Solo existen "causas"
y "consecuencias", ni premios ni castigos divinos
Nuestro catolicismo actual mantiene una
ideología religiosa muy parecida al primitivo Israel. Se considera la Pasión y Cruz "voluntad de Dios" y "pago por
el pecado" (en vez de injusta condena humana a la coherencia y
rebeldía).
Se dice que la Misa es
un repetitivo "sacrificio
incruento" de aquel "sacrificio de la cruz" (en vez de
una comida fraterna e iluminadora). Nuestros altares de hoy son más bonitos y
adornados pero emulan claramente a aquéllos. Son solo dos ejemplos.
La "culpabilidad"
y el "pecado"
(ofensa a Dios) siguen siendo mecanismos de control del poder religioso. La
mejor forma de someter a un Pueblo creyente es utilizando a Dios.
Nuestros dirigentes han asumido la "evolución
del mundo", se han
subido al avión, se han calzado el móvil, han cultivado las artes, se han
vestido de seda y ya no viven en chozas. Pero no han acertado a alejarse del
primitivo AT y nos han instalado más idolatrías que los amorreos. Como la "bibliolatría",
la "mariolatría",
la "papolatría",
la "intercesión",
la "milagrería",
la "magia"
y todos los "ídolos antropomórficos" que inundan
nuestras iglesias.
Con el agravante de estar instalados en una "religión egoísta", con la finalidad de que un "dios utilitario" (o sus poderositos "influencers") baje a cubrir nuestras necesidades.
Buscamos descaradamente "su
poder", no su luz y sus genes en nosotros. En vez de buscar una
"religión
= religare" (para volvernos a unir al Padre) nos hemos situado
en una "religión
= rapiñare" (para conseguir prebendas).
Si Abraham levantara
la cabeza, no nos admitiría en su fe monoteísta (conservamos el concepto, no la
práctica) y se dedicaría a derribar nuestras coloridas capillitas. No le
faltaba razón a aquel oyente sincero de una de mis charlas que me replicaba: "Vuestro
Catolicismo actual más que la Iglesia de Jesucristo parece la de Juanita la
Fantástica".
¿Por qué no lo
notamos? Porque no conocemos otra cosa y el "instinto religioso" nos empuja a
refugiar nuestra fragilidad e impotencia. Lo mismo que los seguidores del Tótem,
del Sol o del Olimpo. ¿Entonces para qué vino Cristo?
En cualquier religión lo esencial es identificar a
Dios: ¿Quién es? ¿Cómo es? Y desde ahí acertar a relacionarnos con Él. Son las obsesiones de mi ignorancia. Para conseguir
resultados hay que saber avanzar por los siglos, no quedarse atascados en
primitivismos y no apartarse de la coherencia. Nos lo advirtió Jesús: "Muchas
cosas tengo que deciros todavía…" (Jn 16,12). Y nos avisó de los "signos de los tiempos"
(Lc 12,56).
Pero en vez de obsesionarnos por descubrir al Abba, nos hemos dedicado
a vestir "vírgenes
nacionalistas y milagreras", a incensar libros, a construir
templos faraónicos, a decirle a Dios cómo debe ser, en vez de descubrir cómo
es…
Hoy reflexiono sobre dos "medios de manipulación"
totalmente asumidos por el Pueblo: la "culpabilidad" y el "pecado". La
erosión de los siglos horada las conciencias más lúcidas. Y ocultamos el
deterioro de la roca con otra manipulación: la "santa tradición".
Algún teólogo actual y lúcido aporta sus "relecturas" para intentar reconstruir
los deterioros, pero me temo que con poca eficacia a corto plazo.
¿Cómo empiezan nuestras Misas? Hurgando en la supuesta porquería que llevamos en los
bolsillos. Menos mal que los que hoy asisten a Misa son santificables y pasan
este punto sin romperse ni mancharse. Pura palabrería ritual.
Suelo insistir en que la LUZ es lo que
de verdad ayuda a ver las sombras, es
decir, tus errores, tu fragilidad y tu limitación. Algo totalmente
consustancial a nuestra naturaleza.
Llamar a eso "pecado" ("ofensa a
Dios", al que jamás podrás alcanzar) es cargar a los fieles con
una "culpabilidad"
injusta, debilitante y antipedagógica. Eso sí, es una herramienta terrible de
sometimiento y control, que Moisés supo emplear a la perfección.
Empapados en aquello,
los primeros católicos se olvidaron de a Quién seguían e inventaron el "fielato
del confesionario", donde serás "absuelto" por el "poder de
un humano divinizado". Así nos metieron de rodillas bajo el "poder y
control" del Cura, es decir, nos hicieron clericales e infantes
dependientes. Ese trámite siniestro de escupir faltas o faltillas con
frecuencia, para limpiarnos, nos llenó de escrúpulos y debilidad sicológica.
Pero el gran daño fue alejarnos de la "fuerza inmanente
de un Dios Amor", que todo lo tiene perdonado desde la
eternidad, que te ha confiado el "volante de
tu vida" en la que solo la "rectificación" (no la culpabilidad)
puede enderezar tus pasos.
Nadie nos explicó que la "culpabilidad" es una obsesión
fantasmal y que el resultado real de nuestros errores o desmanes son las "consecuencias",
inmediatas o demoradas.
Os confieso que la
Sicología, en la que me sumergí ya de adulto, me ha ayudado a comprenderme (y
por ende a comprender a los demás) y a encontrar al "Dios verdadero" que
me habita, me ilumina, me habla y me fortalece. Mientras que la "Teología
de la Perfección" de mi juventud (del afamado predicador P.
Royo Marín, O.P.) me suscitó "culpabilidad" hasta el escrúpulo
perfeccionista.
Por eso defiendo que
los Sacerdotes deberían formarse en esta disciplina humana y humanizadora
(empezando por ellos mismos) y no tanto en "ideologías teológicas" anacrónicas.
Entonces sí, el confesionario, o cualquier otro lugar, sería un encuentro para
dar LUZ, CONSUELO y MOTIVACIÓN a quien lo necesitare, sin perdones ficticios. Mi
madre, que fue santa y mártir, lo encontró en el confesionario de un
frailecillo capuchino al que jamás fue a confesarse.
El origen de tanto dislate católico, del que no parece
que se quiera salir, está en el "error radical" de pensar que Dios
lo dirige, lo manda y lo castiga todo (mentalidad judía). Por tanto hay que procurar tenerle contento para que
nos mande bendiciones (materiales sobre todo) y no castigos.
Es decir, nos situamos en una RELIGIÓN PASIVA, cuya finalidad es conseguir favores de Dios y vernos
libres de castigos y desgracias. (No me cansaré de insistir en este garrafal
error).
Ese posicionamiento nos hace tratar a
Dios como una campana a la que llegamos por la "maroma de la súplica". Tiramos y tiramos para que el "dios campana" se
entere de nuestras necesidades.
Si no obtenemos
respuesta, malo, porque no estamos pidiendo bien o suficiente. Hay que repicar
y repicar hasta "arrancar
al dios campana" de su letargo para que suelte el favor
solicitado.
Y puede que nos
sintamos "culpables"
porque estamos siendo castigados. Hay que recurrir entonces al "ayuno",
la "penitencia",
el "dolor
de expiación", para convencer al "dios campana" que, al
parecer, se alimenta de dolor humano.
Esta doctrina es irreal, irracional, diabólica e
idolátrica. Lo diga Agamenón o su
porquero. Y, como casi todos nuestros dislates, procede del "primitivo"
Israel. ¿No ha sucedido nada desde entonces? ¿No debemos meditar en cristiano?
La realidad de nuestra relación con Dios, expresamente
descrita en el Evangelio, es que Dios
es Padre, Amor, Creador Inmutable, que jamás puede abandonar a su criatura.
Pero (ahí está lo
que no queremos ver) nos ha creado "autónomos y libres", a su imagen.
Nos ha cedido una pequeña parcela en el Universo, un "paraíso" (del que
nunca nos expulsó, sería contrario a su esencia) en el que ha puesto todo lo
necesario para nuestra vida.
Por tanto nuestra relación con el
Creador se basa en una RELIGIÓN ACTIVA,
en la que somos nosotros los que elegimos y decidimos. Todo lo que nos sucede
son "consecuencias"
de nuestras decisiones, de acuerdo con la "ley de la causalidad" que rige el
mundo y forma parte de las "leyes de la naturaleza" (a tal
causa tal efecto, si no siembras no recoges).
Todas las ideologías de todas las
religiones no podrán tumbar esa realidad racional y experimentable.
Un Creador eterno -imposible otro- no puede cambiar,
ni mudar de parecer, ni perfeccionar nada, ni conceder nada, ni meter la mano
en el tiempo, porque está fuera de él.
Todo lo tiene hecho, concedido y perdonado desde su ACTUALIDAD eterna. Esa "voluntad
variable o caprichosa" que le atribuimos, sometida a nuestras
peticiones, es un cuento del Olimpo.
El mundo y nuestra vida están totalmente en nuestras
manos. Las consecuencias, gozosas o
nefastas, dependen de nosotros. Y SÍ, las decisiones de unos interfieren en las
de otros. Esa es nuestra hipoteca. De ahí la imprescindible y benéfica "fraternidad"
de que el Papa habla en "Fratelli Tutti".
Algunas personas se asustan al oír estas
cosas y se sienten desamparadas. Nada
más contrario a la realidad. El Creador nos ha regalado la Creación entera, ha
establecido un marco de actuación natural, un orden, unas "leyes naturales" ventajosas.
Y se ha instalado en el interior de cada ser humano, se ha convertido en
nuestro soporte y fuerza, nos ha regalado su "imagen y semejanza"
para conquistar nuestra madurez e iluminar nuestra libertad.
El ser híbrido que somos vive su parte animal: "Comer - Copular - Jugar", como el
resto de animales. Y suele minusvalorar su parte humana: "Inteligencia - Voluntad - Libertad".
O las utiliza para satisfacer la parte animal solamente y enfrentarse a las "leyes de
la naturaleza", que son las que nos defienden y aportan "orden",
salud y progreso", es decir, felicidad.
Las "pasiones
animales" y las "ambiciones cerebrales" hunden
muchas veces en la inconsciencia las "pasiones espirituales": "Paz - Amor
- Bondad - Ayuda" (a sí mismo y al otro), que son las que nos
humanizan y aportan felicidad.
Son nuestra
verdadera fuerza y el mayor parecido con el Creador. Cuando nuestra vida o
nuestro mundo se tambalean acudimos a los ídolos de la mano de las
religiones... y nada conseguimos. El éxito vendrá de nuestra "rectificación"
y de nuestra "actuación",
no de la de Dios que todo lo tiene hecho y bien hecho. Este es el olvido más
grave de las religiones y, por supuesto, de la nuestra.
En resumen: Seguimos colgados del esquema teocrático de Israel, con
castigos y premios de un "dios interviniente", que hace y
deshace a su capricho, metiendo el cucharón en nuestros guisos.
Eso lleva a mucha
gente a huir de esa "amenaza" (agnósticos y ateos) o a
situarse en la falacia de la Religión PASIVA
que proporciona el consuelo de la imaginación u obsesión subjetivas, a veces
patológicas.
La realidad nos
lleva a una Religión ACTIVA, con
consciencia de nuestra "responsabilidad", de la "leyes que
rigen la creación" y de las "consecuencias" de nuestras libres
elecciones.
Que no es posible un "dios intervencionista"
es evidente, pero no se quiere ver y menos predicar. Si Dios pudiera intervenir en el mundo y no nos
librara de tanto mal como nos asedia, sería un "dios canalla" (lo
contrario de la esencia del Dios Amor que creó, por expansión de sí mismo,
hijos semejantes a Él).
Cuenta el eminente teólogo español Dr. Torres Queiruga que un médico tenía el extraordinario don de curar
toda dolencia. Una monja de su Hospital le rogó insistentemente que curara a su
sobrina allí ingresada. El médico la reconoció y la curó inmediatamente. Pero
al resto de enfermos los dejó postrados en sus camas. ¿Ese médico era un santo
o un canalla? Si pudiendo curar a todos, solo curó a la recomendada, es que era
"un
canalla inmisericorde".
¿De qué nos vale
tanto Corazón de Jesús en nuestras iglesias, tanto recuerdo de la Divina
Misericordia, etc. Si después nos inventamos y rezamos a un "dios canalla"
de hecho, que pudiendo curar no cura?
La respuesta nos la ocultan: "Dios no interviene en este mundo más que a través
de nuestras manos y nuestras decisiones".
Rogar por la Paz no sirve para nada. ¿Yo que puedo
hacer? Esa es la pregunta clave ante las desgracias y desviaciones del
mundo. La única respuesta posible es: "Ser Paz, promocionar la Paz, contagiar Paz, reclamar
Paz". Cargarle a Dios con nuestras responsabilidades es un
tremendo error.
Es comprensible que, cuando nos alcanza una desgracia
o una necesidad, miremos al cielo y pidamos socorro. Es un desahogo, una esperanza. Por eso es tan
difícil hacer comprender que del cielo no bajará nada, que ya bajó todo en la
creación.
Acudimos a la ventanilla donde "nos dijeron"
que estaban las soluciones. Y un
hábito secular refrendado por los "sabios y entendidos" es
dificilísimo de cambiar. Salvo que descubras en tu interior la "incoherencia"
que les delata y descalifica.
El alzar los brazos al cielo es un placebo en toda
regla. Arriba no hay nada. El "socorro"
está dentro de ti, en la luz y la fuerza del Dios que te habita y nunca se aleja.
Las "soluciones"
tienes que discernirlas y decidirlas tú desde tu autonomía y libertad.
¡Cómo no lo vemos
expresamente escrito en la "parábola del hijo pródigo"!

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