Hablando con Abba del "perdón
de los pecados"
"Señor mío y Dios mío, creo firmemente
que estás aquí, que me ves y que me oyes, que me tienes perdonado desde la
eternidad...".
Qué lío nos hemos hecho con eso de tu perdón, qué cantidad de formalidades se nos exige para sentirnos perdonados.
¡Desde nuestros
ancestros judíos con sus expiaciones, holocaustos y sacrificios, cómo hemos
buscado tu perdón, cómo nos ha obsesionado empujarte a la misericordia y
escapar de tu venganza! Esa venganza que disfrazamos de "justicia infinita" para que suene mejor. Nada puede
quedar sin pagar, sin expiar, sin colmar la balanza de méritos...
¡Qué ciegos, Señor! ¡Qué sordos!
¿Habrá olvidado su lección quien nos enseñó (a nosotros, míseros mortales) a
perdonar "setenta
veces siete" (Mt
18,22), aunque no nos pidan perdón? ¿Será que hay que
cumplir rígidas formalidades para obtener tu perdón?
Cada día vamos
descubriendo más y mejor que tu esencia es amar, que admiras (admirar es amar) el
tesoro que Tú mismo nos pusiste dentro, que nos abrazas incondicionalmente
porque somos "tu familia". ¿Cómo, entonces, tenemos tanto miedo a ser
rechazados, no perdonados, excluidos?
Incluso nos has
revelado el esquema de tu amor, nos lo dejaste escrito: "El amor es paciente, es
servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es
grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se
alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo tolera" (1Cor 13,4).
¿Será
que Tú has olvidado quién eres, cómo eres y qué significa amar? ¿Tú que eres el Principio
del Amor y el Creador por Amor? ¡Qué trajes tan estrechos te hemos cortado mi
Dios amante! "Que
torpes somos y qué tardos para creer..." (Lc
24,25).
Nuestros
predecesores se construyeron un "muro
de las lamentaciones". Y nosotros hemos sembrado nuestras iglesias de "casitas de confesión". Se nos
olvidó el abrazo, se nos olvidó el amor. Nos exigen creer que un hombre nos
perdona los pecados... si "confesamos"
y los decimos todos.
Hemos puesto el nudo de tu perdón en ese "cuchicheo auricular" a otro
mortal. Cuando lo verdaderamente esencial es abrirse al
perdón eterno que tú nos tienes otorgado y rectificar la senda. Lo importante es
"analizar" (examen) y "rectificar", volver a Ti. No necesariamente "confesar" y auto agredirse, salvo que lo necesite nuestra sicología herida. Pero entonces lo llamaremos "compartir" y "desahogarse".
Un hombre, por muy sacerdote que sea, no puede perdonar
pecados. Ni siquiera podemos decir que Tú perdonas
pecados. No se puede perdonar lo que ya está perdonado. El perdón está
implícito en el amor, es consustancial a él. Nos lo dijiste por boca de Pablo y
lo acabo de recordar gozosamente.
El mal llamado "sacramento de la penitencia"
(qué torpes seguimos siendo con nuestras "expresiones
negativas" de realidades positivas) solo podemos llamarlo "sacramento
de la alegría", "sacramento del regreso", "sacramento
del abrazo". ¿No lo dice claro tu Evangelio? ¿Cómo pretendemos
rectificarte?
Sería estupendo
este sacramento. Seguro que nos lo envidiarían otras religiones, incluso otros
cristianos, si lo practicásemos evangélicamente. Porque los humanos necesitamos
"hablar
de corazón a corazón", que alguien nos reconozca, nos ayude a
ver lo positivo que portamos dentro, que nos apoye para retomar el camino del
bien.
Es imposible reconocer y rectificar nuestros yerros si no
estamos apoyados en nuestra roca interior. Es
imposible identificar nuestras sombras si no nos ponemos al sol.
¡Cuántas
confesiones baldías! Consciente o inconscientemente consideramos este
sacramento una tintorería o una bacinilla para soltar nuestras culpabilidades,
sentirnos justificados y seguir haciendo lo mismo. Porque nos falta la
referencia de lo que somos y dónde podemos apoyar nuestra perseverancia. Eso es
mucho más importante que la "auto inculpación".
Necesitamos que nos enseñen a cambiar "culpabilidad" (peso muerto,
carga sicológica) por "rectificación",
por gozosa y consciente elección del bien. Hay que
remover las causas si queremos conseguir otros efectos. Ahí es donde entra el
sacerdote verdaderamente preparado y celoso de su misión. Lo suyo en
convertirse en luz, no en basurero.
No, de ninguna manera podemos afirmar que el sacerdote
perdona. Y menos arrogarle una supuesta
representatividad del mismísimo Dios para perdonar. ¿No vemos el parecido de
esa pretensión con la tentación del "seréis
como dioses"? Pocos tienen el descaro de afirmar:
"soy como dios"... Pero cuántos -en distintas religiones- dicen: "somos los verdaderos delegados de
Dios". ¿Acaso no es lo mismo? ¿Cómo no lo vemos, Señor, cómo no
lo vemos?
El "poder"
de un buen sacerdote es el poder del samaritano bueno, el querer AYUDARNOS a IDENTIFICAR nuestros errores (malos funcionamientos), a RECTIFICAR
el mal camino (conversión) y a FORTALECER nuestra determinación de progresar
(propósito de la enmienda).
Para, finalmente, confirmarnos que Tú nos tienes
perdonados desde la eternidad, que solo es necesario
abrirse a ese Amor refrescante y purificador, dejarse abrazar por el Padre y
celebrar la fiesta del regreso. Eso es lo que "significa" ese "signo",
ese "sacramento".
La retahíla de
los pecados no es necesaria, salvo para quien necesite desahogarse y pedir evaluación
moral o consejo. Siempre he mantenido que la "pedagogía moral" no es esencial al sacramento. Puede y
debe impartirse fuera.
Si conduzco mi
coche por un camino peligroso, lo urgente es cambiar a una ruta segura, no
ponerme a estudiar geografía. Si estoy pasando hambre (como el "hijo pródigo") lo urgente es
encontrar alimento, no ponerme a estudiar un manual de agricultura.
Esa obsesión por los "pecados"
más que por el "pecador" me
hiere y me distancia del sacramento. Pero hay otra
cosa que me preocupa, Señor. Vivimos en una época con un especialísimo celo por
la intimidad, por la privacidad, por los datos personales, incluso están protegidos
por las leyes civiles.
Sin embargo, nos insisten que es esencial el "relato de los pecados" para
que el sacramento sea válido. ¿No basta volver a casa,
convertirse, rectificar los errores? ¿Qué dice el Evangelio? ¿Qué pasó con el
pródigo, con la adultera, con la oveja perdida, con Zaqueo, con Mateo, con
Pedro...? ¿Qué lista de pecados tuvieron que recitar?
¿Esa absurda exigencia de desnudar la intimidad, de
mostrar todas las vergüenzas, no es contraria a los derechos humanos?
Porque el "derecho a la intimidad" está protegido en el Art. 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y también por el Art. 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Porque el "derecho a la intimidad" está protegido en el Art. 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y también por el Art. 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
¿Cómo es posible que los adalides de la "religión del amor" no sean sensibles
a una mínima delicadeza, a un básico respeto a los derechos humanos? ¿Cómo no comprenden el "pudor
sicológico" a desnudarse y el freno que significa a la hora de pedir
ayuda? No es extraño que los "confesionarios"
(denominación antievangélica) se hayan convertido en piezas de museo.
Una cosa es que "voluntariamente"
cuentes o consultes al sacerdote lo que quieras y otra
muy distinta que se exija desnudar la intimidad ante un hombre (muchas veces
desconocido) bajo amenaza de "invalidez
del sacramento". Es decir, de no ser perdonado por Dios y encima
cometer otro pecado. Lo cual es una auténtica aberración. La "dictadura de la religión"
-sea ésta cual sea- es un abuso indescriptible, contrario a la religión misma y
al más mínimo respeto al ser humano.
¡Con el bien que se puede hacer en un lugar de encuentro,
de escucha, de enjugar lágrimas, de buscar la paz y motivar el camino! Para eso, SÍ, es necesario el sacramento (signo del Amor que nos
busca, nos cura y recupera). Pero es imprescindible despojarlo de los abusos
humanos introducidos por el celo formalista y controlador.
Hay que empezar por evangelizar la Iglesia misma. Cristianizar los cánones por ejemplo, sacarlos del puro rito y
convertirlos en Evangelio, en espejo limpio del Dios Amor. Dar la espalda a tu
Palabra o a los "signos de los
tiempos" -por los que también habla el Espíritu- es negarte nuevamente.
¿Verdad que Tú me comprendes mi Dios amado?
Observo la Pastoral -que suele ir más adelantada- y
constato su adhesión a la "absolución
general" para obviar los abusos descritos.
Aunque reconozco que se pierde la eficacia de la comunicación íntima y
personalizada.
Hay parroquias
donde se viene enseñando a los jóvenes la "confesión de papel". Escriben en papelitos sus pecados y
después los queman simbólica y comunitariamente al tiempo que reciben la "absolución general".
Espero que también
se les enseñe claramente que lo esencial del sacramento es la conversión y la perseverancia (contrición de corazón y propósito de la enmienda). Y
nuevamente se pierde el diálogo íntimo, iluminador y motivador. Probablemente también
se pierde en "la rutina" de
la mayoría de confesionarios.
Nos empeñamos en añadir exigencias, impropias del
Evangelio, a pesar de lo explícitas, claras y consoladoras
que son, Señor mío, tus lecciones sobre el perdón. Los rígidos partidarios de
la circuncisión no han desaparecido. En vez de preferir el "consuelo" del diálogo íntimo y ayudador prefieren el
doloroso cuchillo. Pero en mi corazón sigue resonando: "El Espíritu Santo y nosotros
hemos decidido no imponeros más cargas que las imprescindibles"
(He 15,28).
¡Jamás en el Evangelio se exige confesión de los pecados! ¡Cuánta tradición embarrada e innecesaria nos han cargado a la espalda
desde que te fuiste Hijo del Padre! ¡Cómo han desvirtuado la "buena noticia" y la han
convertido en senda de espinas y cruces!
Con el "sacramento de la alegría" (o
del regreso) nos pasa algo muy parecido a lo que nos pasa con la oración. Lo
hemos distorsionado tanto que ya no sé si realmente nos acerca a Ti o es simple
consuelo superficial y rutinario, cuando no vana superstición. Nuestro hermano Agustín
nos enseñó que "la
oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros".
De la misma manera, el "sacramento del abrazo" no es para que Tú nos perdones, sino para que nosotros nos abramos a tu perdón, nos sintamos perdonados y nos instalemos en tu regazo.
Deseo con toda
mi alma que nuestra Iglesia avance por caminos de autenticidad y simplicidad
para dejar atrás las complejidades humanas, los inmovilismos, las vanas
pretensiones de silenciar al Espíritu, que sopla donde quiere y se expande como
la primavera por todo tu Pueblo santo.
Deseo con toda
mi alma que avancemos por tu Camino de humildad, amor y servicio. La religión
prepotente y atemorizadora no es religión. Es humana y vergonzante osadía.
Aquí termino la
entrega de los tres pequeños granitos de mostaza que Tú me entregaste
para regalar. ¡Ojalá sirvan para el bien de mis hermanos! ¡Loado seas mi Señor!
=====================================================================
Estos son mis Libros Digitales. Puedes pedirlos a jairoagua@gmail.com
5 comentarios:
"Siéntete querido por Dios, tal como eres y siéntete perdonado desde siempre y abrazado y sostenido por El" eso es lo que digo siempre a quien se acerca a mí para "reconciliarse" o más bien como tu dices sentir el abrazo del Padre amoroso.
Y nunca les pregunto por sus pecados, es más, hay personas a las que simplemente doy la absolución (porque me la piden) después de unos momentitos de silencio de ambos.
Y quiero compartir contigo y con quien lea este comentario, que junto con la Eucaristía, que preparo con esmero, el sacramento de la "alegría es uno de los momentos en los que me siento realizado como sacerdote, sentirme en ese momento "instrumento" del amor del Padre que quiere que yo transmita su amor y su ternura a ese hermano, es algo que no puedo describir con palabras.
Carissimo! No por nada está devaluado el confesionario, lugar de tortura para algunos que eran abusados por quien debía ayudarlos a retomar la senda, a partir del empleo indebido de la autoinculpación de debilidades... Y lugar de jolgorio para quienes conocían las dificultades auditivas del censor de turno...
En fin. Dejemos que nuestra conciencia consultada con sinceridad nos haga reconocer el Camino, mientras nuestros guías ejercitan sus conciencias para alentar nuestra perseverancia en la búsqueda de la Verdad...
"...Si una persona no se siente pecadora perdonada, nunca podrá hacer un gesto de perdón o reconciliación..." (Papa Francisco).
En el Padre Nuestro, la oración que Jesús nos enseñó, nuestra petición de perdón tiene una sola condición: "...como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden..."
Jesús insiste en cómo hemos de perdonar: "... hasta setenta veces siete..." (o sea: siempre).
Si uno perdona de verdad, tiene "el lugar asegurado" en el Perdón del Padre.
Amigo Regue, haces un bien grande. Muchas veces soltamos lo que ya nos pesa y tu serás el bálsamo. Como echo de menos al cura que te escucha o que como tu bien dices simplemente te acompaña. Dios nuestro Padre ya nos ha perdonado y cuando volvemos a El nos hace una fiesta. A veces me da la impresión de que cuando vamos con la falta que hemos cometido, Nuestro Padre nos dice: Yo te creé y se las faltas que tienes, no te culpes nadie es culpable y como yo te creé échame a mi la culpa de haberte creado así.
Dios nuestro Padre, nuestro Abba es muy grande nos regala una vida y nos dá un corazón para sentirlo.
Amigo Joaquín. Gracias por tus palabras, que me animan a seguir con el empeño de dar a conocer a ese Dios Padre enamorado de nosotros. Pero solo devuelvo aquello que he recibido y que constantemente recibo: el Amor que El me da. Y es un don inmerecido que me haya llamado a está inmensa misión de ser cauce de su misericordia y de su amor. Que Dios te siga bendiciendo, yo te envío su bendición y la mía. Un abrazo
Publicar un comentario