medida que coincida con la "fe vital" que nace en su profundidad.

Quien no ha hecho ese descenso a la más íntima interioridad ("intimi, intimisimo meo", decía San Agustín) no podrá alcanzar esa "fe vital".

Si no has llegado a la "evidencia vital" de que existe un Ser que habita tu ser; si no te sientes atraído por un Alguien que te confiere "lo mejor de ti mismo" en libertad, no alcanzarás la "fe auténtica", la adhesión a quien te da la vida física y espiritual. Más que fe, en esta etapa, son tus "certezas y evidencias" interiores las que transforman tus formas de creer y generan seguridad.

La verdadera FE no es creer lo que no vimos y alguien te enseña o imprime desde fuera. Sino la CONFIANZA que emana de "certezas y evidencias" surgidas en tu ser que se demuestran firmes e imborrables.

Nuestra Iglesia católica ha volcado todos sus esfuerzos en prolongar la "fe infantil" (por contagio) y la ha querido asegurar con una "fe cerebral" (formación intelectual) que llaman catequesis. Por desgracia, suelen privilegiar los cuentos bíblicos que antes denominaban Historia Sagrada. Y lo refuerzan con una "praxis externa" que llaman "sacramentos de la iniciación", a los que confieren efectos mágicos. 

Cuando los así catequizados lleguen a la libertad de pensar por sí mismos, abandonarán todas las exageraciones e influencias mágicas que recibieron y abandonarán toda práctica religiosa por irracional y fantástica, alejada de la realidad vital.

Se sembró en tierras movedizas. Se olvidó que la religión auténtica nace en el interior y que solo ayudando (no imponiendo) a bajar y descubrir los tesoros que yacen en esa tierra sagrada se podrá construir sobre roca. Solo la "fe vital" permanece, se desarrolla y mantiene.

Por supuesto que esa "fe de adhesión" necesita acompañamiento para bajar y descubrir la interioridad y la coherencia racional de lo que somos. Solo descubriendo lo que somos podremos intuir de dónde venimos y adherirnos, como un imán, a esa Realidad creadora que nos constituye.


El método es ayudar a descubrir y experimentar la "oración de impregnación" de forma continua y permanente porque somos volubles y progresivos, bajo la tiranía del tiempo.

Lo mismo que atendemos nuestras necesidades físicas como comer, dormir, lavarnos, movernos, etc. necesitamos cuidar nuestra esencia espiritual. Si no, solo viviremos como animalitos, aunque sea domesticados y acostumbrados a rezar con rutinas e incoherencias.

Hay quien descubre la espiritualidad por los inhóspitos caminos de cualquier religión, logran descender y vivir lo que late en el fondo, descubriendo y relacionándose con la Transcendencia. Son los místicos de todas las religiones. Aquí me descubro ante un Rabindranath Tagore, por ejemplo.

Y, en nuestra religión, muchos descubren su vocación religiosa por el camino descrito, pero luego no aciertan a cultivar y madurar, tal vez absorbidos por los ritos y rutinas obligatorios. De ahí tantas decepciones, rigideces, retornos a la "fe cerebral y fe social" con sometimiento ciego o apasionado a la autoridad y, en el peor de los casos, las huidas y abandonos.

La gran lección práctica para descubrir y cultivar la "fe de adhesión o vital" nos la dio nuestra Teresa: "La determinada determinación de hacer oración personal todos los días", con todas sus dificultades iniciales y con todas la perezas de la mente y cuerpo. Igual que nuestra parte animal necesita cuidarse todos los días, el espíritu humano necesita igualmente atender sus necesidades. Y no entro en los beneficios físicos de la vida espiritual.

El problema que surge después es que el espíritu o interioridad adquieren tal fuerza que no se somete a autoritarismos, ritos incoherentes, prácticas mágicas, cuentos impuestos o idolatrías oficializadas. Para superar realmente las "conciencias social y cerebral" hay que llegar a vivir la "libertad interior del ser humano".

Una religión que fuerce o someta esa "libertad interior" no se puede llamar religión y desde luego no es la de Jesús de Nazaret.

Esa libertad le hizo a Teresa de Jesús temer por su expulsión de la Iglesia católica. Combatió ese temor buscando la aprobación de santos consejeros clericales que le apoyaron y defendieron. Ese temor le hizo verbalizar a la hora de su muerte esa frase poco destacada: "Muero dentro de la Iglesia Católica".

Me falta decir que el quebranto de la "conciencia social y cerebral" genera CULPABILIDAD. Mientras que la "conciencia profunda" genera RESPONSABILIDAD. Otro gran error de nuestros jerarcas que se empeñan en hundirnos en la culpabilidad (véase el esperpento litúrgico de la Misa) en vez de enfrentarnos a nuestras responsabilidades.

Finalmente, conviene destacar que las 3 Conciencias nos acompañarán toda la vida. Lo importante es cuál de ellas tiene la dominancia. Si la dominancia es "social y cerebral" estamos más cerca del "adiestramiento" de nuestra desarrollada parte animal. Solo la "conciencia profunda" nos garantiza conducirnos como personas humanas. Solo el "espíritu libre" nos distingue de los instintos, más o menos organizados, de todos los animales (comer, copular y jugar). Merece la pena meditarlo.

Una vez más, los místicos nos muestran el camino. Lo demás, probablemente, es paja para adormecernos con cierta comodidad.

«El cristianismo del siglo XXI será místico o no será» (Karl Rahner). Y de momento estamos perdiendo la batalla.


 
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